Guiomar López& ;| LA PRENSA DE LARA.- Imaginar que se encuentra incomunicado, para hacerse a la idea de que sigue vivo en otras latitudes. Es el intento desgarrador de familiares para sobrellevar la muerte de un pariente en otro país. Pierden las esperanzas de repatriar los restos mortales o cenizas porque eso tiene un costo estimado que supera los $10 mil de acuerdo al protocolo de otras naciones. Se sienten desorientados y temerosos en un proceso más tardío, cuando la víctima es inmigrante ilegal, producto de la salida forzada en busca de calidad de vida.
Son testimonios que aún desprenden lágrimas, cuando se trata de complicaciones de salud por la pandemia de covid-19 y de mayor impotencia al tratarse de muertes violentas con investigaciones penales que no avanzan y les truncan las esperanzas de una posible repatriación de cenizas. Un duro golpe que empieza por la desorientación, de no saber a qué se están enfrentando y cuando se cohíben de buscar la intermediación diplomática porque la víctima decidió irse a riesgo, por no tener acceso a su pasaporte y demás documentos apostillados. Se trata de realidades que desconocen edades e involucran a jóvenes con todo un futuro por delante, así como a personas de la tercera edad.
El primer dolor es por el duelo que suele terminar empañado por la impotencia de no poder ofrecer cristiana sepultura o resguardar las cenizas del emigrado. El costo de repatriar puede oscilar entre los 10 mil a $30 mil, de acuerdo al país y las relaciones diplomáticas con Venezuela. Así lo explica José Antonio Oropeza, abogado y especialista en Derechos Humanos, en declaración a un medio nacional. El proceso comienza con el acta de defunción y acudir con ella al consulado o embajada correspondiente.
Los familiares buscan la información, entonces se enteran del apostillado del acta de defunción. Cada país tiene su procedimiento y los requisitos están encabezados por este documento. Deben tramitar el permiso de tránsito de cadáver o cenizas, expedido por la autoridad de salud del Estado. También ubicar el certificado de embalsamiento y el de no enfermedades contagiosas, ambos en caso de que no sea cremación.
Arturo Medina, presidente de la Cámara Regional Funeraria, coincide en que la complejidad depende de las políticas de cada país. Señala que los procedimientos hacia Colombia suelen ser más fáciles con la debida identificación del cuerpo y acta de defunción emanada del centro asistencial o morgue, luego el permiso de traslado que se confirma en la sede principal de migración en San Antonio del Táchira.
Recalca que tiende a ser más engorroso desde Ecuador, Perú, México y Estados Unidos. Conoce que el promedio de espera por la documentación en casos violentos suele extenderse entre 5 a 6 días. Precisa que el precio estimado por embalsamar el cuerpo es alrededor de $300 y con una garantía extendida a un año. Todo bajo la autorización de Sanidad.
Otro gasto es que se paga como equipaje de carga en el traslado en avión que implica el embalaje de la urna en madera o acero inoxidable, con el respectivo sello del consulado y dar fe que no se trate de material de contrabando, puede rondar entre los 120 a $800. De hecho, recuerda que en marzo de 2023 hubo un caso de la repatriación desde Haití hasta Lara que rondó los $16 mil.
Conocen que la mayoría de las veces le toca resolver a cada familia. El Estado sólo interviene cuando se trata de casos de conmoción nacional y gestiona ante las autoridades del otro país la repatriación casi inmediata. Se refiere a hechos como el ocurrido el pasado 28 de marzo con el incendio en la Estancia Provisional de Cuidad de Juárez, México, donde fallecieron 39 migrantes, entre ellos 12 venezolanos. Luego con otra tragedia, la del 07 de mayo, cuando un grupo de migrantes fue arrollado frente a un refugio el Centro Obispo Enrique San Pedro Ozanam, Texas.
Vacío inmenso
Un altar de cortina blanca y con una fotografía al centro de Jesús Antonio Dávila Aponte está iluminada por dos velones junto a las imágenes de Jesús, la Divina Pastora y el beato, Dr. José Gregorio Hernández. Fue la manera cómo su madre, Lenny Dávila, despidió a su único hijo varón en el calor de su hogar y aún está recuperándose de ese sufrimiento. Su hijo fue asesinado en Ecuador junto a su pareja Emelyn Flores, de nacionalidad ecuatoriana.
«¡A veces siento que sigue allá!«, dice con voz entrecortada por el llanto, ese que no cesa desde el pasado 01 de mayo, cuando le dispararon a la joven y seguidamente a él. Flores murió instantáneamente, mientras Jesús fallece al poco tiempo. Su familia acá en la urbanización Yucatán, al norte de Barquisimeto, se entera antes de las dos horas y comienza el calvario, con infinitas preguntas acerca del hecho criminal y de la manera cómo repatriar su cuerpo.
El anhelo era tenerlo en su terruño natal, más aún cuando este joven, de 24 años, tenía allá cinco años como inmigrante. Desde adolescente fue aplicado en el trabajo y tan decidido que no tuvo oportunidad de sacar su pasaporte, pero no fue un impedimento para salir en busca de otras oportunidades. Responsable y servicial, se desempeñaba como jefe de personal en un restaurante.
La situación es más complicada porque prácticamente allá estaba solo porque únicamente hay una prima, pero reside en otra provincia. No hay familiares cercanos para agilizar el proceso legal.
Señala que pidieron colaboración y lograron reunir $270 para el entierro. No había opción de cremarlo por tratarse de víctima violenta, lo cual tenía un costo de entre 800 a $1.000. «Uno agradece que la suegra ha estado muy pendiente, porque sino se nos hubiese perdido en una fosa común«, señala y recalca que la prima también hizo algunas gestiones.
Es el golpe más fuerte de esta señora, quien quisiera traérselo y que su cuerpo no permaneciera solo. No tienen quién le haga los trámites y es una de las razones que llevarán a su hija mayor a irse a Ecuador, con la intención de regresar con las cenizas de su hermano.
Alfredo Bravo también vive en la nostalgia desde el 31 de mayo de 2021, cuando murió su esposa, Adela Tovar por covid-19 en Trujillo, Perú.Tenían 35 años de casados, una familia tocuyana que decidió irse a trabajar. Pero la pandemia les truncó el plan. Agradece el beneficio del gobierno peruano que recibieron al activar una especie de seguro médico por esta emergencia mundial.
Sólo la cremación les iba a costar un equivalente a $400, y no contaban con ese monto. «Era tan difícil porque no podíamos hacer los trámites en la embajada, Lima nos quedaba muy lejos«, señala e implicaría perder el trabajo, lo único que los sostenía. Además, recuerda que sólo entre permisos y demás documentos debían desembolsar unos $200. Les tocó resignarse y fue tanta la desesperación, que su hija al mes se regresó a Venezuela.
Tocar el tema implica hurgar en una herida aún abierta, pese al paso de los años. El tiempo está detenido en el corazón de estas familias que jamás imaginaron el vuelco que tendrían al buscar calidad de vida fuera.
Venezolanos atados de manos y sin seguridad social
Un gran problema estructural, así define Manuel Virgüez del Movimiento Vinotinto, las dificultades que padecen la mayoría de los venezolanos sin la capacidad de asegurar los servicios funerarios en Venezuela y les suele ser prácticamente imposible repatriar un cuerpo.
Precisa que el país atraviesa por la caída de las empresas aseguradoras, lo cual repercute en la cobertura de este tipo de servicio a nivel nacional. «Son tantas circunstancias que afectan a los migrantes, que movidos por el desespero se debaten entre irse del país o quedarse por el vínculo familiar«, explica de quienes son víctimas de la falta de políticas para la estabilidad económica y ausencia del apoyo del Estado para la repatriación, las que se limitan a contadas excepciones.
También lamenta del número de decesos que nunca llega a ser preciso, de quienes se someten a cualquier tipo de riesgos por el deseo de cumplir su sueño de superación. «Se desconoce la cifra de venezolanos muertos y en condiciones tan comprometedoras, que ni terminan de llegar a su destino«, lamenta de los casos que mueren en el camino.
Es un tema tan complicado al que se pueden exponer a la violencia de un trayecto por pasos irregulares y buscando una entrada clandestina a otro país. No saben a cuántos kilómetros de peligro puedan estar exponiéndose y se conoce de sacrificios en colectivo, en los que el grupo familiar se atreve a intentar cruzar las fronteras de esta manera.
Pueden estar a merced de las sombras, esas que suelen presentarse tanto por condiciones físicas extremas como por la maldad humana. Se conoce que hay quienes sucumben a una caminata de kilómetros indefinidos, al peligro de la selva y hasta terminar arrastrados por la fuerza de las corrientes de un río. Todo es incierto.
Hay que evitar ser estafados
Arturo Medina, desde la Cámara regional Funeraria, recalca que lo más recomendable es realizar los trámites por los caminos regulares y así evitar caer en estafas o aprovechamiento de personas, quienes buscan lucrarse de el duelo. Además, precisa que por muy doloroso que sea ese momento los deudos no pueden exponerse a caer en las trampas de funerarias «de maletín».
El protocolo implica acudir en primera instancia al consulado del país en el que fallece el familiar y así el amparo migratorio. También en casos de recibir la oferta de cualquier servicio fúnebre, primero confirmar la ubicación de su sede y la formalidad de la misma. Antes de cancelar, tener la seguridad de la existencia de dicha funeraria.
Se entiende el dolor, pero la cautela aplica en caso de gestorías.