Los estilos musicales del género urbano dominan el mercado global, las redes sociales, el marketing y las plataformas de streaming. Educadores, terapeutas y músicos instan a los padres y representantes a estar atentos a lo que están escuchando niños y adolescentes, porque sonidos, ritmos y letras de canciones de reggaetón, hip hop, rap o trap influyen en su comportamiento, rendimiento escolar o autoestima.
Marilyn Muñoz, musicoterapeuta, sostiene que aunque la batería y el bajo en el reggaetón tienen un ritmo que se asemeja a los latidos del corazón, la narrativa de las canciones está cargada de violencia y colocan a la mujer como objeto sexual. «Esos mensajes tan agresivos quedan en el inconsciente de los niños», exclama. Y es que está científicamente comprobado que la música y las emociones comparten la misma región del cerebro: la corteza prefrontal.
«Lo único que recuerda el ser humano para toda la vida es su memoria musical, incluso pacientes con enfermedades degenerativas, como el alzhéimer, pueden olvidarse de todos menos de su memoria sonoro musical», puntualiza Muñoz.
Numas Araujo, líder del Programa de Música Popular y otros Géneros en el estado Lara, explicó que la música es lo primero que aprenden a copiar los infantes. Desde el vientre materno la música estimula el feto y es un vínculo afectivo entre el bebé y la madre. En sus primeros meses, si bien los bebés no comprenden el significado de las palabras de sus padres, por la musicalidad de estas pueden entenderlos.


Especialistas alertan efectos negativos de la música violenta y sexualizada en niños
Laura Igarra, presidenta del Colegio de Licenciados en Educación en Lara, sostiene que en las aulas de clases los niños llegan a decir groserías o a pelearse con sus compañeros, porque llegan a tener influencia de lo que dicen las canciones que escuchan, o porque buscan modelar la imagen que transmiten los cantantes del reggaetón o el trap en las redes sociales. Incluso se hipersexualiza a niños, comienzan a tener una curiosidad sexual más temprana, o hay niñas cuyas madres las maquillan o visten de acuerdo a una edad que no es la apropiada, o aprenden a bailar imitando a los adultos.
«Los niños reflejan lo que aprenden en el entorno familiar o cultural en que se desenvuelven. Si sus padres les permiten escuchar letras con lenguaje soez, las cantan, las bailan, ellos lo van a imitar y van a creer que están haciendo algo bien si no se les corrige o se les inculca valores», manifestó.
En el caso de los adolescentes, el profesor Numas Araujo, sostiene que aunque a partir de los 12 años tienen más criterio, muchas canciones pegajosas y muy difundidas les aportan una visión equivocada de las relaciones personales. «Hay canciones que hablan de mafias, delincuencia, violencia callejera, narcotráfico, entonces algunos se ven influenciados por esa violencia. Los artistas del género musical exhiben relojes de oro, cadenas, ropa de lujo como símbolo de ostentación, y entonces el joven crece con la idea de darle mayor importancia al materialismo«, opinó.


Letras vacías
Los humanos por naturaleza son seres musicales porque todas las etapas de la vida suelen estar representadas por música. Los neurocientíficos han comprobado que esta puede influir en el rendimiento escolar y en la concentración.
«Si evaluamos algunos temas de reggaetón, podemos darnos cuenta que predominan los instrumentos de percusión como la batería, con ritmos básicos. Se escucha mucho el bajo con un sonido binario. Los acordes son mínimos. Y además no tiene melodía, porque usualmente los cantantes no cantan, hablan, y si a eso se le suma que las letras son vacías, entonces estamos ante una música que hace que no trabaje el cerebro, no estimula la curiosidad», sentenció Araujo.
La música sana
Marilyn Muñoz es directora del Centro de Musicoterapia Benenzon en Venezuela, ubicado en la carrera 17 entre 55 y 55A de Barquisimeto, donde a través de ritmos, melodías y armonías llegan a mejorar la calidad de vida de pacientes con alzhéimer, con cáncer, depresión, en duelo u otras enfermedades, y también ayudan a niños con problemas motores, del lenguaje, disfemia o tartamudez.
«Trabajamos con instrumentos musicales y con elementos sonoros como el agua«. Allí el terapeuta no dirige la consulta hablando. Toca instrumentos musicales y le permite a los pacientes tocarlos también. No cuidan la estética musical ni se centran en que el paciente sepa tocar un instrumento.


«La musicoterapia es una disciplina aliada a las ciencias de la conducta. Utiliza los elementos de la música para abordar objetivos terapéuticos específicos. Trabajan con la historia sonoro-musical de los pacientes, porque la música está presente en la vida desde el vientre materno», explica Muñoz.
El creador de esta terapia en el mundo es Rolando Benenzon, quien desarrolló la carrera de musicoterapia en la Universidad del Salvador, en Argentina. Él realizó diferentes investigaciones sobre el sonido y entonces se dio cuenta que a través de lo no verbal el paciente expresa más. «Vale más un silencio que mil palabras, y las palabras se pueden adornar, yo le puedo preguntar a alguien cómo está y esa persona me dice que bien, aunque esté pasando por una depresión, pero si se le da un instrumento puede drenar, se activa el inconsciente«, afirma.
Comenta que un niño con disfemia o tartamudez, se puede abordar trabajando el ritmo, que es un elemento de la música a través de canciones, adivinanzas, versos, ejercicios de vocalización, articulación que le permitan hablar mejor.


«La música activa la atención, la concentración y la memoria«. En el caso de pacientes deprimidos, o que están atravesando un duelo lo conectan con música alegre, que invite a moverse, que tengan mensajes de empoderamiento, ritmos rápidos para conectar con las ganas de vivir», argumenta.
Un terapeuta debe primero investigar la historia sonoro-musical del paciente, relacionada con su cultura, lugar de nacimiento. Las personas que nacieron en el Zulia están rodeadas de vivencias con gaitas y las del estado Lara, más vinculada con el tamunangue, el golpe tocuyano. Todo eso es tomado en cuenta para una consulta con esta disciplina.
Muñoz, también trabaja con las mujeres embarazadas aplicando musicoterapeuta focal obstétrica, para garantizar que el niño nazca de manera placentera. «La música abre esos lazos afectivos en la comunicación mamá-bebé y se debe involucrar al papá y a la familia. El bebé se mueve en el vientre cuando nosotros le colocamos música o tocamos algún instrumento», comunicó.
Afirma que esta disciplina científica da momentos de felicidad a los pacientes, puede ayudar en la motricidad fina y gruesa, en personas con párkinson ayuda a recuperar la marcha y hasta es beneficiosa para los niños autistas, así como en pacientes que están en terapia intensiva o en etapa terminal.


«La música te ayuda al encuentro con lo divino. También hay música que mata o que es contraproducente, por ejemplo, un paciente con epilepsia tenemos que tener mucho cuidado, porque hay un tipo de epilepsia musicogénica, en la que las convulsiones son desencadenadas por estímulos musicales específicos», resaltó.
Asimismo, hay música que evoca sentimientos de tristeza profunda, melancolía, despecho, nostalgia o desamor. Al escucharlas, las personas conectan con sus emociones y recuerdos. Para un paciente con depresión o duelo, ese tipo de música no le beneficia. Debe escuchar melodías que inviten a una actividad placentera, a la resiliencia.
Además, en el Centro Benenzon forman especialistas en musicoterapia sensorial no verbal, para aprender a trabajar con todos los sentidos del cuerpo. «Con el inconsciente, con el preconsciente, con el consciente«, resalta Marilyn Muñoz, quien además es profesora de Educación Musical de la UPEL y se especializó en Argentina en musicoterapia, teniendo actualmente más de 40 años de experiencia.