Guiomar López | LA PRENSA DE LARA.- La tradición de la agricultura familiar como principal fuente en el país empieza a cambiar de escenarios con una mayoría que abandona el campo, pasando de lo rural a lo urbano. Una ventana que también incorpora el conuco de complemento, ante el bajo poder adquisitivo en algunos hogares. Mientras desde la Asociación Venezolana de Agricultura Familiar confirman ese 95% en caficultura y en cacao, además del 90% que aseguran frutas, verduras y tubérculos. Todo en una burbuja que resalta la falta de apoyo y protección de los productores que viven el calvario para mantener ese patrimonio familiar.
Las zonas rurales son por excelencia las raíces de este tipo de agricultura que tiene como base la mano de obra de la familia, pero que en los últimos años ha sido golpeada por la migración de esos productores forzados a salir del campo. Se tienen casos de quienes tuvieron que ubicarse en la ciudad, dejando a algún hijo al encargo. Mientras otros fueron más extremos con la salida del país y se alejaron de esas tierras entre 2 a 10 hectáreas con siembras de acuerdo a la época.
Juan Carlos Montesinos, presidente de la Asociación Venezolana de Agricultura Familiar (AVAF), confirma que el balance ubica a lo alto con la caficultura y cacao en 95%, mientras le sigue ese 90% de la producción en frutas, verduras y tubérculos. Al 80% se tiene el sector caprino y la pesca artesanal, mientras supera el 60% en cárnico.
«La migración del mediano productor está determinada por la falta de apoyo», lamenta de ese tormento que empieza al tener que abandonar este oficio reconocido como la única fuente de ingreso que empieza desde abuelos y trasciende entre varias generaciones. La falta de apoyo empieza por esa necesidad de financiamiento determinada por la accesibilidad a créditos. Una salida con facilidad para adquirir los fertilizantes y otros insumos químicos, porque termina siendo un largo tormento el hecho de conseguir semillas, cuando las mismas son importadas y su valor es excesivamente alto.
Sin esa previa base, la preocupación se traslada a la dificultad para la distribución de los rubros que podían ser sacados por el productor o se trasladaban los interesados directamente al campo. Pero el deterioro de las vías de penetración, con principales arterias agrícolas que terminan hasta incomunicadas durante el período de lluvias, termina entre los principales obstáculos para evitar exponer al deterioro de los vehículos. La escasez de combustible, principalmente el gasoil es otra de las trabas, impidiendo la compra directa y así evitar que sea el propio productor quien deba llevar la mercancía al centro de acopio. Se trata de un riesgo con extremos, de llegar a perder parte de las cosechas frente al impedimento de la distribución.
El tema de las comunicaciones es otro de los golpes que han debido sortear, cuando en zonas montañosas sufren por la deficiencia en conexión. Ni siquiera pueden llegar a mantener sus contactos para agilizar el proceso de comercialización.
Para el economista, Dilio Hernández, también se deben considerar todas esas situaciones, dejando todo un esfuerzo familiar en un concepto de subsistencia. Una realidad que dejó atrás esa «compra a puerta de corral«, cuando las circunstancias obligan a sumar sacrificios y entregar directamente en los mercados mayoristas de la jurisdicción. También suelen estar expuestos a una cadena de distribución con más intermediarios, lo cual significa un peso de recarga en costos y que terminan acentuándose con un precio más alto para el último escalafón de la escalera, como lo es el consumidor final.
Como una ayuda a la economía familiar, así considera a ese concepto de subsistencia porque no solamente se puede vivir a punta de esto sintiendo los embates de la crisis que sigue recordando como un apoyo frente a lo importante que siguen siendo los minifundos.
Hasta el conuco
Cuando el equipo de La Prensa realiza el recorrido por varias comunidades en Barquisimeto, se encuentran sectores con familias que han preparado los conucos en sitios públicos y otros que aprovechan el poco terreno de sus patios para aliviar los gastos en aliños y complementar con algunos granos, frutas provenientes de cosechas que no excedan los 6 meses. Se tienen sectores como Victoria, en Cristo de El Cují, Vicente Rivero en Tamaca, El Portachuelo, Lomas de León, Chirgua, Los Crepúsculos, entre otros que vienen aplicándose en la agricultura familiar desde 2018, como una de las alternativas en la búsqueda de sustitutos por la escasez de alimentos o elevado costo de los mismos.
Tal práctica hasta ha despertado una toma de conciencia para mejorar las relaciones entre vecinos.
Al pasar por la vereda 10 del sector 2 de Los Crepúsculos, se aprecia el «Conuco Bonilla» al lado de la cancha. El responsable es Enrique Mendoza Bonilla, quien junto a uno de sus hijos mantiene sus matas de cambur, yuca, quinchoncho, auyama, lechosa, entre otras. También se suman aquellas medicinales, como la moringa, llantén, malojillo y poleo.
«Uno trata de mantener este espacio, que además de ser recuperado permite ayudarnos con algunos alimentos», admite este jubilado, quien comparte parte de las cosechas con algunos vecinos. Riega cada 2 días porque el servicio de agua no es fijo y le ha tocado hasta regar, cargando tobos y echando de a poco en cada planta. Es tanta la solidaridad, que algunas señoras, como Carmen Rojas le aportan las conchas de verduras para composteros o directamente de abono en la raíz.
Otro espacio aprovechado es un terreno de la familia Pérez, donde el octogenario Antonio aún se mantiene activo con sus hijos y hasta ubican el cebollín, ají dulce y otros necesarios para aliñar las comidas. Además de ser otro espacio destinado que puede ser habilitado para la recreación en la comunidad.
José Valles fue quien aprovechó el patio de su casa. Trata de mantener los aliños y así ahorrarse ese gasto. Además de tener las frutas, como cambur y asegurar los jugos de lechosa o guanábana. Una constante lucha sin cuartel para ganarle la pelea al ataque de los bachacos, que siempre pretenden acabar con las plantas más vulnerables.
Es un ejercicio de economía familiar que reitera ese llamado a la tierra fértil, aunque desde limitadas porciones.