Daniela Valladares | LA PRENSA.- La brisa de los árboles refresca los largos pasillos de la casa de abrigo Don Aurelio, en el sector 2 de Valle Lindo, en la parroquia El Cují. La paz y serenidad invade cada rincón de la imponente vivienda que desde el 27 de abril de 2016 abrió sus puertas para recibir y atender a niños en situación de calle o abandonados por sus padres y familiares.
La iniciativa de brindar un lugar seguro, tranquilo y amoroso para los niños fue idea de la familia Trejo, quienes consiguieron el apoyo del Consejo Municipal de Derechos del Niño, Niña y Adolescente del municipio Iribarren (Cmdnnai) y en conjunto con las Misioneras de Cristo Jesús, tienen bajo su protección a 5 chamitos que reciben atenciones, alimentación, educación y atención medica por parte de Fandes (Fundación que Apoya a Niños Desamparados).
La hermana Adriana, Angélica y Michelle son las encargadas de recibir, cuidar, atender y ser partícipes las 24 horas del día en la recuperación de los distintos casos que tocan a su puerta. Desde desnutrición severa, niños deambulando en las calles, con enfermedades hasta sin ningún familiar o representante que responda por esas almas inocentes atienden en el sitio.
Para estas misioneras cada historia es única y especial hasta que algunos niños encuentran adopción o vuelven a sus casas familiares. Sin embargo, mientras el proceso pasa, los niños reciben clases de lectoescritura con una maestra que es voluntaria y que además les brinda actividades pedagógicas, físicas, tareas dirigidas en las mañanas, mientras que 2 de las niñas más grandes asisten a clases en una escuela cercana.
La dieta de los pequeños es un tema delicado que en algunas oportunidades preocupa a las hermanas, ya que en muchos casos deben jugar con la escasez e inflación de ciertos alimentos para poder sobrellevar la desnutrición y así ofrecerles una mejor calidad de vida.
Una de las hermanas, Michelle González, asegura que tener la oportunidad de trabajar con niños es una bendición de Dios y a su vez ha sido una aventura porque cada día aprenden nuevas cosas y no consigue mayor satisfacción que recibir un “gracias” desinteresado y con amor, por parte de los chicos.