Hace 27 años y 10 meses, la tierra se estremeció en Cariaco, estado Sucre. En la memoria de los rescatistas sigue vigente la imagen de niños tapiados en escuelas porque la ciudad se destruyó cobrando la vida de 73 personas, dejando 522 heridos y 6.800 damnificados.
Es el último terremoto de magnitud 6.8 registrado en Venezuela y fue en el oriente del país que históricamente ha sido más propenso a movimientos telúricos, por la Falla El Pilar. La sismicidad en el país está activa en todo el sistema montañoso andino (al que pertenece Lara), en los estados centrales y en la zona norte del oriente, donde habita el 80% de la población.
Debido a esa realidad, en el año 1982 se creó la Norma Covenin 1756, para desarrollar edificaciones antisísmicas, estableciendo criterios generales de construcción. Pero sólo en seis ciudades se han perfeccionado los estudios geofísicos, hidrológicos y sísmicos para determinar la vulnerabilidad precisa de los inmuebles y estructuras, y estas son: Caracas, Barquisimeto, Cabudare, Barcelona, Puerto La Cruz y Mérida, donde se han creado ordenanzas de Microzonificación Sísmica.
«Su objetivo es proteger a la población ante terremotos y servir de guías a las alcaldías para la planificación urbana, evitando nuevas construcciones residenciales y vitales en zonas altamente vulnerables», explicó Luis Andrade, ingeniero civil y geotécnico, quien junto a la UCLA y Funvisis lideró y fue pionero en caracterizar las microzonas sísmicas en el Área Metropolitana de Barquisimeto.
No se sabe ni cuándo ni dónde la naturaleza sorprenderá con un terremoto ni la fuerza que éste tendrá. Los investigadores sólo tienen una certeza: si en una ciudad ya se ha registrado un sismo, hay una alta probabilidad de que vuelva a ocurrir.
Los terremotos en Venezuela se dan por el contacto de las placas tectónicas Caribe (que se desplaza hacia el este) y la Suramericana (se desplaza al oeste), que en teoría se mueven entre 1.5 y tres centímetros al año. La zona donde chocan ambas placas la conforman tres sistemas de fallas principales en una franja de 100 km, que son: la de Boconó (Andes), San Sebastián (Cordillera de la Costa) y El Pilar (Serranía del Interior).
El estado Lara es afectado por la falla de Boconó y según explica Andrade, los sistema de fallas tienen como característica que en cualquier sitio puede ocurrir un sismo si se ha acumulado suficiente energía. Esta falla está en la parte del borde entre la placa Caribe y la placa Suramericana que se extiende por más de 500 kilómetros. Inicia en Colombia, pasa por los Andes, Centroccidente, Morón, Tucacas, el Golfo Triste, sale al Mar Caribe y se conecta con la falla San Sebastián, que afecta el centro-norte y costero del país.
Andrade comenta que en cierta manera los habitantes del estado Lara son «afortunados«, porque es una falla de transcurrencia donde el movimiento entre las dos placas es horizontal (se mueve una en paralelo a la otra).
«Eso quiere decir que hay un componente que restringe el movimiento y por eso los sismos registrados hacia el Caribe son de menor magnitud, en comparación con los que se han dado en México, Chile o Japón, donde hay fallas de subducción, que ocurren cuando una placa tectónica se sumerge debajo de otra», explicó.
En Lara, la falla pasa por el Monumento Natural Lomas de León, por el sur-este de Barquisimeto (Valle del Turbio), allí se bifurca y una parte continúa a Cabudare y otra atraviesa Santa Rosa, la redoma Divina Pastora, pasa cerca del Monumento Manto de María, continúa por La Ensenada, en la autopista Cimarrón Andresote en dirección a Yaritagua», manifestó. Todas estas zonas, tras el estudio de microzonificación, son consideradas de riesgo sísmico.
El ingeniero civil Luis Andrade, es sobreviviente del terremoto de El Tocuyo, en 1950. Para la época tenía año y medio de edad. Después a los 17 años, al estar de viaje en Caracas, le tocó vivir el terremoto del 29 de julio de 1967, de magnitud 6.6. Desde entonces surgió su interés en documentarse sobre los sismos.
Por cuestiones del destino, justo cuando ocurrió el terremoto de Cariaco, el 9 de julio de 1997, él hacía un postgrado de geotécnia en la Universidad Simón Bolívar, que lo llevó a levantar información al lugar de los hechos para su tesis. Y le impresionó tanto las consecuencias que tuvo ese fenómeno, que comenzó a trabajar en un proyecto de microzonificación sísmica en Barquisimeto y Cabudare.
Como era profesor de la UCLA, consiguió el apoyo de esta universidad y luego el de Funvisis. Sostiene que el gobierno nacional se interesó en el proyecto y financió la Microzonificación Sísmica de Caracas y Barquisimeto en simultáneo.
Aún recuerda como con un sismógrafo, se instalaban en las terrazas de los edificios, para determinar los periodos de vibración del suelo. Lo hacían pasada las ocho de la noche para evitar que el aparato capturara el ruido de los vehículos. También trabajaban con un acelerógrafo, que los ayudaba a determinar la intensidad del movimiento y como afectaba las estructuras.
«Eso nos permitía registrar la microzonificación, que toma en cuenta las características particulares del sitio». Después de hacer todo el levantamiento técnico de información, los investigadores tuvieron que esperar 9 años para que se aprobara la ordenanza en Palavecino y cerca de 15 años para que se aprobara en Iribarren. «Se sometió a grandes discusiones en las que participaron autoridades, constructores, ingenieros, personas de la sociedad civil, legisladores. Fue una lucha ardua que logramos hacer ley y ahora es de obligatorio cumplimiento«, manifestó.
La Ordenanza de Microzonificación Sísmica del municipio Palavecino, fue promulgada el 13 de julio de 2018 y en ella se establecen regulaciones de ingeniería estructural y sismorresistencia para todo el área del Centro Norte de Cabudare, porque son terrenos con alta amenaza sísmica. La ley estipula que para las edificaciones nuevas, sólo se permitirá alturas mayores de ocho pisos.
Por su parte, la ordenanza de Iribarren, divide en microzonas sísmicas las características del subsuelo: que es de roca firme, roca meteorizada y sedimentos de espesor variable y calidad del suelo superficial definida por el valor Vs30 (velocidad de onda de corte promedio en los primeros 30 metros).
«Siempre explico que hacia el Este de Barquisimeto, la roca está muy cercana a la superficie. Los edificios altos y esbeltos van bien, porque tiene una frecuencia baja. Se tiene que evaluar cuál es la frecuencia a la que va a vibrar el edificio dependiendo de su altura y su característica morfológica, y cuánto es la vibración del suelo, con qué periodo vibra. En el Oeste de Barquisimeto, por el contrario, los edificios altos no van bien y tienen que ser de sección (base), muy grande», alega el académico.
Señaló que hace dos millones de años, hubo un movimiento sísmico llamado pull-apart y se formó una cuenca de tracción, dejando una enorme fosa tectónica, que es lo que hoy se conoce como Valle del Turbio. Precisa que por esta razón, hay zonas que son más vulnerables que otras, como por ejemplo todas las construcciones que se han realizado cerca de la Avenida Hermano Nectario María, mejor conocida como Avenida Ribereña. «porque son taludes susceptibles a movimientos» resalta.
Igualmente en toda la parte de Santa Rosa, sobre todo las construcciones que se han hecho adyacente al inicio de la Avenida Lara y paralelas al Monumento de la Divina Pastora, allí constantemente ocurren deslizamientos de tierras, debido a que pasa la falla de Boconó.
Antonio Aguilar, docente e investigador en temas de emergencia, prevención y riesgo, sostiene que cualquier terremoto que supere la magnitud 7.5 en Venezuela, podría ser devastador por la fragilidad de las ciudades y porque en la historia sismológica del país la magnitud máxima registrada ha sido 6.8.
Luego del terremoto de Caracas en 1967, el Gobierno comenzó a preocuparse por crear estudios de zonificación sísmica en Venezuela y a prepararse para atender desastres naturales. Creó Funvisis en 1972 y posteriormente la Dirección Nacional de Defensa Civil.
En los últimos 20 años los investigadores reconocen que se ha avanzado mucho en términos de microzonificación sísmica y en la caracterización de fuentes sismogénicas que son las fallas geológicas. Después de crearse la Norma Covenin 1756, se empezó a aplicar una ingeniería sismo-resistente en el país, lo que representa que en teoría los edificios, viviendas y estructuras existentes, deberían aguantar sismos peores a los que se han registrado en la historia de Venezuela.
«Aunque sufran daños severos las estructuras no deberían colapsar y darle oportunidad a sus ocupantes de salir. Así la primera réplica lo termine de tumbar, porque están diseñados para soportar el sismo principal sin colapsar», refirió Águilar.
Sin embargo, puntualizó que a veces la norma no es garantía de nada en estos desastres naturales. Hay un antecedente tras el terremoto de magnitud 7.8 en el sureste de Turquía en 2023. Un país que tenía la norma sísmica más robusta de Europa del Este y sin embargo la mayoría de las edificios se desplomaron o quedaron gravemente dañados por el fuerte temblor.
Águilar informó que otras ciudades de Lara tienen un proyecto de microzonificación sísmica adelantado, pero ha faltado recursos para culminarlos y voluntad política de las autoridades locales para convertirlos en ordenanza. Estas son: El Tocuyo, Quíbor, por donde también pasa la falla de Boconó, y Carora.
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