José Miguel Najul | LA PRENSA.- Karelia Galíndez prefiere prescindir de un salario fijo con beneficios. En su lugar, sale todos los días a caminar por las calles de “El Caribe”, ofreciendo torrejas por 200 bolívares, ganando “lo suficiente como para, al menos, poder comprar los productos bachaqueados”.
Como Karelia, muchos otros ciudadanos han optado por complementar sus trabajos como asalariados, o de sustituirlos del todo por nuevos oficios vinculados al comercio que les permiten incrementar su ingreso base en tiempos en los que la crisis económica erosiona el poder adquisitivo.
El señor Daniel Hernández ha optado por vender panes rellenos de pollo o carne. El precio al que los expende es de 750 bolívares. Sin embargo, asegura que no todo son ganancias.
“Hay que pagar los costos de hacer los panes. Al final, sí representan un ingreso importante, pero sigue siendo muy difícil sustentarse con cualquier actividad en esta situación”, expresa el vendedor, que pasa sus días recorriendo el centro de la ciudad en busca de compradores hambrientos.
En efecto, a pesar de que el ingreso pareciera ser más nutritivo en comparación a trabajos formales en empresas o instituciones, no están exentos de los problemas cotidianos que padecen los asalariados.
Yoel Paredes apunta que hay que invertir mucho tiempo, y que la frustración los invade los “días malos, en los que uno pasa horas y horas sin poder venderle nada a nadie y está con la preocupación de cómo hará para comer”.
Aún así, Paredes asegura que, al menos su oficio, como vendedor ambulante de bambinos, le permite manejar el tiempo a su antojo y hacer colas para productos regulados cuando los necesita para su familia.