LA PRENSA de Lara.- TREPIDANTE epílogo. Un escenario frenético rodeó la victoria en el colmo de la espectacularidad. El campeonato más corto resultó prolongado en emociones, azarosos instantes. lzar el trofeo fue una obra maestra proveniente de un grupo que antepuso coraje y espíritu rebelde para sobreponerse a obstáculos que parecían insalvables.
Se han labrado seis coronas, pero la conquistada con orfebrería beisbolera en el AHG tiene toques épicos. Un rival áspero, hecho con la misma madera, enaltece aún más el triunfo de los pájaros rojos, ahora bicampeones por segunda vez, convertida la tropa guara en la más exitosa del último lustro en la LVBP.& ;
Durante dos días el parque de los alados retumbó de optimismo y alegría. Hubo que vencer par de veces a un obstinado contrario que trajo a Barquisimeto la serie a su favor, 3-2. El extrainning del domingo y los tres episodios finales del lunes no tienen precio, ninguna boleta los paga.
Había un anhelo de revancha porque la tribu oriental, robusta con fichas veteranas, curtidas en este medio, había viajado a Barquisimeto dos torneos atrás para alzar la copa. Y qué curioso, el mismo protagonista en aceras distintas. Luis Jiménez dio grand slam en el 2018 para los aborígenes. Dos calendarios más tarde tomó una base por bolas que abrió el grifo culminante de tres carreras en una revuelta que la gente no termina de celebrar.
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& ; & ; & ;Luis Ugueto tiene un mérito que se antepone a los aciertos o pifias en las estrategias. Introdujo en el grupo un espíritu guerrero, indomable, que lo hizo regresar, responder con entereza a los tropiezos.
Fue así cuando perdió 11 de 14 en la eliminatoria, lo mismo que en instancias culminantes del certamen. Debuta con un logro histórico en un torneo que tampoco se doblegó ante las circunstancias negativas que lo envolvieron.
¡Qué manera de transformar unos estadios semivacíos, alimento para los agoreros, en escenarios rebosantes de jolgorio, hambrientos de buena pelota! Nada menos que unas 35 mil personas -más las que no pagaron – coparon el parque «Antonio Herrera G» para rodear el triunfo decisivo con un ambiente único, indeleble en las memorias.& ;
Junto al piloto debe colocarse a un grupo ejecutivo que supo desarrollar trabajo fehaciente. Gerencia de alta factura con Humberto Oropeza, Carlos Miguel Oropeza y José Yépez, este último convertido en un asistente deportivo que mueve los hilos con eficacia rotundamente exitosa. Armó una escuadra de la nada y ubicó peloteros en Bélgica, Italia o Chile para estampar su segundo título corrido.
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Las victorias colectivas reparten los méritos. Pero siempre hay detalles que conmueven. La atrapada de Yordanis Linárez con dos en bases en el cuarto inning del juego dominical de espaldas, contra la valla de los 400 pies queda como una filmación imborrable en la mente de los aficionados.
Luego, le faltaba solo el imparable ganador del octavo tramo en el séptimo careo para erigirse con justicia como el MVP de la serie. El cubano tenía que viajar antes para compromisos personales, pero prevaleció el cariño por su nueva divisa. Ya es parte de la historia notable del Cardenales.& ;
Tantas cosas para recordar. Un Luis Jiménez jugando sin piernas sanas. El desconocido Josmar Cordero con dos imparables de casta en los juegos decisivos, la temporada fabulosa de Ósman Marval, a nuestro juicio el MVP de todo el calendario.
La exitosa suplencia de Yonathan Mendoza ante el viaje imprevisto de Ildemaro Vargas. Y no apartemos los buenos pitchers. Abridores de alta categoría, relevistas infatigables.
Como sustraernos del cero inmenso de Williams Pérez, lanzando enfermo con tres a bordo sin outs en la segunda entrada del partido final.
La aparición de Carlos Rivero con su jonrón kilométrico que despertó al equipo en el sexto inning del careo culminante. Mención especial para el barquisimetano que vivió una campaña difícil por su flaco bateo. Pero el guante prodigioso hizo maravillas salvando innumerables escollos. Y esos abridores que lideró Néstor Molina con su garra a prueba de balas. Son tantos factores y numerosos protagonistas. Abracemos al grupo para evitar omisiones.
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Coinciden los analistas en que esta final puede ser bautizada como la más emocionante de cuantas se hayan disputado en la LVBP. Nosotros la colocamos al lado de aquella de la 97-98 contra el Caracas.
Los latidos de cada corazón se apresuraron en los siete compromisos. No había pausa para los sufrimientos. Por eso el gozo por el cetro hizo que la celebración fuese de largo alcance.
Hubo sobredosis de pastillitas porque la tensión iba creciendo a medida que los finales se acercaban. Unos elevados no atrapados en instantes de presión aportaron mayor drama. Todo eso queda ahora en los registros mentales de cada aficionado.
«Este Cardenales me va a matar», decía mi vieja del alma, Teolinda, años atrás. Esa frase la escuché mucho en estos días de insomnios y tratamientos para el stress. La madrugada del 28 de enero fue más grata, de profundo descanso tras la fiesta de multitudes. Ahora a Puerto Rico, en medio de tropiezos para armar la divisa venezolana. Remato con la misma frase de la narración decisiva: ¡QUÉ GRANDEZA!
@alfonsosaer
Edición 33.