Guaro Mirón | LA PRENSA DE LARA.- Un cerro y caminos de tierra me llevaron hasta una de las comunidades más golpeadas y abandonadas del estado Lara. Si de pasar roncha se trata, los vecinos de El Trompillo Abajo saben el verdadero significado de ese concepto..
Ranchos hechos con distintos materiales, pipas para almacenar agua, falta de asfalto y gas doméstico, son algunos de los problemas que rodean a quienes hacen vida en esta comunidad.
En un intento de visitar a algunas de estas personas quedé sin aliento, santo Dios, de pana que me costó para subir ese cerro, no me imagino como hacen quienes viven allí para hacer sus diligencias todos los días.
Ni siquiera ir al baño de manera digna pueden, ante la falta de cloacas, son pocos los que han logrado instalar sus pocetas al abrir un pozo séptico. La mayoría tiene que recurrir al monte o depositar sus necesidades en bolsa para luego deshacerse de ellas.
La falta de asfaltado hace que caminar por la calle sea sinónimo de ensuciarte. No hay manera de pasar por la zona sin terminar cubierto de polvo amarillo.
Basta con entrar a alguna de estas viviendas para notar las precarias condiciones en que desarrollan su día a día. Hay quienes no cuentan ni siquiera con una cama donde descansar.
De paso el agua puede tardar hasta un mes sin llegar, los tanques y las pipas se han convertido en los verdaderos salvadores de la comunidad. Hay viviendas donde solo sale aire por los grifos, por lo que tienen que apelar por la solidaridad de quienes viven a sus alrededores.
Lo poquito que logran recolectar deben rendirlo lo más que puedan, el líquido solamente es utilizado para bañarse, cocinar y lavar la ropa.
Algunas personas tienen hasta 30 años viviendo en el sitio y no han recibido siquiera una jornada de limpieza, parece que los gobiernos se olvidaron de que la zona existe. El único beneficio que reciben es el suministro de las bolsas Clap y eso es una vez a la cuaresma.
Lo único que me pregunto es cuánto tiempo más deben vivir estas pobres personas en semejantes condiciones. Hace falta que algún ente competente se dé una pasadita por el sector para que observe con sus propios ojos la roncha que estas personas pasan y de una vez por todas les tiendan la mano.
Un año sin gas
La comunidad ha tenido que recurrir a pequeños caracoles eléctricos sobre trozos de bloques o simplemente a la leña para poder preparar sus alimentos diarios, y es que comentan que los vendedores de gas ni por la silla volvieron.
Algunos me comentaron que la masa no está para bollos y no tiene como comparar caracoles cada vez que estos se quemen, por lo que a veces les toca subir el cerro y buscar trozos de leña que les permita cocinar.
Denuncian que hace un año pagaron las bombonas y estas son fechas en que siguen sin ser entregadas. ¡Qué barbaridad! Mientras tanto me pregunto cuánto más debe pasar esta gente para que se apiaden de ellos.