Luis F. Colmenárez | LA PRENSA DE LARA.- En completa orfandad. El ambulatorio tipo I El Jebe, uno de los centros de salud que por muchos años fue modelo en Barquisimeto, hoy es escenario del desarraigo y poca atención de parte de las autoridades regionales, que lo han llevado a trabajar a media máquina.
El Jebe es una comunidad que se encuentra conformada por al menos 100 sectores, eso la convierte en una de las zonas más pobladas del noreste de Barquisimeto. Aunque no hay un registro exacto de su fundación, sus residentes dicen que desde hace al menos un siglo comenzaron aparecer viviendas en el que era un terreno baldío.
Fue en el año 1978 cuando una familia de apellido Chirinos prestó su hogar para que funcionara un pequeño consultorio que facilitara el acceso de los vecinos a la salud. No obstante, para 1985 se aprobó la construcción de un ambulatorio tipo II que al poco tiempo se vino abajo.
Afortunadamente, la contratista asumió su responsabilidad y nuevamente levantó la estructura que fue concluida tres años después. Sin embargo, no fue hasta 1992 en que el centro de salud pasó a funcionar como un ambulatorio tipo I que brindaba atención hasta 400 personas por día.
Durante muchos años, el ambulatorio ofrecía servicios de medicina interna, pediatría, odontología y medicina general. Pero la dura crisis que azota al país, sumada a la poca dotación de insumos y bajos sueldos, han conducido a que hoy por hoy el personal trabaje con un sinfín de limitaciones que solo les permiten atender los casos que están a su alcance.
«Ahora solo podemos atender crisis de asma, personas hipertensas y diabéticas, quienes vengan por otra patología tendrán que salir por donde vinieron con un récipe porque no contamos con todos los medicamentos», reveló una fuente interna que prefirió no identificarse.
Si bien reconocen que mensualmente son dotados con medicamentos, aclaran que la cantidad y variedad que reciben se queda corta para atender las distintas patologías que pueden llegar a presentar las personas.
El área de odontología dejó de funcionar como consecuencia de la falta de agua. Y es que el centro médico, al igual que el resto de la comunidad, dejó de recibir el servicio de agua con regularidad y ahora depende de un tanque que ha pasado a ser un completo dolor de cabeza.
El personal que labora dentro del ambulatorio cuenta que el tanque comenzó a tener filtraciones que ya han empezado notarse en la estructura, situación que los ha llevado a vivir con el Jesús en la boca, pues temen que en cualquier momento ésta se desplome.
Además, añaden que en caso de querer utilizar los baños, los pacientes deben ir hasta el tanque y extraer el líquido con tobos, arriesgándose a caer en el mismo. Hacen un llamado al gobierno regional y municipal a que les preste atención y los ayude a solucionar esta terrible problemática.
Y es que además de ello, el ambulatorio se encuentra prácticamente cayéndose a pedazos a causa de la falta de inversión y los embates de la delincuencia que se ha negado a dar tregua y han dejado prácticamente sin nada en su interior.
Aires acondicionados, tensiómetros, televisores y hasta una podadora, han sido algunos de los objetos que el hampa se ha llevado y que siguen sin ser repuestos.
«Los pacientes cuando vienen tienen que aguantar calor y se van sudaditos», contó una de las personas consultadas por LA PRENSA.
Comentan que aunque anteriormente habían dos vigilantes que se encargaban de velar por la seguridad de las instalaciones y del personal, estos decidieron retirarse por el pírrico salario que percibían.
«Solo nos mantenemos trabajando por ayudar a nuestros vecinos», dijo una de las enfermeras.
Autogestión
El personal que actualmente labora en el ambulatorio se ha encargado de mantener la estructura por su propia cuenta. Acotan que no recuerdan cuando fue la última vez que una autoridad regional los visitó para evaluar las condiciones en las que se encuentran trabajando.
Incluso el camión del aseo desapareció de la zona, en uno de los costados del centro médico se encuentran arrumadas varias bolsas de basura desde hace al menos cinco meses.
Como un plan de contingencia para hacer frente al nivel de decidía en se encuentran, el personal junto a la ayuda del señor Asunción Aranguren, se han encargado de mantener las adyacencias del ambulatorio sin maleza.
Aranguren es conocido por todos los vecinos como «El Coco», y aunque no cobra nada por las labores que desempeña, la comunidad constantemente lo apoya con alimentos.
«Ni la Sayona nos visita por miedo a los huecos»
Desde hace al menos siete años, un colapso de cloacas ha puesto a sufrir a todas las personas que hacen vida en la calle 8 de El Jebe al noreste de Barquisimeto. Además del mal olor que deben soportar a raíz de la problemática, la abrumadora cantidad de agua que se desborda ha socavado paulatinamente el asfalto hasta el punto de dejar enormes huecos que hacen de la zona un lugar intransitable.
Vecinos comentan que uno de los tubos se rompió, Hidrolara abrió el asfaltado para evaluar el daño y realizar la reparación correspondiente, sin embargo, la comunidad hasta el sol de hoy se mantiene a la espera de que concluyan la obra.
La problemática resultó agravada a raíz de varios botes de aguas blancas que se unen con las negras y crean un río que sobrepasa el nivel de las aceras.
Los huecos son tan grandes que son muchas las personas que han sufrido caídas mientras evitan pisar el agua contaminada.
«Más que todo son niños los que caen en la acera y se terminan llenando las manos con esa agua», dice una de las vecinas.
Lo mismo ocurre en el hueco que dejó la Hidrológica, y es que la comunidad declara que son varias las personas que han quedado nadando en la piscina fétida. Coinciden en que ciclistas y motorizados son las víctimas principales.
«Ya nadie nos quiere visitar porque no pueden meter los carros. Ni siquiera la Sayona viene por miedo a todos estos huecos», dijo de manera jocosa el señor Orlando Nelo.
Nelo menciona que las autoridades regionales solo aparecen cuando se avecinan procesos electorales, pero luego vuelven a desaparecer y olvidan cada una de las solicitudes que realizan las comunidades vulnerables de Barquisimeto.
Además de destruir las calles, al menos 90 casas han comenzado a ver como la falta de compromiso de los entes empieza a pasar factura.
Tal es el caso de la señora Arnolda Falcón, quien hace dos años estaba cocinando y de la nada el suelo colapsó.
«Se abrió un hueco de cuatro metros y toda mi cocina se fue abajo», comenta, además menciona que Protección Civil le recomendó desalojar la vivienda, sin embargo, la señora asegura no tener a donde mudarse.
La colectividad pide al gobierno tomar cartas en el asunto y brindar soluciones definitivas.
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