martes, 26 noviembre 2024
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Precio de la harina aumenta de nuevo y golpea el bolsillo

Guiomar López | LA PRENSA.- Se alegraron cuando vieron el anaquel con ha­rina Doña Emilia, pero casi intocable, porque cuando los guaros se acercaban quedaban bo­quiabiertos con el nuevo precio en Bs. 7 mil 200, muy distante del reciente ajuste en Bs 2 mil 130 en la harina Pan. Un trecho de 238% en incremento y que obligaba a llevarse sólo una unidad en las cooperativas de Las Tri­nitarias y Ruiz Pineda.

Sandra Surpik y Esther Parra salían sólo con un paquete de harina, mien­tras terminaban de con­tar el sencillo en billetes de Bs 100. Ellas estaban sorprendidas, porque ni habían escuchado rumo­res.

Se enteraron justo en el anaquel, cuando al­guien se asomaba y pasa­ba de largo. El consuelo de ambas era que se tra­taba de un incremento significativo, pero que igualmente seguía sien­do accesible en compara­ción con los precios fija­dos por los bachaqueros,estimado entre Bs. 12 mil y 15 mil.

Pero la situación es más crítica para el vigilante Renzo Monjes, quien apenas llevaba tres artí­culos. El presupuesto no le alcanzó, porque se le desajustó con el kilo de harina. “¿Cómo pode­mos comprar, si en dos harinas se nos van casi Bs. 15 mil y un paquetico de arroz está rondando los Bs. 13 mil?”, se pre­guntaba, aun sentado cerca de la salida princi­pal. Admite que su suel­do no le alcanza para comprar los alimentos a precios tan altos. Tres meses atrás, llevaba has­ta 3 harinas y demás artí­culos para 15 días.

Un par de amas de ca­sas escuchaban a Mon­jes, y susurraban “lo peor es que se trata de una ha­rina de maíz mezclada con arroz” y se pregunta­ban “¡entonces en cuánto irán a quedar aquellas 100% de maíz!”.

Ya cerca de mediodía, el rumor se corrió por toda la cooperativa. La gente llegaba preguntando: “¿queda harina?” y casi a coro, les respondían que estaban casi “completi­cas”, literalmente de “mí­rame y no me toques”. Les tocaba ingeniárse­las, jugar con las mate­máticas y empezar por priorizar.

Tal como hizo Salvadora Arnesto, al se­ñalar que se llevaba su harina, porque estaba cansada de comer arepa de maíz. “Ya al venezola­no le toca ver las cosas de otra manera. Tal vez, con este precio, aparezca el producto en todos los mercados y se termine la mafia de los bachaque­ros. Ellos sí aumentan hasta más del mil por ciento”, adelantó.

Esta esperanza también la compartió Esther Pa­rra, el jueves compró en Bs 2 mil 130 en un Cen­tral Madeirense y ayer se consiguió el empaque que supera los Bs 7 mil. Lo admite como costoso, pero confía que pueda verse en todos los ana­queles y en variedad de marcas.

Se sacrifican

A las afueras de la coo­perativa había otra preo­cupación. Las señoras con más de 10 años ven­diendo empanadas, con la disyuntiva del ajuste de precios cuando en re­alidad, debería ser un pi­quito y así no perder la clientela. Subir a más de Bs 2 mil una empanada, implica un bajón en ven­tas.

Isabel Sequera y Mi­riam Palacios trabajan como un gremio. Se guí­an por un mismo precio y bien popular, a Bs 1.500 las de caraota, que­so, guiso de pollo o car­ne. Son tan accesibles, que a la de pabellón sólo le suben Bs 100, sin es­pantar a los comensales.

La gente chilla porque apenas tienen para me­dio comer. Pero a noso­tros quién nos compren­de, comprando bacha­queado”, exclamó Sequera, con este nuevo golpe de la harina, sin contar lo fallo en el efec­tivo y el sacrificio de no poder afincarse en los precios.

La cacería de ellas es permanente, en busca de la harina regulada. Ni les gusta hablar de la leu­dante, ya casi desapareci­da, porque sólo la obtie­nen con “teticas”, que venden por 200 gramos en más de Bs 2 mil.

También les cuesta lle­nar los termos de café, que consiguen a Bs 20 mil y más caro aún, la azúcar. El guayoyo lo re­suelven a punta de teti­cas, el aceite les saca un suspiro, de esos bien profundos.

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