Luis F. Colmenárez | LA PRENSA DE LARA – Entre la espada y la pared. Así es como se sienten los comerciantes informales que desde hace años se ubican en las aceras del centro de El Tocuyo en busca de llevar el pan de cada día hasta sus hogares.
Tras la llegada de la pandemia, estos vendedores han visto limitadas sus ganancias. Manifiestan que además del coronavirus, las restricciones que ha aplicado el Gobierno para evitar contagios, han pasado a ser un duro golpe para su bolsillo.
Mientras en años anteriores podían permanecer en sus puestos hasta altas horas de la tarde, hoy día solo tienen permitido hacerlo en un horario reducido que muchas veces se queda corto y no les da la oportunidad de realizar siquiera una venta.
«Los días de cuarentena podemos trabajar hasta las 12:00 del mediodía, mientras que en las semanas de flexibilización el horario es hasta las 2:00 pm, pero igual es muy poco tiempo para que nosotros podamos trabajar» destaca la señora Blanca Álvarez, quien desde hace tres décadas se mantiene en el mismo lugar vendiendo cualquier tipo de mercancía.
Blanca afirma que las ventas han estado flojas y hay días en los que retorna a sus hogares sin un bolívar en su bolsillo o cuando mucho 5 dólares que no alcanzan para cubrir los gastos alimenticios de su hogar.
Al centro también han comenzado a llegar personas que en medio de la crisis quedaron sin empleo y buscan la manera de encontrar una entrada de dinero, por lo que no consideran justo que sus jornadas de trabajo se vean interrumpidas.
Los vendedores exponen que en caso de no cumplir con el horario establecido, pueden llegar a ser multados.
La falta de efectivo también les ha pegado duro a los vendedores informales.