Daimar Díaz | LA PRENSA de Lara.- «No pude volver a comprar galletas o gelatina para la merienda de mis hijos porque valen lo mismo que una harina que me sirve para la cena de toda la familia».
Así de contundente resume Rebeca Alcalá la crisis económica que atraviesa en su casa que no le permite, ni siquiera, darle el gusto a sus hijos de merendar algún dulce como era tradición hasta hace unos cinco atrás.
La hora de la merienda quedó en el olvido según comentan los ciudadanos consultados, ya que aseguran que gastar en un paquete de catalinas, pan dulce o jugos o malta resulta un gasto innecesario. Para una merienda sencilla se necesitan como mínimo 70 mil bolívares, que alcanzaría para comprar un pan dulce sin derecho a tomar un refresco o una malta. Mucho menos un café con leche.
Algunas personas buscan resolver las meriendas con frutas, para lo cual compran cambur que es el m{as barato con un precio que va desde 12 mil hasta 15 mil bolos.
«El cambur es el que más se adapta al bajo presupuesto que tenemos y si en las tardes da ansiedad es la mejor opción para merendar», aseveró Carla Rodríguez.
Mientras que Teresa Carmona, madre de dos pequeños, relata que ha tenido que privar a sus hijos de comer compotas, galletas, ponquecitos y hasta chucherías por no poder costearlos, expresando que le da dolor salir a la calle con los niños, ya que ellos se antojan de algún dulce y no se lo puede comprar.
«Es doloroso tener que negarles hasta un pan dulce» aseveró.
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