domingo, 24 noviembre 2024
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Sarare despierta bajo una tensa calma

William Croes | La Prensa.- La calma fue impuesta en Sarare. Desde bien temprano el municipio más pequeño del estado Lara amaneció bajo un enorme despliegue de guardias nacionales. En el pueblo se respiró un ambiente de calma, pero aún está latente entre sus habitantes, el hambre y el descontento producto de la falta de comida que hay en los establecimientos de la red pública y privada.

Desde la madrugada de ayer, el casco central de la capital del municipio Simón Planas tuvo una marcada presencia de funcionarios. Los guardias se colocaron en ciertos puntos estratégicos, en grupos de cuatro se apostaban en los alrededores de la sede de la alcaldía, en la plaza Bolívar y afuera de los tres comercios asiáticos donde suelen vender los artículos regulados.

En La Miel, parroquia Gustavo Vegas de León, también hubo presencia militar. Los convoyes estaban apostados en la zona comercial y por donde hay mayor flujo de personas. El movimiento de la guardia se extendió a un patrullaje permanente en el tramo de la autopista Acarigua-Barquisimeto por donde circula todo el cargamento pesado que proviene del llano y cruza hacia el centro del país.

Los sarareños estaban cohibidos. En la plaza Bolívar, uno de los puntos de mayor afluencia, las personas sentadas en los bancos aún charlaban entre sí con tono de susurro sobre el saqueo de ayer. El robo de dos gandolas, el número 14 en el estado, fue un hecho que marcó a un pueblo que tiene marcadas limitaciones en el abastecimiento de alimentos, a pesar de que entre sus linderos hay empresas de producto de primera necesidad.

“La realidad es que aquí nos seguiremos muriendo de hambre y no podemos ni decir pío porque estamos cercados por militares. Sólo esperamos que den su palabra de hacer que los alimentos sean vendidos al pueblo y no a las mafias de bachaqueros”, expresa sin tapujos Leomar Garcés, un habitante que aunque no apoya el robo al camión si está consciente que a Sarare no llega suficiente comida.

Hay otros habitantes que al ver el pueblo militarizado se sintieron un poco más seguros y se fueron a los comercios a cazar artículos regulados. Los comerciantes asiáticos abrieron, pero con tanta cautela, que prefirieron no recibir productos durante el día para no exponerse a cualquier conflicto.

La militarización del pueblo durará mientras se calma la marea, los habitantes esperan que llegue comida y se distribuya de manera equitativa entre las 8 mil familias del municipio.

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