Contar con una campaña de sensibilización permanente, compromiso familiar, apoyo en transporte y planteles educativos regulares competentes para la integración desde la formación académica son las preocupaciones de directivos y docentes de centros de educación especial, para que se garantice la escolaridad a estudiantes con discapacidad o alguna condición neurodiversa.
Es un personal que aprecia el valor de la matrícula, más allá de la cantidad, entendiendo que se trata de estudiantes que necesitan de atención diferente para el rendimiento académico. De allí, la necesidad de difundir campañas permanentes que promueven la empatía, los derechos a la educación y que se conozca el trabajo que vienen realizando para el incremento del número de estudiantes. Es un mundo de posibilidades que descubren los niños durante su proceso de aprendizaje.
Plantean la posibilidad de contar con la colaboración de profesionales que mantengan estas propuestas en redes sociales, como canales en constante movimiento para una mayor interacción y despertar interés en la colectividad.


Docentes sacan adelante proyectos de inclusión
Con miras a empezar a lograr ese reconocimiento público, el profesor Peter Barrios, director de la unidad de educación especial Luis Braille, precisa que en 2024 arrancaron con el proyecto «Conoce mi escuela», cuya primera fase abarcó la visita a centros de atención oftalmológica y a ópticas, para que estos recintos repliquen la información de las inscripciones abiertas permanentemente. Quieren que sepan de su dedicación formativa con especialistas y que recomienden a los padres la inscripción de su hijo con problemas de visión.
La matrícula de este centro educativo, en la actualidad es de 68 alumnos. Barrios precisa que mantienen la matrícula, conociendo las necesidades principalmente en sectores populares, en virtud de que atienden alumnos de zonas lejanas al plantel ubicado en Patarata, al este de Barquisimeto, estado Lara, y que provienen de las parroquias Unión, Ana Soto y Juares, así como de Duaca y del estado vecino Yaracuy.
Para el año 2026 aspiran aplicar la segunda fase de este proyecto, con el abordaje a planteles regulares públicos y privados, reiterando la importancia de la inclusión y la empatía para ofrecer las oportunidades de aprendizaje a estos alumnos.
Mientras, en la unidad educación especial María Meléndez de García, su directora, Maylín Lobo, se preocupa por el descenso de la matrícula a 21 estudiantes con problemas auditivos, cuando solían superar los 100 alumnos.


Desean el apoyo de algún conocedor del manejo de las redes sociales, para difundir la información en diversas plataformas digitales sobre la formación con especialistas y motivar a realizar el curso de lengua de señas venezolana. Destinan los días viernes para visitar planteles educativos, centros asistenciales, centros comerciales, instancias públicas y del sector privado. Sus vías de comunicación, actualmente sólo es interna, a través de un grupo WhatsAap entre docentes, personal administrativo y representantes que sólo actualizan en aspectos puntuales de convocatorias a reuniones.
Otro punto de interés es el compromiso familiar, con padres que no sobreprotejan a sus hijos y entiendan lo fundamental de la formación, para su seguridad y la posibilidad de inclusión laboral, siendo adultos. En el caso de dificultad visual, en la escuela Braille reconocen el esfuerzo que realizan representantes al gastar cuatro pasajes diarios y considerando las inasistencias que puedan tener aquellos provenientes de Duaca y Yaritagua.
«Querer es poder y tenemos algunos representantes que hacen todo lo posible para garantizarle la formación a su hijo», señala Barrios, de un señor que necesita la autorización por escrito para poder trasladar a su hija en moto, la cual presenta en puntos de control vial y explica que es el único medio de transporte para traerla a clases.
Reconoce lo práctico que sería el apoyo con transporte y los representantes tengan menos dificultades. Además de aplaudir la consideración de la mayoría de transportistas de la Ruta 7, que cumplen con la exoneración del pasaje, esperan con calma hasta que puedan subir o bajar el estribo, así como sentarse, teniendo las mismas consideraciones para el personal del plantel.
«Es lamentable cuando falta la conciencia de respeto en la sociedad y nos dejan sin accesos», precisa el señor Elvis Hernández, quien se mantiene en formación, pese a su problema visual.
En cuanto a la comunidad sorda, la profesora Lobo recuerda que los padres no pueden ser tan desprendidos y entiendan que el apoyo es indispensable para sus hijos, para que puedan contar con la escolaridad. «Algunos no salen de la negación y se pierde tiempo que pudo aprovecharse con la formación especializada», dijo y recordó que el producto de esos sacrificios se retribuye con la madurez en el niño, dominando la lengua de señas y hasta aprendiendo a leer los labios, cuando se gesticula cada palabra.
Admite que las limitaciones en traslados es una de las principales trabas que enfrentan los representantes, principalmente residenciados en Duaca, kilómetro 16 en la vía Quíbor y Bobare. Son trayectos largos con una tarifa de pasaje que supera a la urbana y genera cansancio en los alumnos. Tienen previsto solicitar apoyo ante la Alcaldía del municipio Iribarren con una unidad de TransGuaro.


Más competentes
Las experiencias recientes que han tenido en estos dos planteles de educación especial, coinciden en que han recibido varios alumnos provenientes de planteles regulares con tantas deficiencias y hasta al punto de estar prácticamente analfabetas.
«Todos los planteles deberían tener esas competencias y no conformarse con sólo la admisión, porque se trata de un proceso de acompañamiento», señala Barrios y lo indispensable de canalizar los casos directamente a la atención especializada que se brinda en la escuela Braille. Es contar con docentes que tienen experiencia en estos casos y se incorporan a los cambios, para planificar en función de las estrategias que permitan asegurar el aprendizaje.
Tal metodología también es recordada por la profesora Lobo, al entender que un docente con más de 25 alumnos le será difícil atender a varios con discapacidad. «Insistimos en que la comunidad sorda es inteligente, pero la primera formación debe ser con docentes especializados», considera, y luego que sean incorporados a planteles regulares.
Cuestionan que se les nieguen las posibilidades a estos alumnos.


Los esfuerzos de la familia con frutos
Cuando se habla de sacrificios por el desarrollo cognitivo de sus hijos, hay padres que hacen todo lo posible por garantizarle la educación y siempre luchan contra las barreras que les imponen, como discapacidad. Madrugan, tienen gastos en pasajes y en ocasiones no consiguen dinero y dedican toda la mañana para el acompañamiento, mientras se encuentran esperando hasta que termine sus clases.
La señora Yodeiny Suárez tiene dos hijos con problemas de audición y viven en El Trompillo, le cuesta trasladarse hacia la urbanización Patarata y así su primogénito, de 13 años, sea atendido en la escuela María Meléndez de García. Agradece los avances con la lengua de señas desde que inició en preescolar a sus cinco años de edad y se encuentra a poco tiempo de culminar su primaria.
«Cuando empezamos, no sabía nada y ya tiene seguridad hasta para trabajar en equipo», dice complacida de ese esfuerzo que le cambió la vida, al punto que le gusta entretenerse pintando. Lo único que lamenta es que a veces tiene varias inasistencias, cuando le falta dinero para cubrir los pasajes y también en los momentos que su abuela tiene recaídas de salud, necesitando del cuidado de Suárez.
Señala que al culminar la etapa escolar de su hijo mayor, le tocará iniciar el mismo proceso con el otro hijo. Una situación que no le permite trabajar, pero que entendió la necesidad de sus hijos y así asegurarles el futuro con seguridad e independencia.
Otro caso es una niña, de 10 años de edad, quien asiste durante dos días a la semana a este plantel y así complementar su formación en la escuela regular, pese a su dificultad auditiva. Su madre es Mariana Vanessa Manganelli y viven en Pueblo Nuevo, al oeste de Barquisimeto, teniendo que recorrer casi toda la ciudad para poder llegar a la clase.
Repite la misma situación de la señora de El Trompillo y admite que lo realiza para que su niña pueda contar con una formación completa. «Mi hija ya sabe con más detalles la lengua de señas y le facilita su proceso de aprendizaje», señaló, admitiendo la necesidad de que los planteles educativos se preparen para atender este tipo de casos.
Con estos testimonios, sólo tenemos dos casos que comprendieron el valor del compromiso familiar, considerando que los hijos merecen su autonomía y la toman desde el rendimiento escolar. Se entiende que no ha sido fácil, pero siguen confiando en los resultados positivos de esta dedicación de lleno a sus hijos.


