martes, 3 diciembre 2024
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Pobreza carcome calidad de vida en la comunidad Las Trianas II

Luis F. Colmenárez | LA PRENSA DE LARA.- La necesidad es palpable y la vulnerabilidad una realidad. Alrededor de 270 familias de la comunidad Las Trianas II, en Pavia, al oeste de Barquisimeto, se encuentran padeciendo por la falta de atención gubernamental que los mantiene alejados de una vida digna.

El sector que ya cuenta con más de 60 años de fundación no conoce la definición de la palabra «avance». Cada uno de sus habitantes se ha quedado en la edad de piedra pidiendo a gritos la consolidación de servicios básicos que les brinde calidad de vida.

Uno de sus problemas más grandes es la falta de asfalto y aceras. Las calles de tierra se convierten en todo un pantanal cuando llegan los días de lluvia, haciendo que cada uno de los vecinos termine con el calzado cubierto de barro.

«Esto es horrible, cuando llueve hay barro por todos lados y nos toca salir con las chancletas puestas y los zapatos metidos en el bolso. Unas gomas nuevas salen muy caras como para vivir ensuciándolas de esa manera», relata Carmen López.

Ellos dicen que es sumamente necesario que el Gobierno los ayude por lo menos con aceras que conduzcan a la entrada del sector, la cual —como si fuese poco— ha pasado a ser una guillotina para los vehículos con huecos que han dejado sin cauchos a más de uno.

Pero además hay por los menos 40 familias que se encuentran viviendo a orillas de la quebrada que los divide de Las Triana I, situación que los mantiene en constante zozobra, ya que con las precipitaciones el nivel del agua sube y en ocasiones amenaza con meterse hasta los hogares, que en su mayoría están construidos con materiales poco resistentes como barro y zinc.

Muchos aseguran que cuando las lluvias cogen fuerza es toda una calamidad, debido a que el interior de las viviendas termina inundado, pues la mayoría de los ranchos tiene un incontable número de goteras.

Ni siquiera hay un puente que comunique a ambos sectores, es por ello que la gente debe sacar sus cualidades atléticas y saltar de un extremo a otro para evitar terminar empapado por caer en el agua.

Tal es el caso de Carmen, quien vive en una humilde morada junto a su esposo, hijo y su mamá, Marcelina Riera, quien a sus 67 años se encuentra sufriendo las lesiones que le dejó un Accidente CerebroVascular (ACV). Ella, al igual que muchos de sus vecinos, están a la espera de una vivienda digna o siquiera materiales de construcción, para trasladarse hacia un terreno con el que ya cuentan y que no está tan próximo a la quebrada.

Bajo las mismas circunstancias están Nayibeth Bracho y Mariela Torrealba, quienes además de estar en constante riesgo de quedar inundadas sus casas, pelean a diario una intensa batalla contra el cáncer.

Mariela se encuentra librando una batalla contra el cáncer de pulmón y debe lidiar con el limitado acceso a los medicamentos.

El caso de Nayibeth es más complejo. Hace cuatro años logró salir airosa de un cáncer de mama que la dejó sin su seno izquierdo y aunque todo parecía marchar bien, hace cuatro meses un intenso dolor de cabeza terminó cegando su visión.

A sus 41 años ha quedado incapacitada. Su esposo sale cada día a buscar ingresos para subsistir. Bajo su responsabilidad están tres hijos de 23, 5 y 3 años, respectivamente.

Nayibeth necesita 300 dólares para poder realizarse un estudio que determine de una vez por todas qué detonó su ceguera, pues desde entonces sus actividades diarias se han visto afectadas.

En esta comunidad las desventajas son tan grandes, que algunos de sus habitantes ni siquiera saben leer y escribir.

Lamentan que en todo el tiempo que tienen haciendo vida allí no han visto siquiera una autoridad local que recorra el espacio para que conozca de cerca cada uno de sus problemas que cada vez toman mayores dimensiones.

«En su momento, el único que vino fue Henri Falcón cuando era gobernador. Nos dotó de postes y nos metió el agua, pero ese servicio es muy raro cuando viene y ahora nos toca pagar camiones cisternas que venden la pipa en 2 dólares», comenta el señor Emilio Romero, quien destaca que para poder llenar un tanque de cinco pipas, cuya duración no es mayor a una semana, se necesitan por lo menos 10 billetes verdes.

Tampoco cuentan con servicio de aseo urbano. Afirman que en el pasado gozaron del mismo, pero de un tiempo para acá dejaron de ver pasar los camiones recolectores por las vías, obligándolos a dejar sus desechos entre los matorrales. Presumen que dejó de hacer el recorrido por los huecos de las calles.

Ya no encuentran a dónde acudir para que cada una de sus peticiones sea escuchada y puedan de cierta forma vivir con mayor tranquilidad.

Hospital debe ser culminado

A mediados de 2021 se dio inicio a la construcción de un hospital en Pavia, el proyecto representa la consolidación de un centro integral de salud que pueda cubrir las necesidades de al menos 40 mil personas.

La comunidad expone que la obra ha presentado un ligero retraso, pues en febrero de este año se anunció que la construcción había alcanzado el 80% de su totalidad, pero resulta que hoy por hoy no se ha visto ningún tipo de avance.

«Es sumamente necesario que se culmine el proyecto porque acá en la comunidad no hay buena atención médica. Si bien hay tres ambulatorios tipo III, estos no cuentan con la dotación requerida y hay deficiencia de médicos», dice Yopser Reyes, dirigente vecinal.

Reyes expone que al momento de presentarse cualquier emergencia, las personas se ven obligadas a buscar a toda costa un vehículo que los traslade hasta el Hospital Pastor Oropeza, centro asistencial que cuenta con la capacidad necesaria para atender todo tipo de eventualidades.

«Ni siquiera hay condiciones para atender a alguien que se corte un dedo, urge que se termine la obra», manifestó el dirigente vecinal.

El hombre recordó que a lo largo del tiempo, la Alcaldía de Iribarren ha aprobado recursos para el hospital, pero el mismo no termina de ser construido.

Piden apoyar la educación

En materia de educación, la UEN Narciso Triana es el principal centro de aprendizaje de Pavia. Allí se reúne un total de 3.950 estudiantes que van desde educación inicial hasta media y diversificada.

Desde los diversos sectores que conforman la zona, a diario niños y jóvenes se trasladan hasta la institución para adquirir nuevos conocimientos.

Morry Castillo, docente de la institución, comenta que la matrícula se ha expandido a niveles que jamás imaginaron y en la actualidad no cuentan con la cantidad de pupitres que amerita.

«Hay veces que toca buscar pupitres en otras aulas o simplemente ver clases de pie mientras alguno se desocupa. Hace falta que nos doten más para que los chamos puedan ver clases de manera cómoda y no se les haga cansón tener que venir a estudiar», expresó el maestro.

LA PRENSA trató de ingresar a la institución para corroborar dicha denuncia, pero no fue posible, pues el director no se encontraba; no obstante, Castillo puntualizó que el plantel requiere ciertas mejoras en materia de infraestructura y tecnología para seguir cumpliendo con la labor de formar el futuro del país.

Reconoce que en la actualidad no hay asignaturas sin profesor, pero precisa que se debe a que ciertos docentes se encuentran cubriendo varias áreas.

«El de Matemática puede dar Física y el de Química puede dar Biología, pero lo ideal sería uno para cada materia», dice.

 

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