Luis F. Colmenárez | LA PRENSA DE LARA.- Hincado y con la mirada puesta en el cielo, así es como Jhonny Riera pide a Dios que pase algún cliente para poder llevar algo de comer a su hogar, donde lo esperan su esposa y sus tres hijos. Él, al igual que muchos, es uno de los vendedores de artesanía de aluminio que por décadas se han situado a orillas de la avenida Florencio Jiménez, cerca de Quíbor.
Comenta que en las últimas dos semanas no ha vendido ni siquiera uno de los artículos que ofrece. Afirma que los hornos, budares, girasadores, calderos y parrilleras ya no se venden como antes y responsabiliza de manera directa a la crisis por combustible que ha azotado al estado Lara durante las últimas semanas.
Y es que su actividad comercial depende netamente del turismo. La mercancía es comprada más que todo por las personas que visitan poblaciones y alrededores de Cubiro y Tintorero, ambos reconocidos por el trabajo de sus artesanos. Pero ahora, en medio de la crítica situación que se vive con respecto a la gasolina, son muy pocas las personas que transitan por la zona.
Cada día los vendedores llegan a sus puestos a las 7:00 am. Ahí desayunan y almuerzan mientras ven pasar uno que otro vehículo que ni por error se detiene, a por lo menos consultar precio.
Katy Carucí es otro de los rostros que pueden apreciar los conductores que pasan por la zona. Declara que la mayor parte de sus jornadas le toca retornar a su casa con la decepción de no haber vendido siquiera un budare, cuyo valor va desde los $7 hasta los 15 billetes verdes.
Comenta que muchos han tenido que crear combos para incentivar las ventas, pero ni siquiera así lo logran.
«A veces ofrecemos tres calderos por 10 dólares, o juntamos el girasador con el budare en 20 dólares», dice.
Asimismo, expone que muchas veces les toca dejar ir la mercancía a un precio inferior. «Hay personas que nos dicen tengo sólo 10 dólares y bueno, toca dejarla a ese costo porque es peor no vender nada», sostiene.
Algunos, incluso han abandonado los puestos, pues no hay ingresos de ningún tipo.
«Veníamos muy bien, pero desde que empezó todo el problema de la gasolina ya la gente no sale. Imagino que los que logran equipar prefieren quedarse en sus casas y utilizarla para lo más esencial», dice Katy.
Los vendedores aseguran tener sus esperanzas puestas en la Semana Santa para ver si de una vez por todas logran recuperarse de la sequía financiera que los ha estado agobiando.