Luis F. Colmenárez | LA PRENSA DE LARA.- Al noreste de Barquisimeto se encuentra una comunidad que con poco tiempo de fundada ya ha logrado albergar a 120 familias que se mantienen apegadas al sueño de llegar a vivir en un sector que goce de todos los servicios básicos, para que su calidad de vida se eleve de una vez por todas y puedan vivir sin preocupaciones. Se trata de Vista Hermosa, una zona que, según sus mismos habitantes, no hace honor a su nombre.
Fue hace 11 años cuando comenzaron a llegar las primeras personas al lugar. Se trataba de un terreno que tenía décadas en completo abandono, por lo que un grupo de gente procedió a llevar a cabo la toma que hasta el sol de hoy se mantiene en pleitos legales.
Según comentan sus habitantes, el sitio fue bautizado como «Vista Hermosa», pues desde lo más alto se puede apreciar todo el valle del vecino estado Yaracuy.
Ellos están conscientes que para poder pelear por servicios públicos es indispensable poner fin a dicha problemática y tener la titularidad de las tierras. Aún así, se sienten agobiados por tener que vivir entre tantas carencias y problemáticas que golpean de forma drástica su bienestar.
La vialidad es uno de sus mayores problemas. La falta de asfalto y aceras ha hecho que el barro y la maleza se apoderen de los diferentes rincones del sector.
En primer lugar, dicen que cuando la lluvia llega con toda su fuerza surge un río que arrasa con todo a su paso, haciendo que las personas recurran a bolsas plásticas para poder salir a tomar un bus. Los vehículos pesados, por su parte prefieren no adentrarse a la comunidad por miedo a quedarse atascados en el fango.
Pero no solamente es eso, la presión del agua genera enormes huecos que amenazan con acabar los cauchos de los vehículos del sector.
«Lo que hacemos es que cuando escampa buscamos escombros y los colocamos para medio aplanar el terreno», comenta el señor Julio Márquez, quien además precisa que necesitan el paso de una máquina por la vía para poder tener una mejora que sea notoria.
De igual manera, la falta de concreto hace que el monte crezca en todas las áreas y sin ningún tipo de control, convirtiéndose así en guarida para alacranes, ciempiés y serpientes como cascabel, mapanares y corales.
Si bien reconocen que no ha ocurrido un hecho que lamentar, destacan que son varias las víctimas de alacranes que han sido reportadas a lo largo de estos 11 años que tiene la comunidad existiendo.
El señor Julio expresa que uno que otro vecino se dedica a cortar el monte para evitar que el lugar se convierta en una jungla; sin embargo, menciona que en ocasiones anteriores el remedio ha resultado peor que la enfermedad, pues los delincuentes que huyen con vehículos robados ingresan a la zona para huir de la policía.
Pero el tema de la lluvia representa una encrucijada para el centenar de familias que hace vida en la comunidad, pues por un lado los aguaceros desencadenan un sinfín de problemas, pero por otro son de gran ayuda, ya que pueden almacenar unos cuantos litros de agua que es tan escasa en el sector.
Para ellos es cuesta arriba adquirir el recurso a través de camiones cisternas, ya que estos ofrecen la pipa por precios que van desde 1 hasta los 2 dólares.
«Esto es terrible porque cuando nos vemos muy necesitados los conductores de los camiones se aprovechan y nos clavan precios que son imposibles de pagar. Más para nosotros que somos de pocos recursos», dice Maglis Matheus.
Maglis acota que ella es una de las más afectadas por la sequía. El vivir en una subida, que además parece una vía hacia la luna, por la cantidad de baches que tiene, hace que ningún camión se atreva a asumir el reto de transitar por allí.
«Lo que hago es llevar el tanque hasta lo más alto de la comunidad, porque por allá hay una entrada para camiones, entonces busco tobos y hago varios viajes para llenar otro que tengo aquí en la casa. Es algo agotador», relata mientas lava la ropa sobre la tapa de una pipa, pues apunta que el vital líquido vale oro en su hogar y deben rendirlo al máximo.
El gobierno regional ha hecho acto de presencia en la zona con el Plan Cayapa que se encarga de abastecer a comunidades vulnerables, pero la gente del sector dice que estos camiones no son suficientes, pues se trata de una o dos pipas que a duras penas les permite llegar al final de la semana.
Con respecto al aseo urbano, los vecinos en general detallan que viven todo un calvario.
Unos optan por hacer «como los gatos» y cavan huecos en sus patios para librarse de los desechos que con el pasar de los días pasan a ser un foco de gusanos y de mal olor.
Otros, por su parte, prefieren llevar las bolsas hasta zonas lejanas donde abunda el monte, dando paso a vertederos improvisados que lejos de ser una solución pasan a ser puntos de contaminación y criaderos de animales que pudiesen generar enfermedades.
Al caer la noche las calles se transforman en una boca de lobo, pues la penumbra pasa a hacer de las suyas y pone a más de uno a rezar para no ser víctima de malandros o alimañas.
Como solución a ello, algunas familias han comprado bombillos para instalarlos al frente de sus viviendas y brindar por lo menos un rayo de luz entre las sombras.
Otra de las denuncias que hacen es que varias viviendas han comenzado a deteriorarse y en el sector no hay recursos para mejorarlas, por lo que piden ayuda para «parapetearlas» y vivir tranquilos.
Desatendidos
Lamentan que en tantos años no hayan visto un solo rostro público en Vista Hermosa. Alegan que en tiempos de elecciones uno que otro candidato se asoma para escuchar las necesidades y peticiones de quienes residen en el lugar.
«El gobernador y el alcalde nunca nos han visitado. Sí han pasado por la vía, pero nunca se han detenido para darnos una visita y recorrer estas calles que piden atención a gritos», declara Julio.
Aún así, agradecen que el mercado de los Comité Local de Abastecimiento y Producción (CLAP) siempre dice presente en sus casas, permitiéndoles ahorrarse algo de dinero en comida.
No dan tregua al hampa& ;
Entre pitos y matracas viven los vecinos de Vista Hermosa. Aseguran que el ruido que producen dichos instrumentos representan su sistema particular de alarma para evitar que el hampa los azote y haga de las suyas.
«En este sector poco se reportan situaciones de ese tipo. Sin embargo, hay que estar pendiente porque si te descuidas te embroman», relata el señor Julio Márquez, quien además hace alarde de ser uno de los vigilantes que pasa sus días y noches velando por la seguridad y el bienestar de todos los vecinos.
Reconocen que en más de una oportunidad uno que otro «avispado» que ve un rancho abandonado, no lo piensa dos veces para invadirlo. No obstante, la solidaridad se ha hecho sentir y cuando este tipo de situaciones se presentan logran llevar a cabo el desalojo.
«Aquí cuando un vecino se va de viaje y pasará varios días lejos de casa, entre todos le echamos un ojito al rancho para que no ocurra nada irregular», relata Julio.
Héctor Matos subraya que cuando llega un vecino nuevo a la comunidad se encargan de estudiarlo para estar seguros de que se trata de una persona buena, que con el transcurrir del tiempo no generará problemas.
«Una vez un señor quiso abusar de una niña. Entre todos los vecinos le pedimos que se marchara de la comunidad. Pero como no quiso, le prendimos candela a su rancho», expresó el señor Héctor, al asegurar que entre todos se mantienen seguros.
Servicio es muy deficiente
El servicio eléctrico no es el mejor en la comunidad. En un principio realizaron tomas ilegales del cableado que se encuentra en la avenida principal y con el pasar del tiempo optaron por comprar diferentes implementos para no depender al 100% de terceros.
Con mucho sacrificio reunieron dinero y compraron dos transformadores de 15 Kva y algunos postes que en su momento cumplieron con el cometido. Pero ahora la situación es distinta, pues más familias se han agregado al colectivo, aumentando el número de viviendas que dependen de los mismos.
La situación es tan crítica que los vecinos comentan que durante el día se reportan hasta tres bajones eléctricos que terminan por dañar los artefactos que han adquirido con esfuerzo y trabajo duro.
Tal es el caso de la señora Karina Reyes, quien a pesar de tener poco tiempo haciendo vida en la comunidad ya ha perdido su plancha y la cocina eléctrica.
«Tampoco podemos usar dos cosas a la vez. Por ejemplo, aquí cuando encendemos el televisor no podemos usar el ventilador y viceversa», dice Karina.
Para ellos, el contar con una nevera o un aire acondicionado es un sueño que ven muy lejano, ya que la capacidad de los transformadores «no da para tanto».