Daniela Valladares | La Prensa.- Un negocio familiar que comenzó en el año de 1978 a cargo de Carmen Bracamonte se ha convertido en una de las panificadoras más reconocidas de la ciudad, siendo la más popular de Santo Domingo, ubicado en la adyacencia de la avenida Ribereña. Brindan calidad, campo de trabajo, aprendizaje y están enfocados en la buena atención, ya casi cumplen 40 años en esto.
El olor a pan recién hecho invade la entrada del galpón, que mantiene sus puertas abiertas desde las 6:30 de la mañana hasta las 4 de la tarde, para recibir semanalmente a 120 clientes fijos y a la comunidad que a diario compra pan salado y dulce recién sacado del horno.
William Almao, uno de los socios, cuenta que más que una empresa, han apoyado al barrio generando empleos directa e indirectamente, incluso a muchos chamos les han enseñado el oficio de la pastelería y panadería para que incursionen en sus propios negocios.
La situación del país los ha impulsado a continuar trabajando, a pesar que conseguir harina se ha convertido en un trabajo cuesta arriba para el gremio panadero. Sin embargo el objetivo de Almao y sus socios es no decaer, ya que están conscientes que muchas familias dependen de ellos.
La nómina de la panificadora totaliza 43 trabajadores, algunos son de las mismas calles del barrio, mientras que otros provienen de otras zonas pero acumulan una docena de años laborando y a diario fabrican alrededor de 50 mil panes franceses en 3 hornos industriales.
El galpón es gigante. En diez mesones largos se prepara la masa, se corta y moldea para fabricar desde palmeritas, pasta seca, cocadas, pan dulce, cortaditos, catalinas, pan de guayaba, entre otros.
En carritos de supermercado sacan los pedidos que van hacia otros estados como Yaracuy, Carabobo, Zulia, Trujillo y Maracay. Sin dejar por fuera las parroquias foráneas del municipio, incluyendo Buena Vista y Río Claro.
Juan Crespo, lleva 10 años trabajando en Los Brothers, y asegura que en el negocio prevalece la humildad, ya que a pesar del éxito que han tenido no dejan de ayudar a quien verdaderamente lo necesite. Cualquier niño o adulto que lleguen pidiendo comida, recibe su porción de pan.