Osman Rojas | LA PRENSA de Lara.- Los síntomas empezaron como los de un resfriado común. Dolor de cabeza, tos, fiebre y malestar general fueron los primeros indicativos de que algo no andaba bien. Corrían los primero días de la segunda quincena del mes marzo (miércoles 18). Para ese entonces República Dominicana y el mundo entero estaban bajo la zozobra del coronavirus, agente patógeno que fue descubierto en China a finales del año pasado y que se propagó rápidamente por todo el planeta. Karla Colina no era ajena a esta realidad y empezó a sentir miedo por los que supuso era algo más que una gripe.
«Esto tiene que ser coronavirus», dijo a su hermana y a una amiga con las que comparte residencia en Santo Domingo, capital de República Dominicana. Sus compañeras intentaron calmarla pero los días pasaban y los síntomas no desaparecían. A los malestares iniciales se le sumó una fuerte diarrea, la pérdida de apetito y la ausencia de gusto y olfato. Eso preocupó mucho más a la joven de 28 años que tuvo que recurrir a una neumonólogo que atiende de forma online pues no tiene papeles y carece de un seguro.
«Aquí no hacen exámenes como en otras partes del mundo. Si uno no tiene papeles no lo atienden en los hospitales. Yo me quedé sin hacerme las pruebas y me enteré que estaba enferma porque mi hermana menor, que vive aquí conmigo, se enfermó a los pocos días. Ella sí tiene papeles y se hizo el cultivo que dio positivo», señala Karla en contacto telefónico con LA PRENSA.
Karla comenta que la presencia del coronavirus se extiende por más de un mes. Los síntomas no dan todos juntos pues cuando se mejora de algo aparece otro malestar que puede complicar la integridad de la persona. «La dificultad para respirar es lo más difícil pero cuando eso se va quedan otras cosas. A mí lo que más preocupaba era el dolor que tenía en la parte alta de los pulmones. Yo soy asmática y saber que tenía el virus y que estaba lejos de casa era lo más complicado», comenta.
Ahora mismo Karla no sabe si tiene la enfermedad. Está probando un tratamiento con azitromicina, paracetamol, vitamina c y vapores con menta y jengibre pero no puede medir el funcionamiento de esta terapia pues al estar de forma ilegal en Dominicana ella no tiene derecho a los controles que práctica el Estado. «Sufrir de esta enfermedad en el extranjero no es fácil. Yo le conté a mí mamá y ella me decía que se quería venir. Gracias a Dios a mí me dio por reírme y no me tomé el coronavirus con depresión pero no todo el mundo reacciona igual», comenta.
En el cuerpo de Karla los síntomas parecen haber desaparecido; sin embargo, la preocupación sigue presente en ella pues sabe que muchas personas en el mundo no tuvieron la suerte que ella tuvo. «A uno le da miedo porque sabe que de esto se ha muerto gente», es una de las reflexiones que, desde el extranjero, hace una joven que se fue por un mejor futuro y tuvo que hacerle frente a la pandemia del coronavirus sin papeles en una nación que no es la de ella y sin derecho a hacerse un examen.
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