Guiomar López | LA PRENSA.- El llanto de Leonardo Pacheco ya tenía menos fuerza y se aferraba abrazando a otra pariente. Intentaba sostenerse mientras esperaba el cuerpo de su esposa, Eva Rosa Durán Avendaño, con quien tuvo un accidente en su moto. Ella falleció luego de ser ingresada al Hospital Central Antonio María Pineda.
La víctima de 47 años vivía junto a Pacheco en el caserío Limoncito de Aroa, luego de Duaca. El domingo por la tarde ambos fueron hacia el sector cercano de San Miguel y cuando regresaban a su residencia, casi a las 8:00 de la noche con la moto pesada, al cargar un saco de maíz pilado en la parrillera, al parecer, el señor perdió el control de este vehículo. Se estrellaron contra una cerca y Durán fue a dar directo a uno de los frondosos árboles que sostenían dicha estructura.
Cuenta un familiar que ella tenía 47 años y se dedicaba exclusivamente a los oficios del hogar, bien estricta en la formación de sus tres hijos. “No resistió porque el golpe en seco se lo dio en la cabeza”, se lamentaba recordando que estaba viva y los primeros auxilios se lo dieron en el hospital “Dr. Rafael Antonio Gil” en Duaca, pero ante la gravedad fue remitida de inmediato al principal centro asistencial en Barquisimeto.
Los esposos habían salido al caserío cercano a buscar el maíz pilado para hacer arepas y cachapas. Estaban acostumbrados a transitar por esa vía asfaltada, pero muy oscura. De hecho, parientes no se explican cómo sucedió este accidente, cuya velocidad es relativa al impacto que pueda recibir el parrillero, quien —por lo general— siempre sale perjudicado con la peor parte. La moto quedó destrozada.
Ante el sonido de dicho impacto, los familiares que viven adyacente al lugar del accidente llegaron a colaborar y sin imaginarse que se trataba de la familia Pacheco Durán. Por eso fueron trasladados al hospital más cercano, con el esposo con más estabilidad y sin requerir hospitalización, simplemente le realizaron los exámenes y placas de rigor.
Hijos y amigos acompañaban a Pacheco, sus rasguños por alrededor de los codos aún estaban rojizos, cicatrices que se suman al duelo por la pérdida de su esposa.