viernes, 22 noviembre 2024
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En La Gran Bendición de Dios viven entre pobreza y necesidad

Luis F. Colmenárez | LA PRENSA DE LARA.- Las carencias han sido su pan de cada día. Los vecinos La Gran Bendición de Dios, al oeste de Barquisimeto, han trabajado duro para sacar adelante su comunidad y convertirla en un sitio digno de vivir pues la falta de servicios públicos y la pobreza en la que viven los tiene atormentados.

Corría el año 2013 cuando un grupo de personas decidió invadir un terreno abandonado en la entrada de Los Crepúsculos y así brindarle a sus hijos un techo donde dormir. Fue así como el 3 de mayo de ese mismo año, fue inaugurado oficialmente el sector.

Como todo comienzo, las dificultades estuvieron a la orden del día. Los vecinos padecían la falta de gas, luz, agua, aseo, asfalto y transporte.

«Acá tuvimos dos años sin servicio eléctrico, si no es por la comunidad de Los Crepúsculos que nos permitió conectarnos de su transformador, ahorita seguiríamos a oscuras», relató María Peraza.

Al paso de los años, más familias se fueron sumando hasta llegar a unas 600 viviendas que se encuentran distribuidas en cinco sectores que van desde el «A» hasta el «E».

Con ingenio y determinación, los habitantes han tenido que recurrir casi que a la artesanía para elevar sus condiciones de vida. Los postes de luz son palos, los cables alambres y la iluminación es tan deficiente que ni siquiera preparar la comida es tarea fácil.

«Aquí no hay gas, para poder preparar la comida debo comenzar desde muy temprano para tener el almuerzo listo a las 12. Además, en vista de que la luz nos llega por medio de una toma ilegal, el servicio no es óptimo y solo debo tener encendido un electrodoméstico», expuso Peraza.

Y es que las personas que residen en la zona no recuerdan cuando fue la última vez que tuvieron bombonas de gas, motivo por el cual muchos han preferido instalar fogones en el patio para hacer más sencillo y cómodo el proceso de cocción.

Otro de los principales padecimientos que los aquejan es el hecho de no contar con asfaltado, situación que ha pasado a ser todo un dolor de cabeza, sobre todo cuando cae un aguacero.

Huecos y una gran cantidad de desniveles hacen que desplazarse por las principales calles implique daño a los vehículos.

Constantemente, un volteo cargado de tierra que recogen en sitios donde el Gobierno regional realiza algunos trabajos, arriba al sector para verter el material y ayudar a mejorar las vías.

Cada vez que esto ocurre, los habitantes deben correr a buscar una pala para nivelar el terreno. De lo contrario, cuando llueva la tierra formará nuevos desniveles.

«Aquí estamos abandonados, si no nos ayudamos nosotros mismos nadie lo va a hacer», manifestó Daiglimar Cortéz, mientras gotas de sudor recorrían por su rostro por realizar trabajos bajo un inclemente sol.

Señalan que al sector no entran carros ni de visita porque la falta de asfalto deteriora los cauchos y amortiguadores. Solo una de las calles cuenta con asfalto y fue porque lo hallaron bajo un montón de tierra de manera imprevista.

«Un día estábamos limpiando la calle y de la nada apareció una capa de asfaltado, terminamos de despejar los metros que faltan y así fue como obtuvimos esta calle», detalla Carolina Luenga.

La vía asfaltada se debe a que en años anteriores las unidades de la Ruta 2 transitaban por allí, sin embargo, al modificar su camino, la calle fue abandonada y terminó bajo tierra.

Cansados de tener que vivir en tan terribles condiciones, los vecinos detallan que el único servicio del cual gozan es el de agua por tuberías, el cual fue instalado a finales de la gestión de Henri Falcón como gobernador en el periodo 2013-2017.

Asimismo, manifiestan que aunque les permitieron tener aguas blancas, las aguas negras quedaron en segundo plano y ahora deben hacer de tripas corazón a la hora de que los pozos sépticos dejen de dar abasto.

Algunas familias han comenzado a abrir zanjas que atraviesan el patio de varias casas, con el fin de llevar las aguas servidas hasta la quebrada que rodea el sector.

Alejados de todo

Salir de la comunidad es todo reto para las personas. A diario solo rezan por que no llueva para no tener que lidiar con el barro que los rodea, pues deben caminar unas cuantas cuadras para llegar hasta la parada donde pasan los buses.

Igualmente, deben cruzar la quebrada por medio de puentes que en ocasiones representan un grave riesgo.

Aunque las autoridades del estado Lara les otorgaron tres puentes, hay ciertos sectores donde los vecinos construyeron algunos que no dan seguridad a las personas.

Las viviendas de baharaque y latas de zinc es lo que más abunda en el sector. Piden un plan habitacional.

Están en alerta constante

La Gran Bendición de Dios se encuentra rodeada por una quebrada que representa un riesgo si en algún momento llegase a desbordarse.

Los vecinos exponen que como medida de prevención, cada una de las familias que se encuentran a orillas de la quebrada, dejaron 27 metros de respeto con el objetivo de evitar que el agua los alcance y se coma parte de la tierra.

«Cuando llueve, la tierra empieza a ceder, sobre todo en las curvas de la quebrada» declara Carolina Luanga.

Parte de los desechos de tierra que quedan de los trabajos que realiza la gobernación y la alcaldía, son llevados hasta la comunidad y vertidos en la quebrada para reponer la tierra que se lleva la corriente.

Las familias que hacen vida en el sector manifiestan que es necesario realizar algún tipo de trabajo que evite que el agua continúe arrasando con la tierra que aparece en su camino, pues si se deja de llevar relleno, en cualquier momento puede alcanzar las viviendas.

De igual manera, hay quienes han sacado provecho de la tierra y la humedad, sembrando plátano, auyama, cambur y yuca que posteriormente pasan a ser parte de los alimentos que llevan a su mesa.

A su vez, hay quienes utilizan las cosechas para hacer trueques entre vecinos o con sus familiares.

Bombillos dan seguridad

Como en cada rincón de Venezuela, la seguridad ha pasado a ser uno de los principales dolores de cabeza de La Gran Bendición de Dios, y es que si bien sus vecinos reconocen que la delincuencia mermó con la llegada de la migración, aún no se sienten 100% libres de delincuencia.

Exponen que cuando cae la noche, todos se resguardan en sus viviendas y solo salen en caso de ser estrictamente necesario.

Argumentan que uno de los principales aliados de los hampones es la falta de alumbrado público.

Como una manera de combatir la penumbra, la mayoría de las viviendas han colocado en su frente un pequeño bombillo que permita ver cuando se oculta sol.

A su vez, dicen que en las noches hay quienes deben usar los puentes sobre la quebrada y han caído al vacío por el simple hecho de no ver donde pisan.

De igual manera, alegan que dado a lo complicado que es acceder a la comunidad, no hay operativos de seguridad que contribuya a brindar mayor confianza entre los vecinos.

En ese sentido, hacen un llamado al gobernador, Adolfo Pereira y al alcalde Iribarren, Luis Jonás Reyes para que los visiten pronto y puedan constatar con sus propios ojos los duros padecimientos a los cuales están obligados a hacer frente, a ver si logran obtener ayuda.

 

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