Luis Marchán | LA PRENSA de Lara.- Para poner «chulito» un carro se necesitan millones. Los autoperiquitos, accesorios para embellecer y mejorar los vehículos, subieron sus precios de manera descomunal, primero por la hiperinflación, extendida en todo el territorio nacional que golpea a los comerciantes y segundo porque estos son importados, lo que genera un costo «extra» por cada producto.
«Sólo se venden las bombillerías y lo más esencial, pues es lo que más hurtan los malandros o lo que queda roto tras los choques, como los stop, faros, micas y cables, el resto de los productos quedan como exhibición», declara Argenis Sánchez, vendedor de una tienda de autoperiquitos por los lados del Terminal de Pasajeros, quien además califica la situación como demasiado difícil, «Lo que provoca es agarrar palco», dice el hombre.
Por su parte, Ángela Uzcátegui, vendedora de este ramo, comentó que los spoiler, aplicables cromados, parrilla de techo y hasta los forros de los asientos, ya no son solicitados como año anteriores, sufriendo un bajón del 80 % en ventas y producción, «porque los conductores tienen otras prioridades como alimentos y medicinas».
Los choferes que no cuentan con recursos para instalar un accesorio de lujo, prefieren no adornar sus carros y solamente ponerle el papel ahumado, aunque también deben chillar los precios a los instaladores para que les cobren a carros pequeños entre 100 mil a 150 mil bolívares, mientras que para la camioneta, pisan los 180 mil y 200 mil bolívares.
Quebrados
Las ventas de autoperiquitos y accesorios han sentido el coletazo del dólar, trayendo como consecuencia que propietarios de 30 establecimientos pequeños y medianos en Lara hayan cerrado sus negocios por no alcanzarles la plata para el pago del personal y de arrendamiento, este último cobrado en 50 dólares como mínimo, que al cambio equivalen a 1 millón 073 mil 388,50 mensuales, según administradores consultados de este rubro en Barquisimeto.
«Como las ventas han bajado en un 70 por ciento los propietarios prácticamente rematan, arriendan o simplemente cierran sus negocios porque no son estables económicamente y los que sobrevivimos luchamos para no bajar las santamarías», dijo Graciela Aponte, encargada de un local especializado.