LA PRENSA DE LARA.- El post COVID-19 ha sido un factor generador de estrés para la población en general. El miedo y la ansiedad provocada por esta enfermedad impactan las emociones tanto de adultos como de niños y la forma en que responden a este proceso son totalmente distintas en cada individuo pero, en su mayoría, la ansiedad es parte de ello y se presenta como un síntoma común en las personas con poscovid. Sin embargo, en esta crisis, el sector más vulnerable al estrés se ha visto afectado en múltiples niveles, sobre todo, los ámbitos de vida relacionados a acciones sociales, interacciones y comportamientos. Emocionalmente, el distanciamiento social y el autoaislamiento pueden causar problemas de salud mental, ansiedad y depresión. La incertidumbre en torno al virus se experimenta por la rápida propagación, el alto riesgo de infección y reinfección por las diferentes variantes, la duración indeterminada de las intervenciones de salud pública que no siempre dan respuestas, las largas colas en los centros de atención primaria y en la escases de medicamentos de elevados costos que, mayormente, son costeados por pacientes y familiares. Y esto, en respuesta a la progresión de la enfermedad, puede contribuir y agudizar los problemas de salud mental preexistentes, siendo esta, una situación razonable y predecible.& ;
Según una investigación científica del Dr. Carod-Artal (2021) Master en Patología Cerebrovascular. Universidad Complutense de Madrid. El 65% de los supervivientes que padeció COVID-19 leve/moderada presenta síntomas de síndrome post-COVID-19 durante 12 semanas o más. A los seis meses, los sujetos relatan un promedio de 14 síntomas persistentes y los más frecuentes son fatiga, disnea, alteración de la atención, de la concentración, de la memoria y del sueño, ansiedad y depresión.
Las personas que sobreviven al COVID-19 corren un mayor riesgo de efectos en la salud mental. Una de cada cinco personas que han pasado la enfermedad, se ha enfrentado por primera vez a un diagnóstico de ansiedad, depresión o insomnio, teniendo además, el doble de probabilidad de tenerlos que personas con otras patologías. Los pensamientos suicidas han aumentado entre un 8% y un 10%, especialmente en personas adultas y en jóvenes (donde la cifra asciende a entre un 12,5% y un 14%). O sea, que la salud mental entre las personas que viven situaciones socioeconómicas más desfavorables y entre las personas con problemas de salud mental previos son los más perjudicados.& ;
Ahora bien, ante la amplia gama de consecuencias psicosociales a nivel individual y comunitario durante las distintas mutaciones y variantes del virus, son múltiples las alteraciones psicológicas asociadas, que van desde síntomas aislados hasta trastornos complejos con un deterioro marcado de la funcionalidad, en aspectos como el sueño, ansiedad, depresión y trastorno por estrés postraumático. En este contexto es necesario que las entidades de salud mental en nuestro estado Lara funcionen, que el acceso a los sistemas de salud sea una prioridad aunque la realidad es completamente opuesta; el acceso es limitado en los centro de atención con servicios o departamentos de salud mental. Asimismo, se hace un llamado a que se desarrollen estrategias que permitan reaccionar con destreza y que logren un soporte a la población afectada, en aras de reducir el desarrollo del impacto psicológico y de los síntomas psiquiátricos.& ;
El aumento de los casos de personas con síntomas ansiosos, depresivos y otros trastornos mentales es una realidad que está presente en nuestro estado. Es hora de accionar porque la salud mental es un derecho humano, una prioridad desde la asociación Los Planetari@s, donde hacemos un llamado para que se atienda esta realidad. ¡No somos locos, somos planetarios!
Por: Jorge Luis Jaimes
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