lunes, 4 noviembre 2024
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Masacre en Carrizal

LA PRENSA.- La es­ce­na del cri­men era im­pac­tan­te, Abru­ma­do­ra. En una que­bra­da ári­da, ro­de­a­da de ár­bo­les se­cos y ba­jo un sol in­cle­men­te es­ta­ba un ca­mión Tri­tón de pla­ta­for­ma co­lor gris. Un ca­dá­ver ba­ña­do en san­gre sen­ta­do en el pues­to del co­pi­lo­to, una da­ma ti­ra­da en el pi­so muer­ta muy cer­ca de la puer­ta del pi­lo­to y un se­ñor cruel­men­te ti­ro­te­a­do es­ta­ba bo­ca­rri­ba a unos 6 me­tros de­trás del ve­hí­cu­lo, era la san­grien­ta ima­gen de un tri­ple ho­mi­ci­dio que hu­bo en El To­cu­yo, es­pe­cí­fi­ca­men­te a una ho­ra de Bo­ro Ci­ma­rro­na, en la Que­bra­da vía Ca­rri­zal, por don­de an­tes pa­sa­ba el cau­ce de un rí­o, en­tre el mu­ni­ci­pio Mo­rán y Ji­mé­nez.

El ve­hí­cu­lo es­ta­ba apa­ga­do, con los vi­drios aba­jo y el es­tri­bo cro­ma­do del la­do del con­duc­tor to­do lle­no de san­gre. Más aba­jo, en el sue­lo, so­bre las pie­dras es­ta­ba bo­caba­jo el cuer­po de Dia­na Ca­ro­li­na Oli­ve­ro Fréi­tez (26). La jo­ven de ca­be­llo lar­go, que ves­tía un top de co­lor ver­de y je­ans ne­gro, es­ta­ba to­da lle­na de san­gre y des­cal­za. De­ba­jo de su ca­be­za ha­bía un char­co de san­gre y a su la­do una con­cha de ba­la.

Al me­nos 4 im­pac­tos se le pu­die­ron apre­ciar en su cuer­po, estaba embarazada. Una es­pe­cie de tra­yec­to­ria de san­gre ha­bía des­de la ca­be­za de Dia­na, es­tri­bo y asien­to del pi­lo­to has­ta el ca­dá­ver de Ra­món Jo­sé Gon­zá­lez Fréi­tez (26), quien ya­cía sen­ta­do en el asien­to del co­pi­lo­to.

El mu­cha­cho ves­tía un sué­ter blan­co, blue je­ans, za­pa­tos de­por­ti­vos y go­rra. Su ca­be­za se fue ha­cia el la­do de­re­cho. Los bra­zos mos­tra­ban có­mo la san­gre de su ca­be­za co­rrió por ellos. Al jo­ven se le pu­do pre­ci­sar co­mo 4 ti­ros en el hom­bro, pe­cho y ca­ra. Pe­ro la ima­gen más dan­tes­ca era la del con­duc­tor y pro­pie­ta­rio del ca­mión, Luis Al­ber­to Fréi­tez To­var (47). Con los bra­zos abier­tos, to­do el ros­tro ro­jo por la san­gre, su fra­ne­la azul a me­dio su­bir y ba­ña­da en san­gre y full de pie­dras pe­ga­das se en­con­tra­ba. Muy cer­ca de es­te hom­bre ha­bía al me­nos 7 con­chas de ba­la. En su ma­no iz­quier­da lle­va­ba un re­loj de bra­za­le­te y ata­da a su co­rrea te­nía den­tro de un es­tu­che una na­va­ja mul­tiu­sos mar­ca Vic­to­ri­nox.

Des­de don­de es­ta­ba su cuer­po has­ta el ca­mión se po­dí­an apre­ciar man­chas de san­gre. Se­gún se pu­do co­no­cer, el do­min­go, Luis y Dia­na sa­lie­ron de sus ca­sas en Quí­bor a las 11 de la ma­ña­na pa­ra asis­tir a unos ta­mu­nan­gues que re­a­li­zan allí. Quie­nes los co­no­cí­an en Ca­rri­zal, la zo­na a don­de iban y que es­tá a ki­ló­me­tro y me­dio de don­de los ha­lla­ron muer­tos, afir­ma­ron que ellos fes­te­ja­ron en el sec­tor, pe­ro que en la no­che se re­ti­ra­ron. Jo­sé le pi­dió la co­la a Luis y se vi­nie­ron los tres en el ca­mión. Aun­que no se pre­ci­só qué les pa­só por el ca­mi­no, se pre­su­me que a los tres los in­ter­cep­ta­ron unos ti­pos quie­nes que­rí­an ro­bar­los y por eso los me­tie­ron pa­ra la que­bra­da muy le­jos de la ca­rre­te­ra.

Luis car­ga­ba una pis­to­la y, al pa­re­cer, los la­dro­nes lo en­trom­pa­ron pa­ra ro­bár­se­la, pe­ro el se­ñor in­ten­tó de­fen­der­se; sin em­bar­go, no pu­do. Su­pues­ta­men­te, a Luis lo ba­ja­ron pri­me­ro del ca­mión he­ri­do y los la­dro­nes lo ma­ta­ron a me­tros del ve­hí­cu­lo pa­ra qui­tar­le el ar­ma. La hi­pó­te­sis que se ma­ne­ja de los acom­pa­ñan­tes de Luis es que Dia­na fue he­ri­da y en su in­ten­to de es­ca­par ba­jan­do del ca­mión, los pis­to­le­ros le dis­pa­ra­ron y la de­ja­ron sin vi­da; mien­tras que a Jo­sé Ra­món le dis­pa­ra­ron de in­me­dia­to en su pues­to. Tam­bién se co­no­ció ex­tra­o­fi­cial­men­te que son va­rias per­so­nas los que ata­ca­ron a las víc­ti­mas. Al lu­gar del su­ce­so, lle­ga­ron po­li­cí­as, guar­dias na­cio­na­les y Cicpc, quie­nes ini­cia­ron las in­ves­ti­ga­cio­nes y no pre­ci­sa­ron más in­for­ma­ción por lo com­pli­ca­do del ca­so.

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