Osman Rojas | LA PRENSA.- Un colchón tirado sobre un cartón en el suelo, dos bloques que sujetan una parrilla para improvisar una cocina, cuatro tasas plásticas, una olla y varias pimpinas es todo lo que tiene el matrimonio Rivero, familia que desde hace tres meses convirtió la parte baja del elevado ubicado en el Obelisco en su hogar.
“No le molestamos a nadie aquí. Vivimos tranquilos pasando frío, pero sin meternos con nadie”, dice asustada María Rivero mientras observa con cierto recelo la cámara del reportero gráfico de La Prensa. “A mí no”, dice la señora cuando se le va a tomar una foto. Cubriéndose la cara la mujer se da media vuelta y cuenta que ella y su esposo viven desde hace un año en condición de calle.
Historias como estas se han hecho frecuentes a nivel nacional. Según registra el grupo Venezuela Tiene Futuro, el nivel de desempleo aunado a la galopante inflación ha incrementado en los últimos catorce meses un 5% los niveles de pobreza extrema que hay el país lo que ha incidido directamente en el número de personas viviendo en las calles.
“Hemos tocado fondo. Ahora mismo estamos viviendo el coletazo de las malas decisiones tomadas por el Gobierno nacional para erradicar la pobreza. La formación de hogares disfuncionales y la necesidad que hay en las zonas populares del país hace que el número de personas viviendo en condición de calle aumente a un ritmo vertiginoso. No estamos hablando únicamente de indigentes, ahora mismo vemos a personas que viven en la calle porque no tienen otra opción”, resalta la abogada Linda Cabrera, vocera del grupo Venezuela Tiene Futuro.
En Lara no hay una institución que lleve el registro de cuánta gente hay en condición de calle en la entidad, pero sólo en el Obelisco este rotativo contabilizó a cinco personas (dos familias), durmiendo en el suelo por no tener cómo pagar un lugar dónde vivir.
“La vida no es fácil y menos en estos momentos. Cualquiera que nos vea pensará que tenemos problemas con las drogas o que estamos huyendo de algo, pero en nuestro caso es solo que las cosas no se han dado”, dice Leomar Márquez, quien también duerme debajo del elevado en el obelisco.
De todos lados
La escasez de alimentos y la precaria situación económica de muchas familias en los municipios foráneos o estados vecinos hace que la migración de personas de bajos recursos a las grandes ciudades se vuelva algo frecuente.
Así lo considera el economista Manuel Contreras, profesor universitario, quien ve con gran preocupación el hecho de que las ciudades se estén inundando, una vez más, de personas en condición de calle.
“Hay lugares montañosos donde la comida casi que no llega y con esta escasez el hambre se siente más. Ya en los años 80 vivimos una situación parecida cuando las calles se llenaron de personas pidiendo plata en los semáforos. Muchos se vienen porque saben que en las grandes ciudades de hambre no se mueren”, cuenta.
El especialista considera que los planes emprendidos por la Gobernación del estado Lara, a través de programas como Solidaridad, son importantes, pero eso no va a solventar la situación.
“Ofrecerle trabajo a las personas en condición de calle es un paso importante, pero eso no va a arreglar esto. El número de personas en extrema pobreza aumenta por la estructura macroeconómica del país. Todos los días la escasez se agudiza, el hambre aumenta y todo eso traerá como consecuencia que el número de gente en la calle aumente”, explicó Contreras.
El economista asegura que el terreno ganado estos años para acabar con la pobreza se ha perdido debido a la crisis.