Falta de especialistas, máquinas dañadas y malas condiciones en cuatro unidades de diálisis en Barquisimeto ponen en riesgo la vida de unos 572 pacientes renales, según información de Fundaprel.
Para Alexander Rivero, de 41 años, «estar vivo es por misericordia de Dios» porque ya son 19 años en los cuales ha debido conectarse a una máquina de diálisis para filtrar los desechos de la sangre, esto a consecuencia de hipertensión silenciosa. Está consciente de que así como la diálisis lo mantiene vivo, también lo desgasta debido a que su cuerpo no funciona con naturalidad. Además, el tratamiento no lo puede cumplir como se debe.
Para la mayoría de los pacientes, las diálisis deben hacerse tres veces a la semana en lapsos de cuatro horas; sin embargo, en la actualidad esto no es así, las máquinas que hay no son suficientes para cubrir el tratamiento de todas las personas que lo necesitan, por lo que han debido disminuir el tiempo de tratamiento a dos horas 45 minutos para tener un turno extra para otros enfermos, lo que para ellos como pacientes representa una hora y 15 minutos menos de vida.
Héctor Colmenárez, presidente de la Fundación Amigos del Paciente Renal (Fundaprel), detalló que en el estado Lara existen ocho centros de diálisis, dos ubicados en los municipios foráneos, uno en el Hospital Pastor Oropeza de Carora y el otro en el Hospital Egidio Montesinos de El Tocuyo. En Barquisimeto dos son de emergencia, como el del Seguro Pastor Oropeza donde hay 15 máquinas y sólo funcionan 12. Allí sólo conectan al paciente una o dos horas de tratamiento, en casos de emergencias y luego deben formar parte de una lista de espera de por lo menos 60 personas. De igual forma, en el Hospital Antonio María Pineda tienen 14 máquinas, pero sólo están disponibles dos.
Pacientes renales en riesgo
En el centro de diálisis El Ángel atienden a 190 pacientes, cuenta con 32 máquinas, pero funcionan 26. En la unidad Barquisimeto hay 140 personas que se hacen tratamiento con hemodiálisis y existen 42 máquinas y sólo funcionan 31. En la Razetti hay 34 máquinas, pero sólo están funcionando 26 para 200 pacientes y en el centro Lara II donde deberían funcionar siete, sólo sirven cinco para 42 pacientes.
Para los pacientes estas cifras son alarmantes, cada máquina de estas representan el riñón que no les funciona, por lo que con cada una que deja de funcionar o falla también lo hacen sus esperanzas de mantenerse estables. En el caso de los que están a la espera de un cupo en estos centros de diálisis para hacerse el procedimiento, lamentablemente deben esperar que fallezca un paciente porque hacerse una diálisis en el sector privado tiene un costo de 300 dólares, suelta Colmenárez.
Asegura que si el Gobierno nacional comprara 190 máquinas para el estado Lara el panorama de los pacientes no fuera tan oscuro. Las que están prestando el servicio están fallando por falta de mantenimiento, las baterías que les permitía seguir funcionando cuando el servicio eléctrico falla ya no sirven y son las enfermeras las que de forma manual deben hacerlas funcionar, pero ellas no son suficientes para hacer el trabajo manual de cada máquina a cada uno de los pacientes, además que eso afecta la correcta aplicación del tratamiento. Cada aparato tiene un costo de entre 20 y 25 mil dólares.
«En ese precio están en Caracas y si no les gusta la marca pueden comprar de la que prefieran, porque lo que nos interesa es que funcionen no su nacionalidad», exclamó Colmenárez.
«Allí corremos el riesgo de que algo salga mal y puede ser peor porque no hay médicos para atendernos al momento de una emergencia», recalcó Rivero. En cada centro debería haber dos nefrólogos, un cardiólogo, un psicólogo para atender no sólo al paciente, sino también a los familiares y al personal que a diario convive con los pacientes, un nutricionista y una enfermera por cada cuatro pacientes y en la actualidad eso no es así, el nefrólogo que debería ser el principal especialista algunas veces no está, en ocasiones hay residentes y de otras especialidades, resaltan que siempre es bueno que un médico esté presente, pero no es lo mismo que un nefrólogo.
Los centros de hemodiálisis, en Barquisimeto, son espacios a los cuales llegan pacientes de todo el estado Lara. Jesús Bracho es uno de ellos, desde hace 12 años se dializa, a la semana debe viajar tres veces, él vive en el municipio Urdaneta, específicamente en Santa Inés, se levanta a las 3:00 de la mañana porque la unidad de Transbarca que les hace el traslado lo pasa buscando por su casa a las 4:30 de la mañana.
Causas del descenso
El doctor Ismardo Bonalde explicó que las causas que han hecho que se produzca menos conocimiento científico en Venezuela son, primero la falta de financiamiento. Antes el Estado financiaba el 90% de las investigaciones. Eso comenzó a cambiar en 2009 y más concretamente de 2014-2021, cuando los recursos destinados a la ciencia y tecnología se redujeron a la par que se contrajo en un 75% el PIB del país.
Segundo, por la migración de científicos. Bonalde explicó que probablemente en los años dorados de producción de conocimientos había 4.500 investigadores principales que lideraban proyectos, hoy no hay cifras oficiales, pero quizás sean mil o menos. Producto de los bajos salarios que ganan los docentes universitarios. Tercero, por el deterioro de la infraestructura de laboratorios universitarios.
Cuarto, porque hay menos estudiantes de ciencias en Venezuela. De hecho, buena parte prefieren hacer sus estudios de cuarto y quinto nivel en otros países.
Graves consecuencias
Las investigaciones científicas son esenciales para crear políticas públicas y son indispensables para la creación de bienes y servicios. Si un país deja de invertir en conocimiento, será difícil recuperar su economía.
«Desde 2009 a la fecha, Venezuela ha tenido 27 años de retroceso en investigaciones. Estas no solamente son necesarias para estudiar enfermedades, partimos que la seguridad y la soberanía del Estado depende de la producción de conocimiento…Un país sin investigación ni tecnología es totalmente dependiente», expresó Bonalde.
Mientras el mundo vive la era del conocimiento, donde las inversiones se priorizan en avances digitales y biotecnológicos, Venezuela ha quedado rezagada en este campo.