Osman Rojas | LA PRENSA.- Sentada en la orilla de la carrera 20 con calle 20 Ana Soto espera que la cola avance. Sus piernas están hinchadas por haber pasado más de tres horas parada esperando para cobrar la pensión, pero sabe que no se puede ir del banco con las manos vacías. “Me prestaron el pasaje para venir. Si no cobro hoy no sé cómo voy regresar”, dice la abuelita mientras se da un masaje en las piernas.
Con el pasar de los minutos la inclemencia del sol arrecia y la cola se hace más larga. Los trabajadores en el banco saben que necesitan salir cuanto antes de los pensionados para evitar mayores complicaciones. Apenas son las 11:44 de la mañana y ya hay reportes de tres personas desmayadas y una descompensada en diferentes bancos de la ciudad. Y apenas las humillaciones no paran.
El tiempo sigue pasando y la escena se torna mucho más inhumana. Empujones, pago con billetes de la más baja denominación (20 bolívares) y cierre temprano de instituciones bancarias es la imagen dominante.
A eso de la 1:00 de la tarde el hambre hace mella en las personas formadas en las colas. De a poco algunos abuelos empiezan a sacar, con más pena que otra cosa, sus arepas o tacitas con comida. Ninguno se atreve a salirse de la cola por miedo a que algún vivo lo adelante. En cuestión de minutos comen y guardan sus perolitos para seguir.
“Esto parece que no va a terminar nunca”, dice un señor formado en la cola del Bicentenario, ubicado en Mercabar. El abuelo asegura que está allí desde las 8:00 de la mañana y ya son las 12:35 del mediodía y todavía no lo han atendido.
Cuando se le pregunta si ya almorzó el abuelo muestra los bolsillos y confiesa “no tengo ni para comprar un pan”.