lunes, 25 noviembre 2024
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En la Victoria en Cristo sobreviven a punta de autogestión

Luis F. Colmenárez | LA PRENSA DE LARA.- «Todo queda en promesas». Desde hace nueve años las 83 familias que residen en la comunidad Victoria en Cristo, al norte de Barquisimeto, atraviesan agudos problemas en materia de servicios públicos pues el gobierno no ha cumplido con lo prometido, lo que los ha obligado a vivir de la solidaridad de sectores adyacentes y dependiendo de la autogestión en aras de resolver fallas en electricidad y agua.

Cada una de las personas que allí viven enumeran uno a uno los padecimientos que los han venido golpeando desde que la comunidad fue fundada, sin embargo, coinciden en que el principal drama al cual han tenido que hacer frente es la falta del suministro eléctrico. Detallan que a pesar de tener casi una década viviendo en el sector, hoy por hoy no cuentan siquiera con un cableado adecuado.

Explican que como una medida desesperada, se organizaron entre los mismos vecinos y se conectaron de forma ilegal a uno de los postes de luz de la la calle que comunica a Tamaca con Las Tunas, pero esto ha desencadenado un sinfín de inconvenientes.

Como las tomas son ilegales, el servicio de energía es intermitente, de allí que varias familias han perdido electrodomésticos como neveras y televisores, situación que ha llevado a más de uno a abandonar sus casas y mudarse, con el objetivo de buscar mejor calidad de vida.

Jesús Álvarez, quien reside en el sector desde su fundación, expone que dado a la falta de recursos tuvieron que sustituir el cableado por alambres de púas que suelen recalentarse y generar cortos circuitos que los han dejado a oscuras hasta por tres días en un terreno donde 83 parcelas, de 140, están ocupadas.

Asimismo, comentan al no tener un cableado óptimo, la calidad del servicio es sumamente deficiente. «Deberíamos tener un voltaje de 110 pero solo nos llegan 60. Hasta para cocinar en caracoles sufrimos, si nos levantamos a las 6:00 am para hacer un café, nos lo venimos tomando a las 9», dice Álvarez.

Piden ayuda

Al ser consultados sobre las respuestas que han tenido de parte de los entes competentes para solucionar la situación, la comunidad asegura que representantes del gobierno regional y de Corpoelec han ido en varias oportunidades a realizar inspecciones, pero todo queda en veremos.

Por tal motivo, los vecinos comenzaron a buscar soluciones por su propia cuenta y fue así como dieron con una empresa privada que puso en venta seis postes.

Entre todos se pusieron de acuerdo y procedieron a comenzar una recolecta para lograr recaudar los 240 dólares que deben pagar por los postes que buscarán sustituir los palos que actualmente cumplen su función.

Declaran que si estos postes se unen con un cableado, que fue donado por el padre de una de las vecinas de la comunidad, se haría mucho más fácil dar inicio a las labores que les permitirían gozar finalmente de un servicio de calidad.

No obstante, acotan que aún necesitan más recursos para comprar al menos cuatro transformadores, además de 12 postes adicionales, guayas y los cables que faltan.

Si bien reconocen que el pasado mes de marzo una comisión de la Corporación Eléctrica los visitó para hacer otra inspección y prometerles que pronto comenzarían de una vez por todas con los trabajos, los vecinos temen que una vez más el proyecto sea engavetado y tengan que seguir viviendo con un servicio casi inexistente.

«Nos dijeron que la mesa técnica se encuentra evaluando para determinar si el proyecto se llevará a cabo o no. Ellos quedaron en avisarnos», dijo la señora Aracelis Torrealba.

Los vecinos consideran pertinente que el gobernador del estado, Adolfo Pereira, o el alcalde del municipio Iribarren, Luis Jonás Reyes, se apersonen en el lugar para que conozcan de cerca la realidad que viven cada una de las familias que conforman el sector.

«Por acá no ha venido ninguno de los gobernantes que han pasado a lo largo de este tiempo, el único fue Henri Falcón, nos prometió mejoras pero aún las seguimos esperando» añadió Torralba.

Viviendas son un colador

Solo una de las viviendas que se encuentran en el sector está construida con bloques, el resto no son más que pequeños y humildes ranchitos que sirven de resguardo para todas las personas que integran la comunidad La Victoria en Cristo.

Con el paso del tiempo, estos ranchos han comenzado a deteriorarse hasta el punto de que han aparecido huecos en paredes y techos.

«Cada vez que llueve termina más mojado adentro que afuera» dice la señora María Loyo, quien destaca que cada vez que el cielo se torna nublado comienza a rezar, pues sus enseres son los que más sufren.

Pero no solo las precipitaciones han pasado a ser motivo de preocupación, la presencia de diversos animales mantiene a todos los vecinos con el Jesús en la boca, y es que subrayan que ya van varias veces en que su sueño es interrumpido por las noches al sentir como serpientes, arañas, alacranes o ciempiés caminan por su cama.

Entre todos unen sus voces y hacen un llamada a las autoridades para que se apiaden de su situación y le ofrezcan la manera de poder levantar unas viviendas dignas que les permita sentirse seguros y a salvo de cualquier ente externo.

Sacan provecho de la tierra

En medio de la grave crisis económica que ha venido azotando a los venezolanos desde hace un tiempo, la comunidad comenzó a buscar opciones para poder contar con el pan de cada día.

Teniendo en cuenta que en tiempos pasados el terreno era utilizado para cosechar alimentos, los vecinos optaron por crear sus propias siembras y fue así como comenzaron a plantar plátanos, pimentones, parchitas y hasta caraotas.

En la actualidad casi todas las casas que conforman el sector tienen en su patio distintas plantas que algún día se convertirán en su comida.

«Muchas veces lo que tenemos para comer debemos gastarlo en agua, por eso tenemos que buscar la forma de garantizar que no nos falte la papa» dijo el señor Jesús Álvarez.

Asimismo, comenzaron a criar pollos y gallinas para poder contar con la proteína animal que les permita llevar una alimentación balanceada.

Aseguran que si bien hubo un momento en el que se ayudaron con las bolsas del Clap, hoy por hoy la realidad es otra, ya que estas comenzaron a llegar de manera intermitente, generando desabastecimiento en sus despensas.

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