Osman Rojas D | LA PRENSA de Lara.- La inflación sigue siendo el gran problema de los enfermos en Venezuela. Aunque desde hace unos cuatro meses los laboratorios han cambiado la manera de comercializar sus productos para hacer más asequible el medicamento a los pacientes, esto no es suficiente, pues las personas dicen que ahora las cajas de medicamentos traen menos y son más caras.
La pastilla Losartán potásico en presentación de diez pastillas con un precio de 540 mil bolívares y la azitromicina de cinco pastillas con un coste de 380 mil bolívares son algunos de los cientos de ejemplos que se consiguen en las farmacias.
Estos medicamentos por lo general vienen en presentaciones de 30 y 7 pastillas respectivamente; sin embargo, el alto costo de estos medicamentos llevó a los laboratorios a innovar para que el producto no se quedara en el anaquel. «Prácticamente los enfermos compran de pastilla en pastilla», señalan los regentes de farmacias consultados.
Omar Álvarez, presidente del Colegio de Farmacéuticos en el estado Lara, explica que esta estrategia se ha quedado en nada, pues la venta de medicamentos es cada vez menor. «La realidad es que no todo el mundo tiene para pagar un remedio. Las personas no están comprando sus tratamiento aunque los laboratorios se esfuercen en dar alternativas a los enfermos», comenta.
Freddy Ceballos, presidente de la Federación Farmacéutica Venezolana (Fefarven) ha denunciado en reiteradas ocasiones esta situación argumentando que, al no haber producción en el país, lo poco que está en el mercado se cotiza. «Se perdió la soberanía farmacológica».
Tan altos son los costos de los medicamentos en las farmacias que, de acuerdo a datos aportados por los mismos regentes, en los últimos meses las ventas han caído por lo menos un 50%.
Dicho de otra manera, las droguerías ahora venden sólo la mitad de lo que vendían en enero del año pasado. «Hasta un jarabe para la tos cuesta entre 220 y 350 mil bolívares. La gente prefiere gastar eso en comida», dice Enmanuel Mujica, vendedor de una farmacia en el centro de la ciudad.
Las dificultades para adquirir los medicamentos deja contra las cuerdas a los enfermos, pues las diversas asociaciones de pacientes crónicos en Lara coinciden en que el 80% de los enfermos, ocho de cada diez censados, no cumplen con regularidad sus tratamientos. «Hay enfermos que toman sus pastillas un día sí y tres días no. Eso es un retroceso en la calidad de vida de los enfermos», señala Hugo Castillo, paciente hipertenso y representante de los enfermos crónicos en la región.
Lo que más preocupa a los pacientes es el panorama oscuro que pinta el futuro para las personas que sufren de alguna condición, pues las medicinas suben cada 48 horas y las autoridades nacionales no se pronuncian. «La pobreza nos matará», dice Castillo.