Luis F. Colmenárez | LA PRENSA DE LARA.- Los tobos de la tortura. Así es como definen los vecinos de Simón Rodríguez, al oeste de Barquisimeto, el calvario que han tenido que vivir desde su fundación, hace doce años, pues desde entonces la comunidad no ha contado con el servicio de agua por tuberías que lograron solventar a medias cavando pozos en los patios de las casas.
Vecinos explican que para paliar la escasez del vital líquido, las 460 familias del sector caminan medio kilómetro hasta Las Tinajitas, con tobos y botellones que llenan de agua gracias a la solidaridad de algunos de los vecinos.
Pero el proceso no es nada fácil ni sencillo, pues deben bajar una empinada colina, rodeada de abundante monte que ha sido guarida de serpientes y hasta delincuentes, para luego cruzar la quebrada que atraviesa ambas comunidades.
Niños y personas de la tercera edad no escapan de esta dramática situación, pues a diario deben realizar hasta cinco viajes para poder contar con agua en sus hogares. Tal es el caso del señor Rafael Sánchez, quien a sus 66 años y en compañía de su nieto, de tan solo 9 años, hace varios viajes entre su casa y Las Tinajitas para llenar un pequeño tanque de tobo en tobo que a duras penas le alcanza para dos días.
Relatan que cuando el clima se torna lluvioso, el nivel de la quebrada crece y la corriente cobra tal fuerza que es casi imposible pasar al otro lado, teniendo que rodear la quebrada y cargar el peso de los tobos por un trecho más largo.
En medio del caos de vivir sin agua, una solución les llegó de forma inesperada y como un golpe de suerte. Un vecino que cavaba un hueco para construir un pozo séptico, ya que tampoco tienen cloacas, descubrió que a medida que abría la tierra, fluía un pequeño hilo de agua cristalina. De allí que varios vecinos han aplicado la misma técnica y ahora cuentan con pozos de agua del que se surten varias veces a la semana.
«Hay casas en donde el agua sale muy salada, pero hay otras donde es más dulce y llega por lo menos tres veces a la semana», explica Yaneth Salina, vecina de la zona.
Los residentes que han encontrado pozos con agua colaboran con los demás vecinos que no han tenido esa suerte. Sin embargo, la solución es realmente un pañito de agua tibia, porque la fluidez del agua es mínima y sólo se ve brotando por la tierra tres veces a la semana.
Los camiones cisternas han dejado de distribuir agua en la zona. Los vecinos explican que los conductores no volvieron al notar que a través de los pozos se estaban surtiendo. Pero la realidad es que estas familias atraviesan una crisis por el recurso hídrico sin precedentes, al punto que varias familias han abandonado sus casas en busca de mejores condiciones de vida.
Autogestión
Cansados de tener que vivir a secas, los habitantes llegaron al acuerdo de recolectar 25 dólares por familia para comprar tuberías y dar inicio a una obra de autogestión que conectaría el servicio de extremo a extremo, para poner de una vez por todas fin a su sufrimiento.
Desde hace mes y medio, los hombres del sector pasan todo el día bajo el inclemente sol para cavar las zanjas y realizar las conexiones que llevarán el vital líquido hasta cada hogar.
Sostienen que la falta de respuestas por parte de las autoridades regionales los ha llevado hasta la resignación y por tal motivo decidieron actuar por su propia cuenta, y es que aunque durante la gestión de Henri Falcón como gobernador el proyecto fue aprobado, al final todo quedó en simples promesas.
A punta de leña y caracoles
El fogón y la leña se han convertido en los mejores aliados de cada una de las familias que residen en el sector, pues manifiestan que no recuerdan cuando fue la última vez que recibieron despacho de gas doméstico.
Comentan que la problemática se ha agravado en las últimas semanas, pues detallan que dado a que la escasez de gas es algo que se ha venido presentando en el país desde hace bastante tiempo, ya la mayoría de los árboles fueron talados y ahora no cuentan con un área donde sea posible extraer leña.
«Hay un terreno donde hay bastante árboles, sin embargo es una zona prohibida ya que es algo privado y han amenazado con armas de fuego a todo aquel que intente ingresar», contó con resignación el señor José Almao.
Por otro lado, hay quienes han recurrido a los caracoles eléctricos para combatir la falta de los cilindros, no obstante, subrayan que cocinar con ellos es sinónimo de pasar largas horas de espera para poder llevarse el bocado a la boca.
Hacen un llamado al gobernador del estado, Adolfo Pereira; y al alcalde de Iribarren, Luis Jonás Reyes; para que se coloquen la mano en el corazón y se apiaden de las distintas calamidades que viven y que la distribución de las bombonas vuelva a realizarse de manera regular.
Sufren para salir
Aislados de todo. Así describe la señora Yaneth Seija las condiciones en las que deben vivir como consecuencia de la falta de asfaltado.
Seija detalla que cuando las lluvias arrecian, las personas quedan presas en la comunidad debido a que es casi imposible poder salir a tomar un bus ya que las calles se inundan por completo y se convierten en lagunas por que se ven obligados a tener que embarrarse para llegar a sus destinos.
«Aquí tenemos que salir en chancletas para no ensuciarnos los zapaticos. Hay quienes tienen botas pero no todos tenemos para comprar eso» agregó.
De igual manera, quienes tienen familia en otras comunidades, prefieren quedarse por allá para no tener que lidiar con las extensas cuadras de barro.
La comunidad expone que es necesario contar por lo menos con aceras que les hagan más fácil su recorrido por el sector, más aún cuando las precipitaciones toman fuerza.
Su llamado es a que los entes competentes visiten el sector para que puedan ver con sus propios ojos las terribles condiciones a las que están sujetos.