Luis F. Colmenárez | LA PRENSA DE LARA.- Abandono es la palabra que engloba el sinfín de problemas que agobian a 530 familias que hacen vida en el barrio «Los Libertadores», al oeste de Barquisimeto. La falta de agua por tubería, deterioro del alumbrado, calles sin asfaltar y cloacas desbordadas se han convertido en el pan diario de esta comunidad.
Al llegar a la entrada del sector se nota que la mano gubernamental no ha pasado. Las calles revestidas de polvo impiden que las unidades de transporte público puedan transitar por la vía, lo que obliga a sus habitantes a caminar largos trechos para llegar a sus lugares de trabajo y en el caso de los niños para poder llegar a las instituciones educativas.
La situación se torna peor cuando llegan las precipitaciones. Para salir a estudiar, trabajar, o realizar alguna diligencia deben atravesar un pantanal que deja sus zapatos teñidos de marrón por todo el barro con el que están obligados a batallar. Eso sin contar que son muchas las casas que quedan inundadas por la falta de drenajes.
«Nos toca andar como bailarinas, de puntica y evitar a toda costa volver leña los zapaticos», dice entre risas Bestalia Perdomo, habitante de la comunidad.
Cuenta que los niños corren peligro al salir a jugar a las calles por los huecos que ha dejado el cauce del agua que baja desde lo más alto en días de lluvia.
Aunque la falta de asfaltado los golpea, los habitantes de Los Libertadores cuentan que la mayor crisis que presentan es la falta de agua por tuberías. Sólo los días lunes les llega el vital líquido y al escuchar que las tuberías comienzan a sonar, también comienza la carrera de hombres y mujeres que deben encender las bombas para intentar que el agua suba hasta lo más alto de los cerros que conforman el barrio.
«Todos los lunes hay agua. En ocasiones pasamos todo el día con el servicio, pero necesitamos bombas para hacer que suba. Muchas veces hemos quedado con los tanques a la mitad porque se nos va la luz y no hay manera de aumentar nuestras reservas«, dice resignada la señora Perdomo. Cuenta que tuvo al igual que muchos instalar una manguera que va desde la entrada del barrio hasta su casa para poder contar con el vital líquido.
«A mi casa ya no llega nada de agua. Tuve que hacer bastante sacrificio para comprar una bomba que me salió en 40 dólares. No tuve más opción«, se queja Ángela Hernández, otra de las afectadas.
Comprar camiones cisternas no es una opción para ellos por los graves daños que presenta la vialidad como consecuencia de las lluvias y la inestabilidad del terreno.
Una situación similar es la que viven con el servicio de aseo urbano. «Esa gente no volvió más», suelta la señora Bestalia mientras explica que la solución que muchos han encontrado es quemar los desechos, otros colaboran con productos alimenticios a un señor que se encarga de recoger las bolsas y las lleva hasta una zona boscosa que se encuentra en lo más alto del cerro y que ahora sirve como vertedero.
Gobierno no se ve
Si bien los líderes vecinales mantienen relaciones cercanas con las autoridades regionales, los diversos proyectos que han solicitado siguen estancados y a la espera de ser ejecutados.
«Para acá ha venido el alcalde, Luis Jonás Reyes y prometió asfaltado, pero hasta el sol de hoy seguimos esperando que cumpla», dijo Nuris Martínez, quien trabaja como docente en la escuela de la comunidad y a diario debe transitar por el aporreado camino de tierra.
En las noches la situación es más caótica, pues no cuentan con un solo bombillo que les ofrezca seguridad y paz al momento de caminar cuando se oculta el sol. Definen las calles como una «boca de lobo», donde de un momento a otro pueden ser sorprendidos por hampones que buscan despojarlos de sus pertenencias.
«Aunque ahorita está un poco aplacada la delincuencia porque muchos están presos, muertos o en otros países, es una realidad que siempre va a estar presente en la zona», dice Bestalia.
Sin canchas
Los vecinos sostienen que es necesario construir áreas de recreación que puedan ser del disfrute de los niños y jóvenes que no cuentan con espacios, como parques o canchas deportivas donde se les permita pasar un rato agradable.
Hacen un llamado al Gobierno regional y municipal a tenderles la mano para que puedan avanzar en la consolidación de la comunidad, que sueña con llevar una vida tranquila y libre de preocupaciones.
Trabajan con las uñas para atender a 300 personas
Desde hace 16 años, la casa de la señora Rosalina Asuaje ha sido la más concurrida. Con una sonrisa que va de oreja a oreja, esta señora recibe a diario un aproximado de 300 personas que se encuentran en estado de vulnerabilidad y no cuentan con recursos para tener una buena alimentación.
Las ganas de ayudar y servir a su gente la motivaron a ser la cabeza de la «Casa de Alimentación Pequeños Libertadores«, donde todos los días se acercan niños, adultos mayores, personas con discapacidad y mujeres embarazadas.
Desde las 11:00 de la mañana, la gente comienza a llegar con sus tazas en busca de «la papa» del día. No sólo atienden a Los Libertadores, sino que además absorben a personas de sectores vecinos como El Coreano y el sector Cero de La Paz.
«A diario cocinamos 24 kilos de arroz o pasta, más los 15 kilos de granos», explica Rosalina mientras cuenta que tiene el respaldo de cinco colaboradoras.
Si bien la señora Rosalina reconoce que Fundaproal les otorga los víveres, dice que rubros como aceite, sal, aliños y productos de limpieza salen de su bolsillo.
«La proteína poco se ve. Ahorita nos han venido apoyando con queso y mortadela. Pero la verdad es que sería bueno contar con carne o pollo para que los beneficiarios puedan llevar una dieta balanceada», declara.
De igual manera, piden más implementos para facilitar la preparación de toda la comida que diariamente deben entregan con rigurosidad. Además, pide ayuda para construir un techo en el cual puedan resguardarse los comensales mientras esperan el despacho de la comida. «Hay días en los que llueve y esa pobre gente espera bajo el agua. Es duro verlos en esa condición, pero de verdad no tengo dónde ubicarlos», dice.
Comunicación cuesta arriba
Comunicarse vía telefónica o hacer uso del internet en la comunidad Los Libertadores es una total odisea. En este sector del oeste de la ciudad la señal es casi nula, además la delincuencia se llevó el cableado de Cantv.
«Toca salir a la calle para agarrar un poquito de señal. Internet no hay», cuenta resignada Jacnelle Mujica. Hasta hace poco fue estudiante y recuerda lo agobiante que fue poder cumplir con sus asignaciones escolares.
«Tenía que pedirle el favor a una amiga porque aquí es imposible investigar», recuerda que en la época del liceo resolvía con el apoyo de compañeros que residían en otros sectores, situación que asegura se repite con sus vecinitos que aún están en la etapa escolar. Aunque han hecho reclamos ante Cantv, no han sido atendidos.