Guiomar López | LA PRENSA.- Se alegraron cuando vieron el anaquel con harina Doña Emilia, pero casi intocable, porque cuando los guaros se acercaban quedaban boquiabiertos con el nuevo precio en Bs. 7 mil 200, muy distante del reciente ajuste en Bs 2 mil 130 en la harina Pan. Un trecho de 238% en incremento y que obligaba a llevarse sólo una unidad en las cooperativas de Las Trinitarias y Ruiz Pineda.
Sandra Surpik y Esther Parra salían sólo con un paquete de harina, mientras terminaban de contar el sencillo en billetes de Bs 100. Ellas estaban sorprendidas, porque ni habían escuchado rumores.
Se enteraron justo en el anaquel, cuando alguien se asomaba y pasaba de largo. El consuelo de ambas era que se trataba de un incremento significativo, pero que igualmente seguía siendo accesible en comparación con los precios fijados por los bachaqueros,estimado entre Bs. 12 mil y 15 mil.
Pero la situación es más crítica para el vigilante Renzo Monjes, quien apenas llevaba tres artículos. El presupuesto no le alcanzó, porque se le desajustó con el kilo de harina. “¿Cómo podemos comprar, si en dos harinas se nos van casi Bs. 15 mil y un paquetico de arroz está rondando los Bs. 13 mil?”, se preguntaba, aun sentado cerca de la salida principal. Admite que su sueldo no le alcanza para comprar los alimentos a precios tan altos. Tres meses atrás, llevaba hasta 3 harinas y demás artículos para 15 días.
Un par de amas de casas escuchaban a Monjes, y susurraban “lo peor es que se trata de una harina de maíz mezclada con arroz” y se preguntaban “¡entonces en cuánto irán a quedar aquellas 100% de maíz!”.
Ya cerca de mediodía, el rumor se corrió por toda la cooperativa. La gente llegaba preguntando: “¿queda harina?” y casi a coro, les respondían que estaban casi “completicas”, literalmente de “mírame y no me toques”. Les tocaba ingeniárselas, jugar con las matemáticas y empezar por priorizar.
Tal como hizo Salvadora Arnesto, al señalar que se llevaba su harina, porque estaba cansada de comer arepa de maíz. “Ya al venezolano le toca ver las cosas de otra manera. Tal vez, con este precio, aparezca el producto en todos los mercados y se termine la mafia de los bachaqueros. Ellos sí aumentan hasta más del mil por ciento”, adelantó.
Esta esperanza también la compartió Esther Parra, el jueves compró en Bs 2 mil 130 en un Central Madeirense y ayer se consiguió el empaque que supera los Bs 7 mil. Lo admite como costoso, pero confía que pueda verse en todos los anaqueles y en variedad de marcas.
Se sacrifican
A las afueras de la cooperativa había otra preocupación. Las señoras con más de 10 años vendiendo empanadas, con la disyuntiva del ajuste de precios cuando en realidad, debería ser un piquito y así no perder la clientela. Subir a más de Bs 2 mil una empanada, implica un bajón en ventas.
Isabel Sequera y Miriam Palacios trabajan como un gremio. Se guían por un mismo precio y bien popular, a Bs 1.500 las de caraota, queso, guiso de pollo o carne. Son tan accesibles, que a la de pabellón sólo le suben Bs 100, sin espantar a los comensales.
La gente chilla porque apenas tienen para medio comer. Pero a nosotros quién nos comprende, comprando bachaqueado”, exclamó Sequera, con este nuevo golpe de la harina, sin contar lo fallo en el efectivo y el sacrificio de no poder afincarse en los precios.
La cacería de ellas es permanente, en busca de la harina regulada. Ni les gusta hablar de la leudante, ya casi desaparecida, porque sólo la obtienen con “teticas”, que venden por 200 gramos en más de Bs 2 mil.
También les cuesta llenar los termos de café, que consiguen a Bs 20 mil y más caro aún, la azúcar. El guayoyo lo resuelven a punta de teticas, el aceite les saca un suspiro, de esos bien profundos.