José D. Sequera | LA PRENSA de Lara.-& ;Una caída de ocho metros fue la que sufrió el martes en la mañana José Raúl Fréitez en el puente de la redoma La Tinaja, en Quíbor. Del impacto salió con vida, pero el hombre de 78 años falleció más tarde en el Hospital Central de Barquisimeto por las múltiples heridas que sufrió.
Sentada en un banquito de la morgue del Hospital Central, la hija de crianza del septuagenario, Rosimar Ortiz, afirmó que el martes a las 8:30 de la mañana, salió de su casa en el sector Santa Bárbara de Quíbor, municipio Jiménez, para ir a lavar ropa en casa de un conocido, dejando a su papá solo en la vivienda.
«Lo último que le dije es que yo llegaba antes del mediodía con el almuerzo, que no se preocupara por mí. Él era un hombre muy hogareño que casi no salía», recordó Ortiz con tristeza.
Cuando ella llegó a las 11:00 de la mañana, se extrañó de no encontrar a Fréitez. Fue a buscarlo entre los vecinos y nadie le supo decir de su paradero, aumentando su preocupación. Pero a las 2:00 de la tarde recibió una llamada, diciendo que había un señor con las mismas características de su papá en el Hospital Baudilio Lara.
Al llegar confirmó que sí era su papá. Según la información que recibió del Cuerpo de Bomberos, a Fréitez lo encontraron en un terreno bajo el puente de la redoma La Tinaja de Quíbor, a unos siete kilómetros de su residencia.
«No sé cómo hizo mi papá para llegar hasta allá. Lo que presumen los bomberos es que él se haya caído por accidente, pues no tiene signos de haber sido golpeado por algún vehículo», informó.
Producto del impacto que sufrió, el anciano tuvo fracturas en casi todos los huesos del tórax y caderas. Contó la hija que, incluso, cerca de la pelvis, algunos huesos quedaron expuestos fuera de la piel. Una ambulancia se encargó del traslado de Fréitez hasta el Hospital Central de Barquisimeto, muriendo allí a los 15 minutos de su ingreso por un paro respiratorio, causado por los múltiples golpes.
Familiares de Fréitez contaron que él durante su juventud se había dedicado a la agricultura en Quíbor, y desde adulto y hasta bien avanzada su vejez, trabajó matando tigres. «Mi papá hizo de todo para mantenernos. A veces se iba a la plaza Bolívar de Quíbor a vender arepas o lo que sembraba. Él trabajó hasta hace poco tiempo cuando tuvo la trombosis», contó una de los cinco hijos que dejó el septuagenario.
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