Gabriel Grisanti | LA PRENSA.-En un espacio reducido de seis metros de largo por tres metros de ancho, en el que hay improvisados tres calabozos donde permanecen hacinados 89 privados de libertad, dentro de la sede de la Policía Municipal de Iribarren falleció Enderson José Giménez Torres, de 21 años.
Al joven, quien la semana entrante iba a cumplir un año en el recinto policial, recluido por haber cometido un robo en una unidad de transporte público con arma de fuego, se le fue la vida en un ambiente deprimente e insalubre.
Se trata de un sitio donde las posibilidades de subsistencia se reducen al mismo ritmo acelerado en que cada interno pierde las esperanzas de salir en libertad, o de ganarse un cupo en otro penal.
A diferencia del resto de sus compañeros de calabozos, quienes en los mejores casos recibían hasta dos raciones de alimento al día por parte de sus familiares y allegados, Enderson José Giménez Torres se quedaba saboreando en su mente, probablemente algún plato casero que su madre, fallecida hace aproximadamente cuatro meses le preparaba.
La señora, quien según algunas madres de detenidos tenía más de 60 años de edad, era la que prácticamente “guerreaba la cana” de su muchacho, llevándole con sacrificio al menos un bocado muy esporádicamente a la PMI.
La exposición de costillas y pelvis de Enderson José indican que el detonante de su deceso fue un extremo cuadro de desnutrición.
Además, en diferentes partes de su piel hay rastros de escabiosis (sarna).
El muchacho fue ingresado a la emergencia del Hospital Central Universitario “Doctor Antonio María Pineda” a las 11:15 am; una hora después, murió tras haber sufrido un paro respiratorio.
Otros privados de libertad, apenas se enteraron del deceso del joven, empezaron a gritar la palabra “libertad” de forma insistente desde los calabozos.
Los familiares que se encontraban afuera de la PMI, ubicada en la urbanización Patarata (por la avenida Bicentenaria) se alarmaron temiendo que se produjera, en señal de protesta por el fallecimiento de Enderson José, una huelga de sangre y autoflagelación.
A pesar de la angustia de las madres, hermanas, tías y parejas de los internos que aguardaban saber más de los suyos, el rumor que se habían cortado fue desestimado.El director de la Policía Municipal de Iribarren, Héctor Medina, aseguraba que esta situación no se había presentado ayer.
El funcionario refería, sin especificar desde qué fecha y las afecciones reales de salud, que el joven “presentaba un cuadro bastante complicado”.“Tenía problemas respiratorios. Su familia era de otro estado (Carabobo) y muy pocas veces le traían alimento.
Presuntamente la familia es de Valencia; aparte, presentaba trastornos mentales, tenía dificultad para pensar, responder y realizar ciertos movimientos físicos “, dijo.
Eso, según Medina, “conllevó a que casi todos los días teníamos que salir en una ambulancia a llevarlo a cualquier centro asistencial, a que le inyectaran calmantes”. Medina recalcó: “Nosotros como cuerpo de policía no tenemos un presupuesto para cubrir esas necesidades”. Se refería a los alimentos de los detenidos.