El Guaro Mirón.- Se pusieron las pilas y antes que lo invadieran le están dando uso. Los voceros del consejo comunal del sector 6 de la Ruezga Sur decidieron usar la sede abandonada del Mercal de la comunidad, para montar una frutería y así resguardar la estructura.
El dinero de la venta lo piensan usar para comprar luminarias que serán colocadas por ellos mismos en los diferentes postes del sector, además de otros proyectos.
El vocero Richard Parra me explica que decidieron tomar esta acción porque, supuestamente, unas personas de Las Sábilas estaban amenazando con invadir la sede de Mercal que tiene más de seis años sin funcionar por una presunta falla en el terreno que comprometería la estructura a largo plazo.
Parra aclara que el consejo comunal está haciendo los trámites para que sea reaperturada Mercal en la comunidad, pues está más que seguro que la estructura puede usarse y hay rumores de que han desviado los recursos asignados por el Gobierno nacional para levantar la sede de nuevo.
Además, me dice que más de tres mil familias de todo el sector y habitantes de comunidades cercanas se beneficiaban con la compra de alimentos a precios “bajitos” y ahora deben pasar roncha en las colas del Mercal de Patarata.
Tomate, cebolla, pimentón y frutas como piña, melón, cambur y parchita estarán ofreciendo a precios bien accesibles al bolsillo.
AV. Moyetones Parece basurero
Ahora ni los muertos descansan en paz, porque los vivos ensucian los alrededores del camposanto.
Recibí una denuncia y me lancé para el Cementerio Nuevo, pues los familiares de personas enterradas dicen que no pueden durar ni media hora con los parientes porque hay un bojote de basura a lo largo de la cerca que pone fétida toda la zona.
Hasta animales muertos dejan a orillas de las tumbas y no hay un servicio de mantenimiento que se encargue de limpiar, al menos por donde pasa la reina.
Los transeúntes alegan que nadie le echa una limpiaíta.
De alta y a cuestas
Las insuficientes sillas de ruedas para los pacientes del Hospital Central Antonio María Pineda sigue observándose a diario en sus alrededores.
A cada instante se ve cómo entran y salen pacientes cargados en hombros de sus familiares, ante la larga espera de una silla o camilla desocupada.
La impaciencia los lleva a no pararle a la situación y salir como sea del centro.