Guiomar López | LA PRENSA DE LARA.- Al caminar por las principales calles de Barquisimeto se aprecia la necesidad de asegurar un ingreso desde la economía informal, es la esperanza de vendedores ambulantes y aquellos en busca de mercancía para ofrecer en casa. Es el rostro del 75% de la población del país, según el economista, Dilio Hernández, quien afirmó que para este año el Estado debería fijarse el reto de facilitar su formalidad a través de políticas que permitan la legalización de la actividad económica simplificada y a corto plazo.
Explica que es una consecuencia del desempleo y condiciones del trabajador público que llevan al crecimiento de comercios informales. Exige la flexibilidad en el marco jurídico en lo relativo a los trámites de legalización y el apoyo de la banca a través de créditos. «Sin correctivos seguiremos en este caos de precariedad laboral y falta de protección social», señala Hernández, recordando lo indispensable de la reactivación económica y sin confundir el emprendimiento con una manera de sobrevivir en la informalidad.
Es una realidad vivida por Laura Amaro, ama de casa que viaja desde el caserío El Pozón de Tintorero, municipio Jiménez, hasta una panificadora del centro de Barquisimeto. Lo considera como un buen negocio, pero sigue esperanzada de poder contar con más capital y así tener más mercancía en la bodega de su casa. Empezó con chucherías y ahora le suma semanal 28 paquetes de panes dulces que vende a clientes por unidad mientras se toman un café.
Josefina Álvarez, también intenta mantenerse sonriente, siendo una de las cafeseras en el sector El Manteco. Cuenta que durante la pandemia dejó de trabajar como doméstica. «Uno tiene los hijos grandes, pero igual necesito para mí, por lo que me atreví a salir a la calle a vender», dice al lado de sus dos termos, de los cuales saca hasta 28 vasos medianos y cada uno a un valor de Bs. 15. Vende desde las 6:30 a.m. hasta las 12:30 m, espera conseguir otro ingreso.
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