Tienen el compromiso de imitar la vida de Jesús, de servir a la Iglesia católica, de llevar alegría y el evangelio a las comunidades rurales de Lara y de estados vecinos. Los jóvenes misioneros, en edades desde los 16 hasta los 30 años, nadan en contracorriente. En un mundo dominado por la tecnología, las redes sociales, el poder y lo material, ellos tienen una vida de servicio, discernimiento, contacto con los más necesitados y oración continua.
Algunos comenzaron a vivir con intensidad la religión católica motivados por las palabras que el papa Francisco dirigió a la juventud. «Hagan lío», fue un exhorto que les hizo desde el primer año de su pontificado, invitándolos a sacudir la pasividad, la comodidad y a participar en una iglesia abierta, dispuesta a transformarse por la energía y creatividad de los jóvenes.
El presbítero Balbino José Angulo, director de Obras Misionales Pontificias (OMP) de la Arquidiócesis de Barquisimeto, explica que todo aquel que esté bautizado está llamado a vivir en comunidad eclesial y en espíritu misionero.
«La juventud misionera son aquellos que disponen de ser testigos valientes del evangelio de Cristo y están dispuestos a anunciar la Palabra de Dios. Pero también es vivir lo que predican. Ese es el trabajo de todos los cristianos: anunciar con nuestra vida, palabras y acciones que hay un Jesucristo vivo y resucitado», expresó. Afirma que la Arquidiócesis de Barquisimeto tiene uno de los movimientos de apostolados y de servidores de la iglesia más grande de Venezuela.


Jóvenes misioneros buscan ser cristianos auténticos a través del servicio y la ayuda a las comunidades
Ser misionero es un estilo de vida que implica viajar a comunidades lejanas para llevar la Palabra de Dios. A María Laura Ruscica, una joven de 23 años, la vida le cambió cuando conoció a una señora de 99 años en Sanare, municipio Andrés Eloy Blanco, que había perdido su vivienda tras la crecida de una quebrada.
«La señora se había quedado sin nada. Su casa estaba destruida, pero aún así nos recibió a un grupo de jóvenes que estábamos misionando, y nos escuchó cuando hablábamos del evangelio. Ella estaba ciega, no podía hablar bien, pero terminó dándonos una gran lección: su amor y agradecimiento a Dios por ser una sobreviviente de esa tragedia cambió mi manera de ver el mundo. Sin tener nada, lo que la mantenía en pie era su fe al Señor», rememoró.
María Laura comenzó su trabajo misionero a los 14 años, cuando formó parte de Soñar Despierto, una asociación civil católica comprometida en ayudar a los más necesitados, sobre todo a la niñez más desprotegida. Dos años más tarde ingresó al Regnum Christi, un movimiento católico internacional en donde los jóvenes laicos son un pilar fundamental de su apostolado.
«Pudiese definir la vida misionera como vivir en alegría. Soy una persona que siempre intenta emular la vida de Jesús y llevar su mensaje, amando al prójimo. Para mí la verdadera felicidad es el servicio», afirma la también estudiante de ingeniería en producción de la UCLA, que compagina su vida entre los estudios y su comunidad eclesial, misionando cada Semana Santa y en el mes de diciembre.
Aún se emociona cuando recuerda que en 2023 participó en la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa, Portugal, donde se reunieron 3.5 millones de personas para escuchar al papa Francisco, y verlo de cerca. En ese evento, él pidió a los jóvenes «convertirse en constructores de la iglesia y protagonistas de la historia».
«El papa hablaba un lenguaje sencillo como los jóvenes. Él nos acercó a una iglesia que siempre ha sido muy ortodoxa, para enseñarnos a vivir en una iglesia juvenil. Nos mostró a Cristo vivo, un Cristo amigo, que ríe y baila, pero que también es nuestro salvador y redentor», manifestó.
Carlos Romero es un misionero, de 23 años, que lleva nueve meses formándose como voluntario del Regnum Christi y esa entrega por el servicio y la iglesia le llevó a tomar la decisión de dejar su familia, estudios de medicina y trabajo en busca de una formación espiritual más profunda como laico.
Es de oración y eucaristía diaria. «Hacer un año de colaborador es un regalo que Dios nos da. Estoy viviendo en la casa de los sacerdotes del Regnum Christi y viviendo en comunidad. Se reza el rosario y va a misa todos los días. Es fuerte porque me fui de mi casa, renuncié a un trabajo, dejé un poco de lado a mis amigos por el amor pastoral y a Dios», confiesa. Su propósito es formarse más en el evangelio emulando la vida de Jesús y ese ejemplo de desprendimiento que también siguen los religiosos. Sostiene que no planea ordenarse como sacerdote porque tiene vocación por la familia. Pero hacer sacrificios le ha dado norte a su vida.


El sacerdote Elías Sayegh, director de la Pastoral Juvenil del Regnum Christi en Barquisimeto, indicó que la Juventud Misionera son los muchachos que van en Semana Santa o en diciembre a alguna comunidad remota de Barquisimeto o el interior de Venezuela, para vivir estas fechas más cerca de Dios. Lo hacen desde la sencillez, el desprendimiento y la humildad.
Afirma que esta federación católica también tiene proyectos formativos de evangelización. «Intentamos que los jóvenes se formen de manera integral; es decir, en vida espiritual, pero también intelectual, una formación humana en cuanto a fuerza de voluntad, valores, saberse relacionar con los demás y también formación apostólica, eso quiere decir que emprendan proyectos que ayuden a otras personas a acercarse a Dios», refirió Sayegh.
Su formación espiritual consiste en hacer todos los días alguna oración, rezar el rosario o meditar el evangelio del día. Se confiesan cuando lo necesitan y en la semana hacen un «Encuentro con Cristo», que es reunirse como equipo, leen la Biblia y conversan de alguna temática que les ayude. También un día de la semana participan en «La Hora Eucarística», que es ir a la iglesia y orar ante el Santísimo expuesto.
Esta entrega y constancia ayuda a transformar la vida de los muchachos. «Les ayuda porque están en una edad clave para tener amigos sanos. Esto les permite dirección espiritual con un sacerdote y tomar decisiones. También pueden lidiar con situaciones que les afecta en su familia, estudios, novias, amigos. Esto también les ayuda a tener un punto de referencia que les guíe. Y lo más importante, les permite sentirse útiles en poder ayudar a otras personas, en poder involucrarse en causas nobles y eso llega a ser para ellos algo apasionante», argumentó.
Si Valentina Chirinos, joven de 22 años, comunicadora social, volviera a nacer, afirma que escogería nuevamente ser misionera.
«Sacrificas la comodidad, salir de tu zona de confort, los privilegios, para estar al servicio de los demás», exclama. Vive bajo la filosofía de San Ignacio de Loyola: «amar y servir».
Cada vez que sale de Barquisimeto tiene a su cargo un grupo de 12 jovencitas, que como ella son apasionadas en cada retiro espiritual que consiste en llevar la Palabra de Dios a las comunidades. Cuando misionan llegan a dormir en el piso y caminar kilómetros para adentrarse a caseríos inhóspitos.
Se topan con la pobreza, pero más aún con la necesidad espiritual. «Más que algo material, hemos comprobado que las personas lo que necesitan es que las escuchen», afirma.