La muerte madrugó en Santa Rosalía, al oeste de Barquisimeto. Eran las 5:30 de la mañana del 19 de mayo de 2006, y los habitantes se despertaron más temprano de lo usual porque escucharon unos gritos que venían de la casa de Laira Lilibeth Álvarez, de 29 años, pero no le prestaron atención porque dijeron que se trataba de una discusión de pareja.
Para los vecinos, la discusión no pasó a mayores porque al cabo de media hora todo volvió a la calma y como era viernes a muchos les tocaba trabajar. La humilde casa donde vivía Laira quedó en completo silencio.
Pero esa madrugada sí pasó algo, Laira fue asesinada en su propia casa, ubicada en el sector El Trigal de Santa Rosalía, por su pareja, un hombre conocido como el «Chula», cuyo nombre real quedó registrado en las investigaciones, pero que desde ese año se ganó el apodo macabro del «Monstruo de Santa Rosalía».
Esa madrugada, Laira le estaba reclamando a su esposo porque notó la ausencia de un DVD y otros electrodomésticos de su casa, ella era muy cuidadosa con sus bienes porque los había adquirido con mucho esfuerzo.
Aunque la relación de Laira con el «Chula» estaba fracturada por las constantes peleas y hasta golpes que ella recibía de él, la gota que derramó el vaso fue la pérdida de los electrodomésticos.
Laira sabía que el responsable de esa «pérdida» era su pareja, con quien mantenía una relación de más de tres años. Le exigía que dijera dónde estaban sus cosas y él, en medio de la acalorada pelea, agarró unas tijeras y comenzó a herirla.
Las graves heridas fueron tan profundas que la dejaron sin aliento. La dama se desvaneció y cayó sobre el piso.
Al hombre no le bastó con asesinar a su pareja, sino que comenzó a bajarle los pantalones y profanó sexualmente su cadáver, y lo envolvió en sábanas. El «Chula» agarró el celular de Laira y huyó de la casa sin dejar rastros y sin que ningún vecino sospechara lo que ocurrió.
Ese día, Laira tenía una cita con su mamá y su hermana porque irían a una celebración por el Día de las Madres, pero no llegó al evento.
A la madre de Laira le extrañó que no llegó, pero aún así ella se fue a la celebración y al mediodía cuando todo terminó, decidió llamarla. El celular sonó un par de veces y contestaron, pero quien hablaba al otro lado de la bocina era el «Chula» y le dijo que Laira estaba durmiendo y colgó.
Horas después, el instinto de madre le decía que algo no estaba bien. Decidió llamar nuevamente y contestó de nuevo el hombre y con una carcajada le dijo «sigue durmiendo» y trancó. La señora de inmediato se preguntó a sí misma «¿Cómo es que mi hija anda con este si están bravos?». La preocupación fue creciendo y la señora le contó a su otra hija lo que estaba pasando.
Ese viernes, el «Chula» contestó otras llamadas a su cuñada, a quien dio diferentes respuestas del paradero de Laira. Decía que estaba en la bodega o no contestaba.
La última llamada que contestó fue para decirle a su cuñada que estaban en Yaritagua, estado Yaracuy. «¿Cómo es eso, si ustedes están peleados?», le dijo la cuñada y él sólo le respondió que se habían reconciliado, pero la hermana de Laira quedó con la intriga porque ella no daba su celular para que otras personas contestaran.
La incertidumbre las tenía mal y por eso en horas de la tarde decidieron pasar por la casa de Laira para saber si estaba bien y la encontraron cerrada, pero con el bombillo de adentro encendido y se fueron.
Antes de caer la tarde regresaron nuevamente y la casa estaba tal cual, pero en ese momento conocieron a una vecina de la joven y le preguntaron por ella. La vecina les dijo que el jueves en la noche Laira había planificado quedarse con ella, pero después decidió irse a su casa para cuidar que el «Chula» no se llevara el televisor.
Los familiares presumieron que algo le había pasado porque ella no duraba tanto tiempo sin llamarlos. Así que decidieron trasladarse a la Delegación San Juan del Cicpc para denunciar su desaparición, pero allí los detectives les indicaron que debían esperar 48 horas.
La familia se fue y decidieron esperar hasta el siguiente día. Ya en la tarde del sábado y sin tener respuesta sobre el paradero de la mujer, decidieron regresar al barrio, vieron que la casa aún estaba cerrada.
Preguntaron a los vecinos sobre la misteriosa desaparición de Laira y ellos les contaron que no la habían visto, pero que en la madrugada del viernes escucharon que estaban discutiendo fuertemente.
Lo de la discusión desconcertó a la mamá y a su hermana, por lo que de inmediato se fueron hasta la puerta de la casa y fue cuando percibieron un mal olor.
Una de las hermanas se puso de puntas y trató de observar desde la ventana hacia el interior de la casa y sólo se percató que todo estaba desordenado. Cosa que le generó más sospechas porque sabía que Laira era una mujer muy organizada, con todo en su lugar.
La hermana de Laira llamó a sus otros hermanos y les contó lo que estaba pasando y ellos llegaron al poco tiempo. Forzaron la ventana de la casa y entraron. Uno de los hermanos se llevó sus manos a la cabeza cuando pudo ver el cuerpo de Laira envuelto entre un colchón y sábanas, el pantalón y la ropa interior hasta los tobillos.
En medio del dolor y desesperación, los hermanos tenían a un único sospechoso y era el «Chula». Según lo reportado por los medios de comunicación para ese año, cerca del cuerpo quedó un pantalón blue jean y una franela deportiva del hombre.
Una de las hermanas de inmediato llamó al «Chula» y le dijo «tú mataste a mi hermana», y le reclamaba por qué había mentido y él sólo les dijo que se calmara y colgó.
La siguiente llamada fue para decirles «yo sí la maté y ahora voy por ustedes», y a la suegra le dijo que se quedara quieta si no quería que le pasara lo mismo.
En medio de todo el revuelo, los vecinos reportaron a funcionarios del Cicpc sobre el homicidio y los detectives llegaron a la escena del crimen para iniciar con las investigaciones. Colectaron todas las evidencias.
Los detectives se percataron que el cuerpo presentó tres heridas en el cuello. Según el reporte policial para ese momento, los funcionarios indicaron que la dama sí había sido ultrajada tras ser asesinada.
Familiares de Laira lo buscaron en su casa, ubicada en el barrio El Tostao, al oeste de Barquisimeto, pero no hubo rastros. El «Chula» permaneció 20 días escondido y durmiendo en una zona boscosa del barrio La Batalla.
La mamá de Laira llamó al número de la dama y le contestó el hombre, amenazándola que no siguiera llamando porque iba a «correr con la misma suerte».
Luego de esto el «Chula» huyó a Puerto La Cruz y pasó desapercibido alrededor de un año, cuando en agosto de 2007, alguien llamó a la familia y contó que él estaba en el estado Anzoátegui.
Los hermanos comenzaron a buscarlo y no fue sino hasta el 12 de octubre que dieron con su paradero, quedando detenido por el Cicpc de Anzoátegui.
Laira le había contado a sus vecinas que el «Chula» se había convertido en una persona muy violenta, era otra persona muy distinta a la que ella había conocido tres años antes.
La mujer llorando les contó que los electrodomésticos, que con tanto esfuerzo compró, los había sacado de la casa para empeñarlos. Ellas les dijeron que no entendían cómo seguía con él si era una persona tan violenta y que la maltrataba.
Él la golpeaba cuando estaba bajo los efectos del alcohol y en una de esas oportunidades le cortó el brazo con un pico de botella. Ella lo denunció en Fiscalía, pero según explicaron las amigas, el caso quedó «engavetado».
Hasta la madre de Laira le reclamó lo que estaba haciendo con ella y le dijo que ella no le había entregado a su hija para que él la tratara mal. Para ese momento, el «Chula» le dijo a su suegra que eso eran cosas de borrachera, pero que él iba a cambiar por ella, porque la amaba.
Alias El «Chula» luego de que lo detuvieran en Anzoátegui y lo llevaran a la audiencia en tribunales, supuestamente, negó haber matado a su pareja y le dijo que había huido porque se enteró de que lo estaban buscando para matarlo.
Medios de comunicación para ese año, indicaron que la juez absolvió de la culpa al hombre al concluir que no quedó demostrado en el debate probatorio que el procesado resultara culpable. El hombre quedó en libertad.
El 12 de mayo de 2010, abogados en defensa de la familia de la víctima, introdujeron un recurso de apelación pidiendo dejar sin efecto y declarar nula la sentencia. Tras unos meses, la sentencia quedó anulada y nuevamente el hombre pasó a juicio.
El hombre, quien se mantuvo detenido en la cárcel de Uribana ahora Centro Penitenciario David Viloria, fue condenado tras seis años de haber perpetrado un crimen que estremeció a la comunidad de Santa Rosalía.
El Ministerio Público consiguió una pena de 30 años de prisión para el hombre que acabó con la vida de su pareja. La pena fue la máxima por tener como agravante que la víctima era una dama. Se dice que el hombre años después recobró su libertad.
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