domingo, 24 noviembre 2024
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En Portachuelo tienen más de 100 años en completa sequía

Luis F. Colmenárez | LA PRENSA DE LARA.- Sobreviven a punta de tobos. Más de 100 años de fundada tiene la comunidad de Portachuelo parte baja, ubicada al noreste de Barquisimeto, ese mismo tiempo es el que tiene este sector sin el suministro de agua por tubería, dejando totalmente secas a las familias que durante años han transitado en esta zona de Iribarren.

En Portachuelo son 246 familias que actualmente sufren por la inexistencia del vital líquido, en medio de una pandemia donde la principal protección es el lavado de manos. La sequía ha sido su pan de cada día y el principal motivo de su desdicha.

Ante la poca o nula atención por parte del gobierno regional y municipal se vieron en la obligación de cavar pozos en puntos estratégicos. Actualmente hay cuatro donde los vecinos recolectan el preciado líquido cuando del cielo caen los aguaceros.

Uno de estos pozos está ubicado en el patio de la casa de la señora Nidia Meléndez. A su esposo y yerno les tocó apropiarse del pico y la pala para cavar un hueco de casi dos metros de profundidad que hoy en día les permite recoger unos cuantos litros de agua.

Estos lugares son sagrados para el sector, vecinos cuentan que aunque cuando llega la ola de calor entran las ganas de echarse un chapuzón, tienen prohibido que la gente se bañe allí, para evitar que el líquido pase de cristalino a turbio.

Si bien dicha agua no es apta para el consumo humano, la comunidad coincide en que ésta es de gran ayuda para desempeñar labores del hogar como limpiar el piso, lavar la ropa o platos sucios.

«No nos atrevemos a tomar porque los burros y chivos vienen a beber de ahí cada vez que les da sed», cuenta la señora Nidia.

Hay algunos vecinos que no tienen tanto problema para trasladar en baldes el agua de los pozos a su hogares, sin embargo, hay otros que se las ven negras pues deben recorrer casi un kilómetro con los pesados tobos y botellones.

En la comunidad a diario se ve como hasta niños y adultos mayores deben cumplir con la titánica labor para tener algo de agua en casa, pero a pesar de la travesía en el sector gozan de la solidaridad vecinal, pues en los hogares donde hay pozos, la comunidad tiene libre acceso.

«También hay un vecino que se llama Alexis Rodríguez, él trabaja con un camión cisterna. A veces reparte agua y dona aunque sea una pipa para la comunidad», dice la señora Nidia.

Los vecinos aseguran que «una vez a la cuaresma» el gobierno regional envía un camión que deposita agua en el tanque de la U.E. Manuela Sáenz, institución donde se atiende a todos los niños de la comunidad.

«Tenemos que ir a la escuela y caminar todo eso hasta nuestras casas, además es un agua sucia porque no sabemos desde cuando no lavan ese tanque», manifestó Camilo Peña.

La comunidad vive rezando para que el sol se oculte y aparezca la lluvia. Detallan que cada vez que el cielo se torna oscuro comienzan a dar brincos de alegría, pues saben que podrán llenar sus tanques y aliviarse del estrés de la sequía por unos cuantos días.

En caos y abandono

«Toda mi existencia la he vivido aquí, lo mismo ocurre con mi familia. Mi abuela nació en 1920 y la comunidad ya estaba fundada», comenta entre risas la señora Nidia, quien declara que cada una de las familias del sector han tenido que resignarse y vivir rodeadas de precariedad, pero siempre aspirando a mejor su calidad de vida.

Con tono de lamento cuenta que aparte de la escasez de agua, tienen que lidiar con la falta de alumbrado, aseo, cloacas y gas doméstico. El suministro eléctrico es lo único que tienen seguro. Sin embargo, al caer la noche no queda ni un alma en las calles, pues la oscuridad no deja ver nada en el camino y en ocasiones el hampa saca provecho.

El servicio de aseo es otro problema sin respuesta, pues según cuentan los vecinos el camión del aseo nunca ha llegado hasta el sector. Como plan de contingencia, les toca quemar los desechos en sus patios o cavar huecos para enterrarlos.

«Ya no aguantamos, nos hace falta de todo. Es inhumano vivir de esta manera» dijo con indignación la señora Moralba Mendoza, habitante del sector.

Enfermarse tampoco es una opción para los habitantes de Portachuelo. La salud se encuentra lejos de ser una prioridad para ellos por el costo que demanda acudir al médico y el tratamiento que amerite su padecimiento.

Tal es el caso de María Castillo, quien ha tenido que vender su nevera y hasta el lavamanos para acceder a atención médica para su hija de 13 años que presenta estrabismo (un trastorno en el cual los dos ojos no se alinean en la misma dirección).

Como ella también está la señora Giorgina Meléndez. A sus 70 años y con problema de varices tuvo que sembrar plantas medicinales como acetaminofén en el patio de su casa para poder atenderse a sí misma, pues no tiene ayuda de familiares.

A pesar de las dificultades, Giorgina se levanta cada día para hacer frente a los embates de la vida. Para poder cocinar esta abuela camina largos tramos y se introduce en una zona boscosa para buscar unos cuantos trozos de leña que le permitan encender el fogón.

Junto a ella van varios vecinos emprenden la búsqueda de troncos secos que les permitan cocinar sus alimentos. Otros en busca de ingresos económicos han comenzado a vender en sus casas la leña que recolectan.

«Aquí se busca de todos, hay unos que buscan leña, plástico y aluminio para vender y poder sacar unos cuantos bolívares para comer», dice la señora Giorgina.

Hay quienes tienen la posibilidad de comprar un caracol eléctrico para no batallar con el humo que se desprende de la los fogones, pues en la comunidad han comenzado a registrarse casos de afecciones respiratoria por el humo que constantemente hay.

«Yo tengo caracol eléctrico y cada vez me toca repararlo porque no tengo tantos dólares para estar renovándolo cada dos semanas», Contó Camilo Peña, uno de los vecinos del sector.

Vecinos deben lidiar con barro

Si bien la lluvia es motivo de felicidad para la comunidad de Portachuelo al noreste de Barquisimeto, el otro lado de la moneda representa una realidad completamente distinta.

Con la llegada de las lluvias, el sector queda aislado de la vía principal pues todas las calles terminan llenas de barro.

«Cuando nos urge salir toca caminar por el monte» dice Darrys Rivero. Vecinos cuentan que durante las gestiones de Henri Falcón como gobernador y Alfredo Ramos como alcalde de Iribarren, les ofrecieron la posibilidad de construir aceras y de asfaltar las calles, pero el consejo comunal se opuso «por tratarse de administraciones opositoras».

Sin internet para poder estudiar

La falta de conexión a Internet golpea con fuerza a los vecinos de Portachuelo parte baja al noreste de Barquisimeto. En medio de esta problemática los 167 niños de la U.E Manuela Sáez y los jóvenes de liceos cercanosque se mantienen estudiando en medio de la emergencia sanitaria de la COVID-19, no tienen la oportunidad de acceder a google para investigar. «Mi hija estudia primer año y no tengo teléfono. Por Facebook publican las tareas pero me toca caminar hasta Los Luises», cuenta María Castillo.

Como solución una maestra de la zona comenzó a recibir niños para brindarles asesorías.

 

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