Poderoso, atractivo e intencional, hay un motivo por el que el rojo es la tonalidad que más nos favorece a todas. Más allá de su luminosidad, la calidez que desprende o el protagonismo que reclama, es su significado el que lo convierte en el color universal. Asociado al peligro y a la seducción casi tanto como a la Navidad -valga la paradoja- es de los pocos principios de la colorimetría que todas hemos experimentado. Nada levanta el ánimo y el conjunto más soso como un poco de carmín en los labios, unos taconazos o incluso unos botines rojos. Y cuando el color gana presencia a través de una prenda como el vestido, el resultado alcanza otro nivel.
El negro será el favorito; el blanco, el más especial pero el vestido rojo es… Eso, pura dinamita. Su efecto es más poderoso que el de una barra de labios, su mensaje mucho más elocuente y su onda expansiva incontrolable. Un vestido rojo puede ser Jessica Rabbit, pero también Audrey Hepburn. Bella Hadid o Lady Di. Valentino o Alaïa.