Daniela Valladares | LA PRENSA.- Manchas rojas en el estómago y brazos se observan en el cuerpo de Beatríz García. La picazón le quitó el sueño desde hace más de 6 meses, todo a causa porque hace más de un año las aguas negras se desbordaron y más de 20 familias se ven afectadas por convivir entre la hediondez.
En la esquina de la vereda 16 y 17 con calle 4 del sector II de José Gregorio Hernández, al oeste de la ciudad, las aguas servidas parecen un río que humedecen todo el asfalto y el mal olor se esparce hasta tres cuadras de la comunidad, donde residen niños y adultos mayores, quienes también se han visto afectados con dolores de cabeza, alergias y enfermedades estomacales.
“La doctora me dijo que las ronchas que me aparecieron en la piel eran producto del colapso de cloacas. Esto se convirtió en un problema de salud pública, hemos ido a todos los entes correspondientes y no nos toman en cuenta en ningún lugar”, comenta García mientras enseña los reportes médicos.
Las nubes de moscas y zancudos es otro problema que no deja ni comer en paz a los vecinos, la señora Sobeida Rangel, expresa que sus nietos siempre se quejan a la hora del almuerzo porque tienen que ingeniárselas para espantar a los animales.
“Me dicen: abuela, abuela no puedo comer con tantas moscas que atacan el plato”, confiesa Sobeida.
Vecinos aseguran que creyeron ver la luz al final de túnel cuando el 7 de diciembre del año pasado, una cuadrilla de Hidrolara llegó con camiones de granzón y marcaron la calle para comenzar el trabajo de destapar la tubería, pero así como llegaron los ingenieros se fueron y más nunca volvieron, lo que dejaron fue un reguero de tierra.
Cansados del calvario, se dirigieron a la empresa hidrológica para solicitar respuesta porque no aguantan vivir en esas condiciones.
“Nos avisan que no hay presupuesto porque hay que sustituir la tubería completa pero estamos al borde de la locura de tanto inhalar esa pudrición”, dijo molesto Manuel Sivira, quien vive justo frente al bote de agua.