Luis F. Colmenárez | LA PRENSA DE LARA.- Sin agua potable ni alumbrado público, quebradas sin mantenimiento, usando pozos sépticos porque la obra de cloacas quedó inconclusa y en medio de la polvareda porque las calles no tienen asfalto. Así viven unas 6.144 familias en el sector Jacinto Lara, conocido como Los Sin Techo, al noreste de Barquisimeto, el cual cumple este 10 de mayo 29 años de fundación.
Vecinos de esta populosa comunidad viven un calvario ante el déficit de los servicios públicos que en tres décadas no han podido solventar los gobiernos de turno. «No aprovechamos los años de las vacas gordas», expresó Richard Aguilar, vecino de la zona, al intentar resumir las precarias condiciones en las que viven y el retroceso en el que se encuentran.
En lugar de cantar el tradicional «Cumpleaños Feliz», los vecinos unen sus voces para reclamar atención y respuestas a la crítica situación en materia de servicios públicos que los mantiene viviendo en miseria.
Al entrar al barrio lo primero que se puede apreciar es un extenso camino de tierra que los conecta con la Circunvalación norte. Aguilar explicó que durante la gestión de Macario González como alcalde de Iribarren en el período 1.995 – 2.000, fue asfaltada la vía principal, pero el plan «solo abarcó por donde pasa la novia». El objetivo era facilitar la circulación de vehículos, unidades de transporte público y camiones cisternas que debían surtir de agua potable a la comunidad.
«Ellos vinieron, retiraron el asfalto viejo y más nunca volvieron» señala Aguilar mientras denuncia que ahora solo hay tierra por todos los lados lo que limita el acceso de vehículos.
No solamente el tema del asfaltado resultó un fiasco, la comunidad comenta que hace 18 años el Gobierno comenzó a instalar las cloacas en el sector, sin tener en cuenta que no había donde drenar estas aguas.
En la actualidad las bocas de visita se pueden apreciar en varios puntos del sector, pero estas solo han quedado de adorno debido a que no cumplen ninguna función.
«En mi casa ya he abierto tres huecos, ya no tengo donde colocar otro» dijo Beatriz Chávez.
Otra situación que se ha convertido en motivo de preocupación para los residentes, ha sido el hecho de que el servicio de aseo ha sido declarado como extinto en el sector.
«Sopotocientos años» han pasado sin que al menos un camión entre a la comunidad para recolectar la basura, según afirma Magaly Torrealba.
Como medida desesperada, los vecinos comenzaron a crear vertederos improvisados en zonas desoladas que han desencadenado olores nauseabundos, contaminación y proliferación de animales rastreros.
El barrio ha quedado en completa oscuridad. Los vecinos comentan que los bombillos del alumbrado público se dañaron y hasta la fecha no han sido sustituidos.
Detallan que cuando cae la noche se ven en la obligación de resguardarse en sus casa, ya que los antisociales se aprovechan de la oscuridad para hacer de las suyas y dejar a más de uno sin sus pertenencias.
Cansados de la situación, expresan que ni colocando bombillos en el frente de sus viviendas pueden vivir tranquilos, pues estos terminan siendo robados o destruidos con pedradas.
«Con los crespos hechos». Así quedaron 20 familias de la comunidad tras demoler sus ranchitos con la ilusión de tener finalmente una vivienda digna.
Para el año 2013, la alcaldesa de ese entonces, Amalia Sáez, en conjunto con Funrevi, aprobaron recursos para contribuir con la construcción de estos hogares.
Sin embargo, como ya es costumbre para los vecinos, estos trabajos no fueron terminados. La mayoría de las casas solo recibieron cemento para construir el piso y parte de la estructura.
Al verse sin un techo para refugiarse, estas personas se vieron en la penosa necesidad de vivir en hacinamiento en la casa de algún familiar.
«No es justo vivir en esas condiciones porque se nos prometió que tendríamos un hogar, ya han pasado ocho años y nada», apunta Richard Aguilar.
Recalcan que hasta la fecha han pasado cuatro presidentes por Funrevi y ninguno se ha avocado en concluir estas obras, además aseguran que tres beneficiarios murieron sin poder ver materializado el sueño de tener una vivienda propia.
Acotan que si bien ha intentado tener varios acercamientos con representantes del gobierno en la entidad, estos no han servido de nada.
Corría el año 1998 cuando el esfuerzo y las gestiones de parte de la comunidad de Los Sin Techos pudo ver consolidada la culminación de la escuela Tulio Febres.
Si bien, durante mucho tiemplo el centro educativo fue el rincón de estudio de la mayoría de los niños que vivían en el barrio, hoy por hoy, la realidad es completamente distinta.
Con el paso de los años el número de familias que se mudaban al sector fue aumentando, y con ellas la cantidad de niños.
Por tal motivo, antes de la llegada de la pandemia, los pequeños debían trasladarse hasta un punto cercano para poder desarrollar sus jornadas de estudio sin ningún tipo de inconvenientes.
Asimismo, la estructura ya ha comenzado a presentar grietas y daños que colocan en riesgo la vida de los pequeños y las de sus profesores.
Sostienen que si bien hubo un momento en el que se prometió la construcción de una edificación de tres pisos para aumentar la capacidad de alumnos, este proyecto fue engavetado dado que el Gobierno no mostró interés en llevarlo a cabo.
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