martes, 5 noviembre 2024
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Jóvenes abandonan el aula de clases y migran al comercio informal

Luis F. Colmenárez | LA PRENSA DE LARA – La severa crisis que vive el país ha truncado el sueño de los jóvenes que en su imperiosa necesidad de producir dinero y llevar comida a la casa, han abandonado sus carreras universitarias y han migrado al comercio informal.

Las calles del centro de Barquisimeto han comenzado a llenarse cada vez más de rostros de una juventud que en lugar de estar dentro de un aula de clases, caminan una gran cantidad de kilómetros o están detrás de un tarantín vendiendo rubros como ropa, enseres domésticos y golosinas.

Muchos de ellos a duras penas lograron finalizar el bachillerato, otros desde antes de graduarse ya andaban dando tumbos en la capital larense.

«Yo quería ser abogado, esa era mi meta pero ahora debo ser el sostén de mi casa para alimentar a mi esposa y a mi hijo recién nacido» cuenta Jeiker Camejo, quien desde muy chamo ha tenido que «patear la calle» en busca de ingresos. A diario, saca su carrito de barquillas cruzando los dedos para que sea un día productivo.

Historias como la de él son muchas, otros dejaron atrás la idea de ser médicos, ingenieros o arquitectos al tener que enfrentarse a una realidad que les ha arrebatado sus ilusiones de superarse.

Pero no solo los estudiantes sufren, ya que hay profesionales en diversas áreas que deben buscar un plan B que les permita sobrevivir en medio de la grave situación económica que los agobia.

Erick Rodríguez es médico egresado de la Universidad de Ciencias de la Salud y trabaja en el hospital Dr. Juan Daza Pereira de Barquisimeto, un trabajo que combina con la venta de ropa en el centro. «Un médico gana Bs. 15 millones al mes, si bien es una ayuda, no nos alcanza para comer, por ello en mis días libres vengo al centro a ganarme la vida» relata.

Rodríguez expone que al vender prendas de vestir por 10 dólares, obtiene dinero extra que le permite cubrir los gastos de su familia.

Pandemia los arrincona

La llegada de la pandemia ha hecho que sus días de trabajo se vuelvan todo un dolor de cabeza.

Las restricciones impuestas por el Gobierno los mantiene entre la espada y la pared, ya que el comercio informal es la única vía que tienen para obtener ganancias.

Piden que se les permita laborar libremente, pues se comprometen con respetar las medidas de bioseguridad.

 

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