Osman Rojas / Arturo López | LA PRENSA.-Usa un crop top negro muy ajustado y ropa interior de color blanco. Su boca es roja, color que hace un perfecto contraste con su tono de piel claro, casi pálido. Camina sabiendo que es sexy. Con una mirada examina el lugar, así como un león cuando busca su presa, no ve a nadie interesante y se da la vuelta con notable provocación.
De la niña que creció en Maracaibo no queda nada. La inocencia se fue hace rato pese a que, hace sólo un año terminó el bachillerato. Impulsada por la necesidad de costear el tratamiento de su abuela, “Carolina”, como se hace llamar por las noches, vende su cuerpo desde hace unos seis meses. “Es plata bien, plata fácil”, dice la joven tratando de justificar su profesión.
“Vi en un periódico en Maracaibo que solicitaban chicas de buena presencia para trabajar en Barquisimeto. Yo llamé y le expliqué a la mujer que me atendió que no tenía para pagar el pasaje. Ella me mandó un taxi y me vine. La primera noche fue de nervios me costó mucho atraer a un cliente pero cuando lo hice me sentí con más confianza. Ahora se puede decir que ya soy una veterana”, confiesa la joven.
Su familia en la capital zuliana cree que ella trabaja en un restaurant de comida italiana que se ubica en el este de Barquisimeto. No da mayores explicaciones de lo que hace cada quince días que visita a sus parientes y les lleva dinero. “Cuando me preguntan de dónde saco la plata, yo les digo que hay un cliente que se enamoró de mí y que me deja propinas muy altas porque es político”, acota con una sonrisa picara.
La historia de “Carolina” es una de las decenas que se vive día a día en calles y avenidas de Barquisimeto. Con sólo caer la noche muchas las esquinas de la ciudad se convierten en un prostíbulo. En los bares de la avenida Vargas o lo que están en la avenida 20, jovencitas que no superan los 20 años buscan a hombres que paguen por servicios sexuales. Al preguntarles por qué venden sus cuerpos, las consultadas siempre responden lo mismo: “no tenemos plata para comer”.
Gerardo Pastran, director del Proyecto Juvenil Misionero (Projumi), manifestó que durante el año 2016 atendieron de 30 a 35 jóvenes entre los 17 y 18 años que se desempeñaban en Barquisimeto como damas de compañía. Durante este proceso, recibieron atención terapéutica y psicológica para intentar que no vuelvan a las calles.
Asegura que la mayoría de estas niñas no trabajaba en lugares públicos sino que se desempeñaban como damas de compañía a través de internet o en una agencia. En un recorrido realizado por el equipo de La Prensa, se comprobó que al menos 5 menores se encuentran en cada esquina de la avenida Vargas y unas 10 fueron ubicadas en la avenida 20 entre calles 36 y 40.
La vía más fácil
La psicóloga social Ivette Fernández, aseguró que la crisis que se vive en Venezuela ha generado el auge en la prostitución. “Se ha vuelto una alternativa de sobrevivencia en las familias, en donde vemos que venden a las hijas, a las hermanas” añadió Fernández.
Las familias no toman en cuenta las consecuencias de vender a sus hijas, en el país se han visto varios casos de redes de prostitución, como en lo es en el mercado de Las Pulgas en Maracaibo. En donde trabajadores aseguran que al menos 20 adolescentes ejercen otro oficio eventual, además de vender café, en el casco central de la ciudad marabina.
Fernández lamentó que las madres hoy en día prefieran que sus hijas hagan esto, antes que morir de hambre. Pues ante la situación país, deben buscar una solución para comer, en este caso “la vía más fácil”.
A finales del mes de enero en el estado Lara se registró un caso lamentable cuando dos mujeres denunciaron que en Quibor había sido “vendida” una muchacha de 13 años a un mecánico. Las denunciantes se identificaron como tías de la muchacha y fueron hasta el Consejo de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes (CPNNA) a denunciar que, por falta de recursos, los padres habían prostituido a su hija.
En Lara las alarmas han sido encendidas por las autoridades pues cada vez son más las muchachas que rondan la Plaza Bolívar de Barquisimeto o se posicionan en cualquier esquina con la intensión de incrementar sus ingresos y ayudar a sus familias.
El aumento del oficio más antiguo del mundo no sólo se ve en las calles. Los prostíbulos también han percibido un aumento considerable de mujeres que buscan ejercer el oficio más antiguo del mundo y es que, en promedio, los sitios nocturnos reportan dos nuevos ingresos por semana.
“Este negocio siempre ha sido muy solicitado pero ahora es una locura. Mujeres de todas partes y de todas las edades quieren trabajar. Siempre preguntamos a las personas cual es el motivo y todas contestan que no tienen ni para comer”, explica el encargado de un reconocido prostíbulo en el centro de la ciudad.
La fuente relata que cuando se les da el acceso a las trabajadoras y ellas hacen su plata por una semana y luego se van. “Algunas tratan de escapar de esto pero cuando se les acaba el dinero regresan”, dice el entrevistado.