Isabella Delgado | LA PRENSA.- Un talud propenso a deslizarse por filtraciones, el final de dos drenajes y un río con cauce desviado por un vertedero ilegal. El agua es el común denominador de las tres amenazas de Santo Domingo. Es el fantasma de las mil 800 familias que viven con el miedo de quien sabe que todo lo que ha construido puede ser arrasado.
La ubicación de Santo Domingo es clave en su riesgo. Es la única comunidad del suroeste de Barquisimeto que está rodeada por un lado por la avenida Ribereña, en su primera curvatura luego de El Garabatal, y por el río Turbio que la abraza en su parte baja. En el límite con el río está uno de los elementos de riesgo directo.
El espacio por donde hace décadas corría el Turbio a sus anchas ahora hay un vertedero ilegal de escombros, basura y carros picados. Hace tres años, cuando La Prensa hizo la primera reseña de este problema, hasta 30 camiones tipo Volteo descargaban sus desechos en el río. Las montañas de desperdicios superaban los 4 metros de altura. Algunos vecinos del sector Villa Nazareno, contiguo a Santo Domingo, prestaban sus patios que dan al río para facilitar la descarga a los camioneros y así ganar espacio en sus terrenos con el relleno.
Vecinos aseguraron que todo ocurría bajo la mirada silente de funcionarios de la Guardia Nacional, quienes cobraran a los camioneros una ‘vacuna‘ para dejarlos accionar. Desde hace un año la comunidad intenta detener la práctica y han logrado minimizarla, pero las montañas de escombros aún superan los tres metros de altura.
“Yo misma fui al Ministerio del Ambiente hace tres años a hacer la denuncia. Tengo los documentos que lo prueban. Pero nunca vinieron ni a ver”, comenta Clara Colina, vocera de la comunidad.
“Hace más de 5 años, mucho antes que esto estuviese así, el ministerio construyó unos gaviones para proteger la comunidad. Esos ya ni se ven de todos los escombros que han tirado”, acota Samir Rodríguez, otro vocero.
De acuerdo a Protección Civil, toda obstaculización en el cauce de un río tiene efectos negativos. En una crecida el agua puede reclamar su lugar y al chocar con un elemento que no pertenece al ecosistema, puede cambiar su cauce de forma abrupta y causar destrozos.
“Si aquí el río crece y se encuentra con esos escombros, lo que le pase a las mil 800 familias que aquí viven es responsabilidad del Ministerio del Ambiente”, aseveró Colina. Se intentó consultar a autoridades del Ministerio de Ambiente, Ecosocialismo y Agua cobre el tema, al igual que a Guardería Ambiental, pero no quisieron hacer comentarios.
Drenajes y deslizamiento
Santo Domingo además es el punto final de dos drenajes construidos en función de la avenida Ribereña. Uno recoge el agua proveniente de El Garabatal y el otro recibe las de la propia avenida y de parte de San Vicente, comunidad ubicada entre la avenida Fuerzas Armadas y la Ribereña. Al llover, estos drenajes colapsan y pueden causar anegaciones, como lo hicieron el pasado 2 de noviembre, cuando 12 familias quedaron damnificadas.
A Santo Domingo le cae el agua de los drenajes, por eso siempre se colapsa el punto bajo, así como donde está el estadio y la escuela. Por ahí el agua corría sin ningún problema y llegaba al Turbio”, apunta el vicepresidente del Colegio de Ingenieros, Julio Gutiérrez.
En el estudio microzonificación sísmica de Iribarren, esta comunidad está determinada como zona inestable y propensa a deslizamiento por filtraciones. Gutiérrez asegura que la estabilidad de las viviendas se ve aún más comprometida por los cortes de 90º hechos en el talud para construir casas o ranchos. Explica que en terrenos arcillosos como el de Santo Domingo y comunidades aledañas solo se puede hacer cortes 45º, previo estudio. Con este tipo de cortes, el terreno es menos vulnerable a deslizamientos. “Cortar a 90º es como si le quitaran los dedos de los pies a una persona. Si le dan un empujón se puede caer”.
En el sector Santo Domingo 2, la cuesta entre la parte baja y la Ribereña, han hechos cortes de 90º sin regulación de ningún ente gubernamental. Es el mismo lugar donde ocurrieron las anegaciones el 2 de noviembre. Ese día los daños fueron causado tanto por el agua que bajó como cascada desde la Ribereña como por la inestabilidad del terreno.
Vecinos dicen estar conscientes del peligro que los acecha por todos los flancos, pero aseguran que no tienen a dónde ir. Unos rezan para que no llueva fuerte, otros tratan de no pensar el peligro. Pero la verdad es que todos están a expensas del agua.