Luis Felipe Colmenárez | LA PRENSA DE LARA.- «Somos seres humanos y necesitamos viviendas dignas». Con esa frase Esmeralda Peña resume la petición de las 120 familias que residen en las seis calles que conforman la comunidad de Los Semerucos, al norte de Barquisimeto.
Desde hace cuatro años decidieron construir sus viviendas en un terreno que tenía más de 30 años en completo abandono. Poco a poco y con mucho esfuerzo, levantaron unos humildes ranchitos de barro y láminas de sinc que se han convertido en su hogar.
Pero el paso de los años y la falta de servicios públicos ha convertido la vida de las 120 familias en una completa tortura. Los vecinos detallan que como se trata de una invasión, no han podido acceder a servicios como aguas blancas, cloacas, asfaltado, aseo, cantv, internet o televisión por suscripción.
«Durante todo este tiempo hemos intentado contactar al dueño del terreno, pero ni siquiera sabemos quién es, nuestra intención siempre ha sido llegar a un acuerdo que nos beneficie a ambas partes» relata la señora Lisandry Palacios, al explicar que buscan que se produzca un acercamiento que les permita elevar su calidad de vida, pues actualmente viven en precariedades
Cada vez que llueve el temor se apodera de los habitantes de Los Semerucos, pues para evitar que sus viviendas se inunden deben colocar tobos, tasas y ollas para que el agua no cause estragos.
La señora Yanina Castro, cuenta que cuando arrecian las precipitaciones, sus pertenencias terminan flotando, por lo que ya ha quedado sin colchones y escaparates, objetos que son necesarios para su hogar.
Otra de las problemáticas que los atormenta es la falta de asfalto, precisamente cuando llueve la vías principales terminan convertidas en un río de barro que les impide salir a realizar sus tareas diarias e incluso hacer sus necesidades fisiológicas, pues muchas de las viviendas no cuentan con un baño y les toca recurrir al monte que abunda en varios puntos de la comunidad.
«Lo que podemos hacer es agarrar bolsas plásticas y envolvernos los zapatos porque tenemos que hallar la manera de salir de aquí», dijo Mario Paradas.
Infancia opacada
La falta del servicio de agua es otro de los principales problemas que golpea a la comunidad, y es que el vital líquido únicamente llega a las casas de la primera calle.
«Cada viernes cuando llega el agua debemos esperar que ellos llenen para que nos ayuden con unos tobitos» comenta la señora Lisandry mientras añade que otros deben recurrir a camiones cisternas que ofrecen una pipa por 1 dólar.
Los más afectados por esta situación son los 250 niños que allí viven, pues les ha tocado dejar de lado sus juguetes para comenzar a lidiar con carretillas y botellones mientras ayudan a sus padres a buscar el vital líquido.
«Todos los días se ven niños caminando por la avenida principal mientras ayudan a sus papás a cargar agua, eso no debería ser así ya que a su edad solo deberían pensar en estudiar y jugar» planteó Miguel Badallo, habitante del sector.
Lo mismo ocurre con la falta de gas, ya que los menores están en la necesidad de salir a buscar leña que le permita a sus madres preparar sus alimentos.
Relatan que deben recurrir a una zona cercana que conocen como el «Zanjón del Diablo», donde han comenzado a talar árboles con la ayuda de algunos adultos.
Los pequeños solo tienen la oportunidad de distraer sus mentes un pequeño rato en las tardes con pelotas y papagayos. Se reúnen todos en un «playón» que está destinado a convertirse en una cancha deportiva y que los mismos chamos mantienen en buen estado.
Aislados
Los vecinos aseguran sentirse en completo aislamientos ya que incluso para acceder al transporte público deben caminar cinco extensas cuadras cubiertas por la penumbra.
«Toca rezar para que no surja una emergencia porque sino es triste» comentó Anny Duno, vecina de Los Semerucos.
Apuntan que ni siquiera cuentan con el servicio de aseo, por lo que deben caminar el mismo trayecto para trasladar con una carretilla las bolsas de sus desechos hasta la avenida principal y así ser recogidas por el camión.
Hacen un llamado a la solidaridad
«Los niños son los que más sufren aquí», así lo afirmó la señora Yulimar Beitia, quien expuso que en la comunidad Los Semerucos, al norte de Barquisimeto habitan 250 niños que en ocasiones no cuentan siquiera con una buena alimentación.
Anteriormente contaban con la colaboración de algunas familias y comercios que donaban rubros para preparar platos de comida que eran entregados a los más pequeños de la comunidad.
Sin embargo, con el agravamiento de la crisis en el país, estas colaboraciones se vieron afectadas y hoy día son escasas. Los vecinos hacen un llamado a cualquier mano amiga que desee colaborar para poder continuar con la iniciativa.
Igualmente piden el donativo de un nebulizador que pueda ser utilizado por toda la comunidad, ya que la mayoría de los niños que allí viven presentan cuadros de asma.
Describen que en vista de que no pueden acceder con facilidad al transporte, cada vez que un menor entra en crisis, deben hacer de tripas corazón para trasladarlo hasta un centro de salud para ser atendido.
Están sin luz desde hace tres semanas
Un fuerte ruido estremeció el pasado 3 de abril a los habitantes del sector Los Semerucos. Resulta que en horas de la noche el único transformador que se encarga de llevar el servicio de luz a cada uno de los hogares de la comunidad, explotó y los dejó a oscuras.
«Ese era el único servicio con el que contábamos, ahora ni siquiera eso» dijo Lisandry Palacios.
Detalla que el transformador que se averió era de 25 Kva, el cual ya no daba abasto para la cantidad de familias que actualmente residen en Los Semerucos.
En las noches la situación se vuelve insoportable, pues deben lidiar con el calor, los zancudos y el insomnio de los niños, a quienes se les complica conciliar el sueño por el caos.
Temen que a ellos les ocurra lo mismo que sus vecinos de la comunidad «El Paraíso», que cumplió siete meses sin el servicio, pues en Corpoelec no cuentan con equipos para la sustitución de transformadores.
Desde la empresa solo les han pedido tener paciencia.