Lorena Rojas | LA PRENSA de Lara.-& ;Sin electricidad, sentados con la mirada perdida, estresados, luchando por no ser comidos vivos por los zancudos, echándose aire con un trapo para calmar el calor, con los estómagos vacíos por no tener gas, ni leña para cocinar, sin poder darse un baño por no tener suficiente agua y además llenos de incertidumbre por no saber cuándo será restablecido el servicio de energía, es lo que viven a diario los vecinos de diferentes sectores de Lara donde en los últimos meses los apagones se han prolongado hasta por ocho horas y cuya situación definen como humillante, irrespetuosa y desconsiderada.
José Méndez, residente de La Carucieña, manifiesta que en Lara cada vez se hace más cuesta arriba poder llevar una vida cotidiana, pues los constantes apagones los pone entre la espada y la pared. «Un día se va en la noche y al día siguiente se va desde la mañana, ahora ya ni siquiera podemos estimar una hora en la que pudiese regresar. Esto no es vida, esto es una falta de respeto«, denuncia.
Y es que los racionamientos eléctricos que se vienen registrando luego del megapagón de marzo de 2019, no sólo cambió la vida de los venezolanos, sino que además la modificó al punto que deben adaptarse a los cortes sin previo aviso y sin conocimiento de hora ni duración.
«Antes sabíamos que si se iba a las 12:00 pm regresaba sin falta a las 4:00 pm., o si se iba a las 6:00 pm regresaba a las 10:00 pm., pero ahora ya no es así», comentó Geovanny Vásquez, vecino de Nueva Segovia, quien narró la amarga experiencia de tener que sobrevivir sin la eficiencia en los servicios básicos.
«Esto es una tortura, no hay agua, no hay comida, no hay gas y de paso nos quitan la luz por 8 horas, esto es una humillación para todos los ciudadanos«, dice Vásquez, quien añade que siente mucha rabia e impotencia por no poder disfrutar de actividades tan sencillas como ver televisión.
Pérdidas materiales es otra de las consecuencias con la que deben lidiar los larenses con los apagones. En Barrio Unión, Carmen Puerta asegura que los cortes y recurrentes& ;bajones le han dañado casi todos los electrodomésticos. «Se me dañó la nevera, aire acondicionado y el tostiarepa, cada 12 horas se nos va la luz«.
Puerta contó que cuando se va la luz en la noche sale al porche de su casa para agarrar un poquito de «fresco» porque el calor y los zancudos dentro de su casa son insoportables. Relata que mientras camina debe alumbrar con el teléfono o «tantear» con el bastón para evitar tropezar y caer.
«Hoy se fue a las 10:00 am. Quién sabe cuándo llega otra vez», afirma con tristeza. «No podemos vivir sin luz y encerrados en la casa por la cuarentena como lo ordena el gobierno», remató.
Los guaros para hacer frente al gran brote de zancudos han optado por quemar cartón de huevos, cuyos efectos, aseguran, funcionan como plaguicida, o desempolvar los mosquiteros. «Antes a los zancudos los espantaba el ventilador, pero sin luz la mayoría de las noches nos toca aguantar los zancudos que no dejan dormir», dijo José Alberto Medina.
«Antes que nos dé el coronavirus lo que nos puede dar es dengue con ese montón de zancudos que no se va por nada, porque cada vez salen más y más», alegó Medina denunciando que en el estado desde hace mucho tiempo no se& ;realiza una jornada de fumigación.
Sin cocinar
Además de tener que acostumbrarse a los constantes apagones, los larenses deben también educar a su estómago a que habrá días en los que se irá a la cama sin comer porque las fallas en la distribución de gas se agudizaron desde que comenzó la cuarentena, y preparar los alimentos en cocina eléctrica es una tarea que ni MacGyver podría lograr en un país sumido en un caos que abarca incluso al combustible.
«Me tengo que levantar muy temprano para poder hacer el desayuno y el almuerzo de una vez porque si la luz se va a las 10:00 am., me quedo con hambre hasta que restablezcan el servicio», apuntó María Rodríguez, quien vive en el barrio El Carmen.
Rodríguez cuenta que pagaron por la bombona del gas, hace más de tres meses, sin embargo los camiones ni se asoman por la comunidad. «Cuando se va la luz y no he terminado de hacer la comida, mi hermano me da chance para cocinar en el fogón porque si no, me quedo sin comer», dice.
«Monté en la cocina eléctrica unas caraotas a las 6:00 am, estuvieron listas a las 11:30 am. Durante ese tiempo estuve con el rosario en la boca pidiendo a Dios que no se fuera la luz porque si no, nos toca pasar el día con hambre», comentó Nora Pérez.
Cocinar a fogón es la nueva modalidad de los guaros. Sin embargo, es una tortura, pues conseguir leña buena resulta cada vez más difícil y exponerse al humo genera problemas de salud.
Sin agua
La escasez de agua es otro dolor de cabeza. En comunidades como El Carmen, Andrés Eloy Blanco, La Carucieña y el norte de Iribarren el agua llega en forma de hilo y una vez a la semana, en el mejor de los escenarios.
«Pasamos mucho trabajo para tener agua. Desde hace tiempo aquí no nos llega por las tuberías es por eso que tenemos que cargar desde algunas tomas del río Las Damas», dijo Anderson Cherry, quien camina al menos una 10 cuadras para llevar agua a su casa en La Carucieña.
Aunque las autoridades han anunciado que hay un plan para llevar agua en cisternas a todas las comunidades, la realidad es completamente otra. Uno de los municipios que más ha reportado fallas es Palavecino.
«En Cabudare nunca han llegado esas cisternas que han prometido, necesitamos que se aboquen porque no somos camellos para aguantar tanto tiempo sin agua», reportó Dilcia Ruiz.
A sectores de Tamaca y El Cují no les llega el agua por tubería, por lo que tienen que comprarla a las poquitas cisternas que prestan servicio ante la falta de gasolina para trasladarse hasta allá. Pero lo que deben pagar son sumas rompebolsillos; una pipa común puede llegar a costar entre 200 mil y 250 mil bolívares, y mínimo requieren 5 pipas para llenar un tanque pequeño.
Ruegan a Dios
Los ciudadanos cuentan que cada día se levantan rogándole a Dios que su comunidad no haya sido incluida en el plan de racionamiento eléctrico o hídrico para poder gozar de al menos un día de todos los servicios.
En un recorrido hecho por LA PRENSA, larenses hacían un llamado a la gobernadora Carmen Meléndez para que tuviese piedad y cese los cortes eléctricos. «Para dormir sólo se necesita cerrar los ojos, pero teniendo hambre, sed, sofocados por el calor y lidiando con los zancudos, es imposible», dijo Lisbet Vásquez, vecina de Los Crepúsculos.
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