Guiomar López | LA PRENSA DE LARA.- La curiosidad y una especie de reto, es la coincidencia en los testimonios de varias madres acerca del amamantamiento. Lo ven como una etapa superada y sonríen complacidas, agradeciendo el apoyo que tuvieron no solo del ginecobstetra tratante sino también del pediatra o consejera en lactancia. Ellas superaron temores y creencias, con la orientación e información adecuada que siempre será pertinente, independientemente de ser primeriza o de repetir la experiencia.
Como una historia retadora, así define la médico radiólogo Yaigualida Vielma, a ese recuerdo que le arranca suspiros y que gracias a la lactancia materna evitó caer en depresión postparto, cuando vivió episodios difíciles casi al término del embarazo. A la semana 36, su padre se cayó por unas escaleras sufriendo una lesión raquimedular y terminó cuadrapléjico, además de quedar al cuidado de su hermano con discapacidad. Siempre tuvo el apoyo de su esposo, pero a la semana siguiente tuvieron que practicarle una cesárea de emergencia y nació Leticia.
Su niña permaneció en lactancia exclusiva, pese a regresar a trabajar a los tres meses. Se extraía de forma manual, con masajes que iban superando el número de onzas. Al sentir la presión en sus senos, se iba a un lugar solo en la clínica y se ordeñaba. Logrando la exclusividad hasta los 7 meses de la bebé.
Ver a Fabiola Pérez amamantar a Andrea, es descubrir esa debilidad de la niña de mirarla fijamente y tocar los lunares de su cara, así como intentar balbucear a sus 17 meses, pese a que la areola del pezón le cubre toda la boca.& ;
Lo saludable y enérgico de Thiago a sus 10 meses, demuestra ese esmero de Susan Mendoza de Chávez, quien también es madre de Samantha de 3 años y a quien le tocó vivir ese momento único de estar embarazada, mientras seguía amamantando a la mayor. «Las dudas y confusiones marcaron mi cercanía a la doula«, confiesa de esa experiencia que considera como positiva. La orientación adecuada le permitió amamantar hasta sus 5 meses de embarazo y le enseñaron un destete progresivo. Nada de traumas en tener que pintarse los senos o aplicarse sustancias de mal sabor. Un proceso rápido que iba sustituyendo con dosis de más afectos, entre besos y abrazos para enfrentar su duelo. «Es la mejor alimentación para los hijos, crecen sanos y uno siente una mayor conexión con ellos», dice.