jueves, 21 noviembre 2024
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En la comunidad Vicente Rivero siembran alimentos para sobrevivir

Luis F. Colmenárez | LA PRENSA DE LARA.- Trabajan con las uñas. La comunidad Vicente Rivero, al norte de Barquisimeto, es la prueba que mientras más lejos te encuentres las posibilidades de ser atendido y escuchado es menor. Los habitantes de este populoso sector han tenido que buscar por sí mismos la manera de abastecer sus servicios básicos e incluso trabajar sus tierras para poder comer.

En los 23 años que tiene de fundado el recóndito sector que alberga a 230 familias, no ha habido siquiera una oportunidad en la que algún ente gubernamental les tienda la mano para hacer más llevadera su condición.

Como una vía de escape, el sector dispuso de un amplio terreno cercano al caserío y entregó parcelas de 2500 metros cuadrados a 37 vecinos, quienes comenzaron a trabajar las tierras para sacar cosechas que colocan al beneficio de la comunidad.

Por tratarse de una zona fértil en la que por muchos años se dieron frutos, como la naranja y el limón no se les complicó el desarrollo del plan y desde hace poco más de un año, productos como el maíz, caraota, cambur, arveja, quinchoncho, pimentón, yuca y auyama no han faltado en la mesa de los habitantes de la zona.

Bajo el inclemente sol y con la determinación de ayudar a todos sus vecinos, el señor Jóvito Franco sale cada día a hacer lo que más ama, «producir con sus propias manos los alimentos que se convertirán en el pan de cada día de su gente».

El trabajo no ha sido fácil y eso lo sabe bien Jóvito, quien a sus 62 años cuenta que han hecho maromas para sacar adelante el proyecto, pues no cuentan siquiera con la maquinaria correspondiente para no reportar pérdidas en las cosechas.

«Para muchos es casi imposible llevarse un bocado a la boca, pues todos los que acá vivimos no contamos con los recursos que se necesitan para llevar una buena alimentación», explica el hombre, mientras con sus manos, ya agotadas, muestra el terreno y precisa que por cada 3 kilos de maíz que siembra, puede extraer hasta 400 kilos de producción.

Al igual que él hay muchos que no colocan sus siembras a la venta. Por el contrario, su única preocupación es garantizar que todos logren irse a la cama con algo en el estómago.

Pero no siempre las cosas salen como se las plantean, y es que aunque tienen la intención de hacer algo por su comunidad, reconocen que la sola «intención» no es suficiente. Ninguno cuenta con las herramientas necesarias para desarrollar la actividad agrícola, por lo que deben valerse de materiales reciclables para elaborarlas de forma artesanal. En muchas oportunidades, han visto cómo pierden su trabajo a raíz de fuertes lluvias o simplemente por la presencia de conejos avispas y pulgones.

Vecinos de este sector hacen un llamado al gobernador Adolfo Pereira, y al alcalde, Luis Jonás Reyes para que los visiten y puedan constatar la tarea que han estado desempeñando por el bien del caserío.

«Nos urge una dotación de machetes, escardillas, rastrillos y asperjadoras», manifiesta el señor Jóvito.

Mucha necesidad

Quienes hacen vida en Vicente Rivero conocen en carne propia lo que es vivir lejos del progreso y del desarrollo.

Ni siquiera el poder movilizarse es una opción para ellos. Por tratarse de una comunidad que está lejos de las principales paradas de transporte público, se ven en la tediosa necesidad de caminar por los menos 20 minutos por un polvoriento camino, sólo para tomar un bus.

Los vecinos se encuentran sujetos a un peligro latente, pues el camino es largo y la maleza los rodea en todo momento. Cualquier animal o delincuente podría sacar provecho y hacerles pasar un rato bastante amargo.

Detallan que debido al mal estado en que se encuentra la vialidad ninguna unidad de transporte público, camión de aseo o cisterna se atreve a ingresar a la zona para aliviar los padecimientos de la colectividad.

Las personas están sujetas a resolver sus problemas por sí mismas, por tal motivo deben acudir al monte para deshacerse de la basura y librarse de la hediondez que esta comienza a destilar con el pasar de los días.

Alegan que en años anteriores, contaban con servicio de aseo; no obstante, con el paso del tiempo terminó por desaparecer.

Una situación similar es la que viven en relación a las bombonas de gas doméstico, pues la poca regularidad con la que se las ofrecen los ha llevado a tener que salir en busca de leña para poder cocinar sus comidas diarias.

Además, desde hace siete meses presentan un problema en uno de los postes de luz que terminó tumbando una de las fases y dejó sin electricidad a toda una cuadra. Alegan que es muy difícil que les ofrezcan soluciones por la lejanía, pero se mantienen pidiendo respuestas.

Reclaman una vivienda digna

El frío y la lluvia se dejan colar por las paredes de las 230 viviendas que se encuentran en la comunidad Vicente Rivero, ubicada al norte de Barquisimeto. Y es que la falta de recursos obligó a las personas a construirlas con materiales que no son del todo resistentes. Láminas de zinc, troncos de árbol y adobe son algunos de los recursos que se utilizaron para levantar las casas.

Algunas de ellas ya han comenzado a presentar fracturas por los constantes cambios climáticos. Lo peor es que las familias no poseen dinero para realizar reparaciones.

Vecinos cuentan que hay un proyecto habitacional que quedó en simples promesas, por lo que exigen que el mismo sea retomado para poder contar con una vivienda digna que mejore su calidad de vida.

Sin una gota de agua

El servicio de agua potable es algo que no conocen las personas que hacen vida en el populoso caserío Vicente Rivero. Los habitantes deben caminar largos kilómetros para poder llegar hasta una toma clandestina que está ubicada en la comunidad vecina de Los Libertadores.

A sus 69 años, la señora Martha Morales vive sujeta a un mar de carencias, que incluye el difícil acceso al recurso natural.

Cada día sale acompañada de tobos y una carretilla para cargar unos cuantos litros que le permitan desarrollar sus tareas diarias.

Su historia se repite en cada uno de los hogares del sector y a diario se ven a niños, jóvenes y adultos cumplir la tediosa tarea de cargar tobos con agua.

Esporádicamente, el gobierno municipal les envía el «Plan Cayapa». Sin embargo, es algo con lo que no pueden contar a diario.

«De paso, lo llevan hasta un tanque subterráneo al cual debemos ir y cargar los tobos. Es lo mismo, el deber ser es que vayan hasta cada una de las viviendas y nos ofrezcan el servicio», dijo con molestia Orlando Baldayo.

 

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