Guiomar López | LA PRENSA DE LARA.- El paso deja de ser seguro, se tropiezan o caen al asfalto. Es la amenaza latente que sufren las personas con discapacidad visual al caminar sin acompañante y terminar lesionados. Se quejan del riesgo que sufren hasta en lugares que recorren con regularidad, al ser sorprendidos por algún hueco en la calle, alcantarillas sin rejillas o de un sobresaliente, guaya de postes y otros obstáculos. Nada les advierte el peligro, así como tampoco tienen señalización en Braille para ubicarse fácilmente en lugares públicos.
La mayoría dejaron de confiarse en aquellos tramos que transitan a diario, caminan con mucha prudencia para evitar caer en un desnivel o deterioro de la acera, hueco en el pavimento o alguna tanquilla destapada y hasta un carro atravesado. Confiesan que deben ser más cautelosos con el bastón, en el punteo para espacios rústicos y rastreo en superficies planas.
«Siempre ando sola porque Dios no me falta», exclama Gracielis Rodríguez, al quejarse de la dificultad para caminar en la ciudad, con calles y aceras en mal estado. Cuando su bastón le indica la proximidad de una alcantarilla hace todo lo posible por esquivarla y siempre intenta concentrarse en esa sincronía entre el bastón y el nivel de los hombros, además del ritmo de cada paso.
Sin adaptación
Peter Barrios, director de la Escuela para la Diversidad Visual «Luis Braille», admite que entre los principales impedimentos está la falta de adaptación en accesos a sitios públicos o de recreación, los cuales carecen de señalización Braille. Precisa que atienden a nivel escolar, con programa para sordociegos, de niños y adultos donde se les enseña sobre la utilización del bastón, la concentración en la movilización y la independencia en sus actividades cotidianas. Todo con miras a la inserción laboral.
Menciona que suelen tener impedimentos, como la falta de rotulación —ajustada al Braille— en medicamentos. Lamenta que todavía no realizan esa adaptación, siendo una necesidad para estas personas con diversidad funcional visual.
William Angulo es obrero y dice orgulloso que se encuentra preparándose para ser profesor en el plantel educativo para la diversidad visual. Tiene 45 años y en los últimos dos perdió la visión. Reconoce la concentración que deben tener en la vía y evitar ser sorprendidos por alguna irregularidad de la calle.
Recuerda que muchas veces un grito de algún transeúnte le avisa el peligro, pero que se ha golpeado dos veces en la frente, debido a los obstáculos en lo alto y que no detectan los punteros del bastón. Lo ha sufrido por cabinas de teléfonos públicos, guayas o por ramas de árboles sobresalientes en la vía.
Destaca la paciencia al usar una escalera. «Es importantísimo que tenga pasamanos y así tener estabilidad», advierte de ese proceso lento de exploración inicial para determinar la altura de los escalones y el acostumbrado avance a la derecha, se da con más seguridad al apoyarse del pasamanos y sostener el bastón con la otra mano.
También precisa lo importante del respeto en los transportes públicos y esperar a ser ubicado en los primeros puestos de la unidad. Se orientan fácilmente al escuchar las indicaciones, por lo que atienden a las advertencias de algún pasajero y evitan sentarse encima de algún usuario.
«¡Me caí cerca de Las Trinitarias!», se queja José Romero del reciente accidente que le ocasionó un fuerte golpe en las rodillas, luego de que el punteo del bastón evadiera un hueco y terminó cayendo en la acera. También se queja de los carros estacionados en aceras que suele pasar cuando hay colas de conductores esperando por surtir gasolina.
Es ingeniero de profesión y lleva ocho años padeciendo las graves consecuencias del glaucoma y desprendimiento de retina. «Siempre Dios nos pondrá a alguien», señala así como muchos que agradecen la solidaridad de personas que les ofrecen el brazo y así orientarlos en esos tramos de difícil acceso.