Guiomar López | LA PRENSA DE LARA.- Dormir en el suelo o cualquier banquito cansa. Evitan pensar en el hambre para no darle importancia y los recuerdos duelen en las noches de las personas en condición de calle. El frío les pasa «colado» entre sábanas descosidas y amarillentas, así como el anhelo de vivir bajo un techo para dejar de buscar espacios en hospitales y el terminal de pasajeros de Barquisimeto. Lugares que consideran «seguros» y que reciben gran afluencia de personas para conseguir alimento, aunque sea de la basura. Un cuestionamiento de especialistas ante un Estado sin suficientes refugios para las personas que no cuentan con protección familiar.
La luna llena no existe para ellos, más allá del recordatorio de otra noche bajo la intemperie, en la que los sueñ;os son escapes de la cruda realidad de jóvenes, discapacitados y adultos mayores. No lo asumen como descanso, sino como la oscuridad a plena luz del día cuando los gases del estómago arden pidiendo comida, les toca defenderse de los «más alzados» por marcar territorio y hasta del atropello de algunos funcionarios policiales. El mundo ignora sus miedos y ese deambular sólo con una bolsa plástica o saquito, contentivo de un envase con agua, la sábana casi transparente y algún cartón para evitar la dureza del piso o del banco de madera a las afueras de la morgue.
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